Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 7 de julio de 2002
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Política
Guillermo Almeyra

Argentina: ¿elección o abstención?

os fantasmas que gobiernan Argentina acaban de convocar a elecciones para marzo de 2003. Inauguran así una campaña de siete meses esperando imponer un gobierno sietemesino. O sea, un gobierno de los aparatos que tienen presencia nacional, particularmente de los gobernadores justicialistas que tienen presencia clientelar y caciquil en zonas desastradas por la miseria y la desocupación. Por supuesto, el nefasto Carlos Saúl Menem hará también campaña distribuyendo millones. El gobierno pretende madrugar electoralmente a quienes exigen "que se vayan todos" pero no tienen aún ni candidatos ni un frente o partido ad hoc que ofrecer ni medios para hacer conocer sus posiciones.

Además, hasta ahora no renueva ni las gobernaciones ni el Congreso (debería para ello cambiar la Constitución o conseguir un utópico pacto para que renuncien todos -gobernadores, senadores, diputados- y se sometan al voto ciudadano). Incluso entre gente honesta -y no sólo entre los provocadores alentados por el gobierno a exigir una abstención que favorecería la perpetuación de todos los que hay que echar- es lógico que cundan el repudio y el desánimo y que muchos se digan "no hay tiempo ni unidad ni medios para presentar una candidatura de un frente social alternativo. Repudiemos y boicoteemos, por lo tanto, las elecciones fraudulentas de los hambreadores y vendepatrias y dejémoslos solos".

Pero como la deserción electoral no equivale a no votar sino que es, en realidad, un voto por el gobierno actual, o sea, por la minoría social que pretende revalidar con el sufragio su política y legitimarse en las urnas, el boicot a los comicios no basta si no se agrega algo activo y se puede ofrecer una alternativa. Ese algo puede ir desde el llamado voluntarista y utópico a "que las asambleas populares decreten la abstención y gobiernen", hasta la idea aventurera de un golpe popular-militar o, peor aún, de una enloquecida propuesta de insurrección armada o de guerrillas (también alentada por la extrema derecha y la provocación para justificar y preparar la represión masiva que necesariamente debería respaldar y sostener a un gobierno impopular y servidor del capital financiero internacional).

Los delirantes ?y con ellos los provocadores? intentarán, con su fraseología extremista, o llevar hacia una actitud de parálisis revestida de nobles frases y estruendosas declaraciones antivoto o hacia la violencia ciega y prematura que las asambleas populares y la sociedad rechazan y que serviría al gobierno y al imperialismo para hacer abortar la organización independiente y anticapitalista de los oprimidos y explotados, deseosos de una política de liberación nacional y social y de un real cambio de fondo en el país. El odio a los políticos y a la política institucional podría, sin embargo, dar audiencia a los iluminados y provocadores.

Esa esterilización de la protesta y de la resistencia sólo podrá ser evitada si se utiliza también, incluso, el inadecuado terreno electoral no para hacer política politiquera, institucional, sino para organizar la alternativa social mediante miles de mítines en los que se difunda el programa único de un frente social y creando en todo el país miles de comités que sean promotores del voto, pero también, y sobre todo, organizadores de las asambleas populares, de las acciones piqueteras por exigencias concretas de cada lugar y de la discusión para la elaboración de programas locales que completen el programa nacional del frente. Porque se trata de crear en lo político el mismo frente social alternativo que se expresó en las huelgas de protesta o en las manifestaciones de repudio al asesinato de los dos militantes del MTD, Darío y Max.

Eso impone una urgente elección primaria, una "interna", en la que todos voten para escoger candidatos a la presidencia y a la vicepresidencia de la república y, con su voto masivo, presionen también en pro de elecciones para todos los cargos y preparen listas pluralistas, democráticas, de candidatos para los mismos, aunque el gobierno no llame a elecciones generales. Hasta ahora los candidatos principales de la oposición social son Lilita Carrió y Luis Zamora, pero podrían presentarse otros a las elecciones primarias que sería posible realizar en corto plazo en las sedes de sindicatos, partidos, asociaciones o en la plaza pública.

Por supuesto, ni Zamora ni la diputada Carrió están exentos de defectos, pero tampoco lo están los otros dirigentes de la izquierda social o política. Lo esencial, sin embargo, no es buscar una claridad y pureza que nadie tiene, sino unir en torno a ideas y soluciones, buscando coincidencias, postergando la discusión de las diferencias secundarias para aclarar urgentemente las programáticas. Hay que utilizar de inmediato cada minuto para presentar un frente, un programa, una campaña contra el capital financiero y sus servidores, en la lucha por una asamblea constituyente que remodele el país. Tergiversar, mantener reflejos sectarios, no utilizar los resquicios legales para organizar las propias fuerzas para hoy y, por lo tanto, para lo que el mañana depare a los trabajadores, es traicionar a los que cayeron para cambiar las cosas.

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