Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 8 de junio de 2002
  Primera y Contraportada
  Editorial
  Opinión
  Correo Ilustrado
  Política
  Economía
  Cultura
  Espectáculos
  Estados
  Capital
  Mundo
  Sociedad y Justicia
  Deportes
  Lunes en la Ciencia
  Suplementos
  Perfiles
  Fotografía
  Cartones
  La Jornada de Oriente
  Correo Electrónico
  Busquedas
  >

Editorial
 
LA CONTINUA SUMERSION DE LOS PAISES EMERGENTES

mesa;É;SOL CORNISA 1El desastre económico y social que sufre Argentina --donde cada día se incorporan 24 mil personas al ejército ya inmenso de los pobres-- no ha movido hasta ahora al Fondo Monetario Internacional (FMI) a conceder al país sudamericano ni siquiera la menor ayuda (que sin embargo sigue prometiendo para obtener más concesiones del gobierno de Buenos Aires, combinando la zanahoria con el garrote). La explicación es simple: no sólo el FMI es corresponsable de la crisis argentina con sus recomendaciones y exigencias y con sus apoyos irresponsables a grupos notorios de delincuentes y corruptos (como el ex presidente Carlos S. Menem, socio de George Bush) sino que también el derrumbe argentino fue utilizado para debilitar la economía brasileña y el Mercosur, de modo de facilitar la aceptación del Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA) y también para dar una señal a otros países sobre lo que les podría pasar si trataban de engañar al FMI. Sin embargo, la realidad desbordó el control de los aprendices de brujo ya que el estancamiento de la economía mundial persiste y provoca el agravamiento de la situación de todos los países llamados emergentes. Los enfermos graves que el FMI debe atender --como Turquía-- no se recuperan y, además, se multiplican y la moneda de esos países cae más rápido que el dólar, aunque éste pierda posiciones frente al euro. Tal es el caso de Brasil, donde el dólar se encarece día a día ya que los bonos del Estado brasileño son considerados inseguros y la moneda estadunidense, pese a su debilidad, aparece como un refugio. Además, la caída de Argentina tiene un fuerte efecto negativo sobre la economía de Brasil, o sea del país más extenso y más poblado de América Latina, así como sobre otros países más débiles, como Uruguay y Paraguay e impulsa las movilizaciones sociales, los movimientos campesinos y las huelgas generales como las que cambiaron los planes gubernamentales de privatizaciones del gobierno de Asunción o jaquearon al gobierno de Montevideo. De este modo, y ante las consecuencias sociales y políticas de la generalización de la crisis argentina a toda la región, el FMI modificó su decisión e iniciará en pocos días la negociación con el gobierno argentino para darle una bocanada de oxígeno bajo la forma de un poco de dinero fresco. Pero los problemas que sufre Brasil, cuya economía es mucho más grande que la argentina, y las dificultades crecientes de México (donde disminuyen las inversiones extranjeras y se encarece el dólar, haciendo aún más pesada la deuda externa, mientras las importaciones son más caras y siguen superando en valor a las exportaciones) plantean una amenaza generalizada. De este modo lo que aparecía hasta ahora como un castigo limitado sólo al gobierno de un país como Argentina que, por importante que sea en nuestro continente, es de todos modos marginal en la economía mundial, corre el riesgo de transformarse para Washington (y, por consiguiente, para su instrumento, el FMI) en un problema mayor, con consecuencias políticas, sociales y económicas en todo el planeta.

Dicho sea de paso, es interesante ver las contradicciones en la política de Washington que, mientras intenta controlar una crisis que Estados Unidos y las instituciones a su servicio ayudaron a provocar, la agrava con la subvención por 190 mil millones de dólares a diez años a sus agricultores, dando así un golpe terrible a sus competidores canadienses, mexicanos, argentinos, o con el proteccionismo al acero estadunidense, que afecta gravemente las exportaciones siderúrgicas brasileñas y mexicanas. La decisión de sangrar a fondo las economías de los emergentes, haciéndoles pagar hasta el último centavo de una deuda inmoral e insoportable choca con el temor a las consecuencias de tal política de expoliación. El resultado es evidente: una política zigzagueante, que se limita a tratar de tapar los agujeros anteriormente creados y ampliados sin tener siquiera idea de a dónde irá a parar este proceso que, recordémoslo, concentra la riqueza a costa de la extensión de la pobreza y, al debilitar los Estados, cierra también la vía para las soluciones negociadas e institucionales y abre la de los movimientos populares. alternativos.
 

Números Anteriores (Disponibles desde el 29 de marzo de 1996)
Día Mes Año