Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 9 de marzo de 2002
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Economía

Carlos Marichal

ƑFinanzas para el desarrollo?

La ciudad de Monterrey promete ser el escenario de una importante disputa entre cuatro actores principales en la Conferencia Internacional sobre Financiación del Desarrollo, a celebrarse los días 18 al 22 de marzo. De un lado, están Naciones Unidas (ONU), la Unión Europea (UE) y el Banco Mundial (BM), los cuales -al parecer- han forjado una especie de frente común con el fin de lograr un aumento en los fondos destinados para el desarrollo que canalizan los países ricos a las naciones pobres del planeta. Por otro lado, está el gobierno de Estados Unidos que, a todas luces, desea que la conferencia se limite a una serie de declaraciones de buenas intenciones sin compromisos reales.

Esta magna reunión ha sido convocada por Naciones Unidas (ONU) con objeto de retomar una posición más activa en debate sobre el diseño de las políticas internacionales del desarrollo para el Tercer Mundo. Como es bien sabido, la ONU ha perdido protagonismo frente a los banqueros y empresarios internacionales a lo largo de los últimos 20 años de avance de las políticas neoliberales. En el último decenio han sido las reuniones de la Organización Mundial de Comercio (OMC), de Davos (empresarios), del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional las que han llamado la atención mundial y provocado movilizaciones sociales y políticas cada vez mayores en contra de los efectos más perniciosos de la globalización.

En Monterrey, sin embargo, no serán los banqueros o empresarios las figuras estelares, sino los altos funcionarios, incluyendo tanto a presidentes y ministros de Hacienda de diversos países como a 9 mil delegados oficiales de 180 países. La mayor delegación será la de Estados Unidos que se calcula en 800 representantes, cifra que indica la preocupación de la administración Bush por intentar controlar u orientar las discusiones y resoluciones de este magno cónclave global. Sin embargo, se enfrenta a un obstáculo difícil de superar ya que Naciones Unidas está promoviendo una propuesta previamente concertada para aumentar el financiamiento para los países menos desarrollados y así reducir la pobreza mundial. Si Washington decide oponerse, su política internacional quedará al descubierto y paradójicamente aislada en el momento preciso en que ha alcanzado su mayor hegemonía militar.

Un segundo punto de conflicto, que se hará manifiesto en la capital de Nuevo León, es el enfrentamiento entre las posiciones del secretario del Tesoro de Estados Unidos, Paul O'Neill, y el presidente del Banco Mundial, James Wolfensohn. Este último ha venido avalando las propuestas de Naciones Unidas para aumentar la asistencia oficial para el desarrollo a los países pobres de 50 mil millones por año a 100 mil millones de dólares en los próximos cinco años. Esta propuesta, sin embargo, no es aceptable para el tesoro de Estados Unidos. Desde hace seis meses, O'Neill ha estado abogando por la necesidad de reducir préstamos a lo países pobres y ofrecer, en cambio, donaciones, pero sin precisar los montos ni características.

Sin embargo, las propuestas de O'Neill no son creíbles ya que en el momento actual, Estados Unidos apenas proporciona 0.1 por ciento de su producto interno bruto (PIB) anualmente a programas de asistencia para el Tercer Mundo. El contraste con la Unión Europea es notorio. Los países europeos destinan un promedio que va entre 0.2 y 1.0 por ciento del PIB a los mismos programas, destacando en particular Holanda y los países escandinavos como los más generosos. Pero incluso Gran Bretaña, en boca de su secretario del Tesoro, Gordon Brown, plantea el compromiso de aumentar su ayuda internacional a los países pobres de manera sistemática. Para la administración de George W. Bush, estas propuestas son anatema, ya que en este momento está obsesionado con incrementar el gasto militar hasta alcanzar más de 300 mil millones de dólares al año. Es una simple cuestión de negocios: Estados Unidos controla 50 por ciento de las exportaciones mundiales de armas y saca excelentes réditos de este comercio; en cambio, las autoridades en Washington no consideran que se pueda sacar mayor provecho de proporcionar apoyos financieros a los países más pobres del planeta.

La diferencia entre las posiciones de los principales actores que se reunirán en Monterrey promete ofrecer una serie de debates importantes sobre el futuro desarrollo mundial. Esto sugiere que debemos estar atentos a los matices de los discursos de tecnócratas y políticos que allí se reúnen. Los acuerdos que allí se logren permitirán determinar si existen posibilidades para incorporar futuras propuestas más radicales como las que seguramente se anunciarán en las reuniones paralelas del Foro Social llamado "Otro Mundo es Posible", que se celebrará en Monterrey en esos mismos días. En efecto, se trata de saber si las autoridades de los países más avanzados y de los organismos multilaterales realmente tienen la intención de enfrentar el gravísimo problema de la brecha creciente entre países ricos y pobres, o si se trata simplemente de usar Monterrey como plataforma para efectuar una serie de declaraciones de buenas intenciones.

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