Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 18 de abril de 2002
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Política

Sami David

Política, Ƒfrustración y desencanto?

La ausencia de un trabajo político consistente, la nula habilidad para establecer puentes para el entendimiento, así como el claro menosprecio por la tarea legislativa de parte de la Presidencia de la República, han traído como resultado el aparente enfrentamiento entre los poderes Legislativo y Ejecutivo. Porque si bien es cierto que ambas entidades tienen sus funciones establecidas por la Constitución, el ejercicio democrático ya se deja ver, o entrever: el Ejecutivo conduce la política exterior, pero el Legislativo supervisa. Y tiene el derecho de negarle el permiso al Presidente para salir al exterior. Tan claro como el agua. Sin embargo, el inmediato uso de los medios electrónicos por parte del responsable del gobierno federal fue desmesurado. E infortunado.

Acusar al PRI de frenar el desarrollo de México fue un desatino más del presidente Fox, puesto que ningún partido tiene mayoría en el Senado y en la Cámara de Diputados. El voto del PRI, como fracción parlamentaria, no alcanza a calificar las iniciativas que se presentan. De manera que todos los partidos, incluido el PRI, necesitan establecer alianzas para determinar consensos. Y en el caso de la negativa al Presidente, el pasado 8 de abril, el voto mayoritario se debió al PRD, al PVEM y, desde luego, al PRI. Por lo que atacar exclusivamente al Revolucionario Institucional y acusarlo de todos los males es, definitivamente, síntoma de autoritarismo... aunque responda a una supuesta estrategia electorera, que no electoral.

Con estos desplantes, el titular del Ejecutivo no abona el camino a la democracia, ya que todo ejercicio democrático conlleva eventualidades. Y se alcanzan resultados, no siempre los que se desean, pero siempre producidos por la libertad de criterios, por la emisión de sufragios. En este orden de ideas, el Senado ejerció su derecho de negar un permiso, y el gobierno mostró una vez más su controvertida política exterior y la ausencia de comunicación y acuerdos entre el Legislativo y el Ejecutivo. Lo lamentable no es la negativa, sino el uso indiscriminado de los medios por parte de la Presidencia para quejarse ante la ciudadanía y, con esta actitud, acosar al Congreso y socavar la función parlamentaria. Esto, por supuesto, anticipa los procesos electorales en 2003, con los que se modificará la Cámara de Diputados.

Por supuesto que hay que resaltar lo evidente: el electorado empieza a observar con claridad la verdadera ocupación de quienes tienen en sus manos la conducción del país. Y ya se advierte desánimo, frustración y desencanto en la ciudadanía. Aunque es obvio recalcar que si la tarea gubernamental depende de estos actores políticos, conviene, por supuesto, sensibilizar a la opinión pública sobre el cometido de la administración pública y trabajar en aras de profundizar la función legislativa. El gobierno y los partidos necesitan de la sociedad, porque gracias a quienes emiten el sufragio obtienen sus posiciones. De aquí parte el vínculo insoslayable, profundo, entre la ciudadanía y el ámbito gubernamental. La sociedad opta por la mejor oferta política, por lo que los partidos y sus representantes están obligados a ofrecer su mejor esfuerzos para retribuir la emisión del sufragio. Pero, Ƒqué ocurre en la realidad?

El quehacer político, ahora más que nunca, se vuelve indispensable. Desgraciadamente, después de los infortunados procesos para elegir a los dirigentes del PRI, del PRD y del PAN, el mensaje percibido por la sociedad mexicana es insuficiencia de credibilidad, ahondada por la falta de reglamentación de los recursos utilizados por los mismos. Demasiado dinero se destina aparentemente para procesos electorales y democráticos, pero que en el terreno de la praxis a nada conducen. La ilegalidad, según la óptica de quien se asome a esta ventana, es connatural a los partidos. Y de ahí la inconveniencia, cuando no el franco abstencionismo, para sufragar por quienes militan en estas instituciones que deben ser de participación ciudadana.

Los principales partidos políticos han sido limitados por sus propias dinámicas electorales; por sus resultados, mejor dicho, por lo que ya no convencen a los ciudadanos. La democracia misma, invocada a veces de manera ociosa, es un pretexto para injuriar a quienes piensan de manera diferente. Y eso significa desequilibrios, amenazas a la gobernabilidad. De ahí que esta expresión inédita muestre la actual insuficiencia de la relación entre poderes y vulnere la imagen de la nación. También conlleva riesgos y cuestiona fundamentalmente nuestras perspectivas de entendimiento, que finalmente repercute en la marcha del país. Y eso es más contundente que cualquier campaña mediática: no se puede tapar el sol con encuestas, con amenazas veladas ni con declaraciones televisivas. Por eso, insisto, es urgente crear puentes de entendimiento para que México avance. Venezuela puede ser una llamada de atención.

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