Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Miércoles 26 de junio de 2002
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Economía

Alejandro Nadal

Entre el estancamiento y la turbulencia

Los nubarrones que oscurecen el paisaje económico internacional y las deficiencias estructurales de la economía mexicana en el plano macroeconómico y sectorial son una mala combinación. Pero el presidente Fox y su gabinete no parecen inquietarse.

La economía estadunidense, con la que se mantiene un vínculo de dependencia absoluto, no está recuperándose como esperaban algunos y su evolución futura está plagada de señales contradictorias. Ahora está claro que la recuperación no será robusta y quizá ni siquiera duradera. La producción industrial ha seguido creciendo desde enero, pero a un ritmo demasiado modesto y cada vez más lento: según la Reserva Federal, la producción industrial apenas creció 0.2 por ciento en mayo, la tasa más baja desde que comenzó el año. Ese indicador revela que la economía estadunidense podría retroceder y mantenerse en una recesión moderada hasta por 18 meses.

Por otra parte, la inversión privada no acaba de consolidarse y la confianza de los consumidores podría agotarse próximamente. El excesivo endeudamiento del consumidor y la corrección en el valor de los activos financieros pesarán cada vez más sobre el ritmo de la demanda agregada. Desde mediados de mayo la pérdida de valor en el mercado bursátil de esos activos financieros supera el billón de dólares, y más temprano que tarde eso afectará el ímpetu de los consumidores. Frente a las señales de relajamiento de la demanda, las empresas son cada vez más reacias a invertir en nueva maquinaria y equipo, haciendo más lento el incremento de la productividad y cerrando el circulo vicioso que alimenta la recesión.

Las señales desagradables incluyen un retorno del doble déficit: el fiscal y el de la cuenta corriente. El déficit fiscal está provocado por la reducción de impuestos y el incremento del gasto en rubros como seguridad interna, mayores subsidios a sectores selectos y un repunte de las inversiones en juguetes militares como el sistema de defensa antimisiles.

El déficit en la cuenta corriente (que superó 112 mil millones de dólares en el primer trimestre del año) está asociado al apetito del consumidor estadunidense por productos importados y, hasta hace poco, a la sobrevaluación del dólar. La corrección en el tipo de cambio en las dos últimas semanas es demasiado modesta para alterar este panorama. Para financiar el creciente déficit externo, Estados Unidos debe mantener su altísimo nivel de endeudamiento y eso significa que la Reserva Federal deberá reconsiderar en el corto plazo su política de bajas tasas de interés.

Además, la Reserva Federal sigue creyendo firmemente en la existencia de una tasa natural de desempleo sin aceleración de la inflación (la absurda NAIRU, que los titulares del Banco de México y la Secretaría de Hacienda y Crédito Público quisieran aplicar en México). Con esa perspectiva, la Fed abandonará la trayectoria de bajas tasas de interés tan pronto considere que resurgen las presiones inflacionarias. Por el momento la inflación se encuentra controlada, pero la pérdida de valor del dólar frente al euro (que ya se acerca a 9 por ciento desde enero) llevará a un repunte del nivel de precios y la Fed se sentirá obligada a elevar la tasa de interés.

Las malas noticias no se limitan a la economía estadunidense. La crisis en Argentina y su efecto de contagio sigue siendo una amenaza significativa. El colapso argentino ya está arrastrando a la economía del Cono Sur, y aunque Brasil todavía se defiende, los signos vitales de su economía comienzan a fallar. Las elecciones presidenciales en ese país son el telón de fondo de lo que puede convertirse en una crisis de proporciones mayores. Para México el efecto negativo vendrá por el lado de la desconfianza generalizada hacia el desempeño y seguridad que ofrecen los llamados mercados emergentes.

Frente a este oscuro panorama internacional, la única prioridad del gobierno mexicano es una seudo estabilidad macroeconómica para asegurar los privilegios de la elite. El mejor ejemplo de esta ruinosa política está en el déficit fiscal real que asciende a 3.8 por ciento del PIB y esconde el costo de las transferencias para pagar el rescate de los banqueros (que no de la banca) y el endeudamiento acumulado en los Pidiregas, entre otros rubros. Cubrir este déficit y asegurar un crecimiento sostenible, con o sin reforma fiscal, son metas incompatibles. El Presidente, su gabinete y la cúpula empresarial faltan a la verdad cuando aseguran lo contrario.

La disparatada retórica oficial, así como la de los líderes empresariales, esconde algo crucial: mientras persista su estrategia la economía mexicana seguirá atrapada entre el estancamiento y la turbulencia.

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