Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 4 de julio de 2002
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Cultura

Margo Glantz

ƑQué hacer con el patrimonio cultural?

Existen en el país numerosas regiones que conservan un patrimonio cultural muy valioso que ha sido poco considerado. Hasta hace poco tiempo eran casi desconocidas las misiones franciscanas de la Sierra Gorda, bellísimos templos barrocos populares que han sido restaurados y se han convertido en zonas muy apreciadas. En esa misma área, cuando comienza la sierra, en el municipio de Apaseo el Grande, estado de Guanajuato, se encuentra un pequeño pueblo conocido como San Miguel Ixtla, que posee gran número de capillas familiares construidas entre los siglos XVII y XIX.

Como la mayoría de los pueblos de esa región, San Miguel Ixtla ha perdido su identidad y su tradición ancestral debido principalmente al éxodo de sus habitantes (hombres-fantasmas que sólo vuelven a su pueblo durante las fiestas de diciembre, adolescentes en espera de emigrar, mujeres que han abandonado casi por completo las labores del campo, ancianos y niños que juegan a la migra), cuya principal fuente de ingresos -antes era la agricultura- es el dinero que se envía desde Estados Unidos.

Sin embargo, consciente de su problema la comunidad ha invitado expresamente a un grupo de restauradores del Instituto Nacional de Antropología e Historia, que ha dedicado varias temporadas a restaurar las principales capillas, persiguiendo algunos objetivos, en consenso con los habitantes: conseguir que especialmente los menores de edad se identifiquen con su patrimonio histórico y artístico.

La fundación de Ixtla data de 1550, cuando la colonización española propició el asentamiento de grupos otomíes en las zonas recién sometidas. Hay que recordar que esa área funcionaba a manera de frontera comercial y bélica entre el imperio azteca y los grupos chichimecas rebeldes antes de la llegada de los españoles. El asentamiento jugó un papel fundamental en la nueva economía colonial al fomentar el acercamiento y la conversión de los grupos chichimecas nómadas que en muchos casos impedían el tránsito entre las minas y la capital de la Nueva España. La labor catequizadora estuvo a cargo de los franciscanos que trataron de adaptar las creencias religiosas prehispánicas a la religión cristiana: una de las manifestaciones de esas creencias ancestrales era la construcción de adoratorios familiares o cus dedicados a un dios protector que podía simbolizar un oficio específico o fuerza natural con la que estaba relacionado determinado linaje (otomí o mazahua), función que fue conservada con la evangelización, pero dentro del catolicismo.

Los 36 pequeños templos donde cada familia realizaba sus ritos de vida han perdido, desde la Revolución, su primer objetivo. Y sin embargo siguen siendo de gran importancia para el pueblo, lo que se revela en su interés por restaurarlos, en tanto que son el único resto que les queda de identidad y de congruencia: una de las capillas nos lo ilustra, podría ser una muestra perfecta de lo que se llama la resistencia indígena a la penetración de la cultura invasora: en La Pinta se representan cuatro escenas del calvario de Cristo, en las que, en lugar de los tradicionales judíos y romanos, aparecen los indios otomíes representados del mismo tamaño que los españoles y los chichimecas, figuras de menor tamaño, una de las cuales tiene ''el honor" de ser el verdugo.

Este proyecto modesto, aunque carece de la seducción que ofrecen los grandes sitios arqueológicos e históricos nacionales -Palenque, Teotihuacán, El Tajín, Santo Domingo, Malinalco, el castillo de Chapultepec- para la Secretaría de Turismo tiene otras muchas connotaciones: su objetivo no es sólo restaurar, sino que gracias a la restauración (en la que están involucrados todos los miembros activos de la comunidad), ésta pueda recuperar su patrimonio cultural y sus tradiciones en un contexto que por las razones antes expuestas puede perder totalmente sus raíces. Aunque suela decirse que el restaurador no es economista ni antropólogo, en este caso trata de unificar en una sola tarea todas esas profesiones, sobre todo si se toma en cuenta que los objetos que conforman la herencia cultural de un grupo determinado constituyen un vínculo con su pasado, su presente y su futuro y proporcionan un sustento comparable al económico.

ƑUn grano de arena en el vasto mar de los problemas nacionales? El proyecto me parece magnífico, pero también desesperado. Los bajos presupuestos y las políticas que se otorgan al campo -para muestra basta el de la Secretaría de la Reforma Agraria, alguna vez tan importante, hoy tan mermada y a punto de desaparecer como resultado de litigios sospechosos- indican que la tierra, los campesinos y sus tradiciones no son propiamente la prioridad de los últimos gobiernos y, obviamente, tampoco de éste; tal pareciera que su única misión, la de los funcionarios nombrados en estas dependencias, sería ayudar a expulsar del país con más eficacia a un mayor número de mexicanos.

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