Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 4 de marzo de 2002
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Capital

CUIDAD PERDIDA

Miguel Angel Velázquez

FUE UNA tomadura de pelo.

ESO QUE llamaron "debate" entre los aspirantes a la presidencia nacional del PRD fue un programa de televisión que nos mostró a dos líderes de la izquierda mexicana faltos de imaginación.

AUNQUE ESTE tipo de programas están diseñados para que alguno de los contendientes destroce al otro y durante el tiempo "al aire" se logre saber quién es el peor, a partir de la exhibición de los errores cometidos, también es posible hacer llegar la parte medular del proyecto que más importa al candidato.

PERO EN esta ocasión no hubo de piña. Rosario Robles y Jesús Ortega consumieron el tiempo entre ambigüedades y descalificaciones medrosas donde, es necesario decirlo, cada uno -eso sí- tomó el camino que su agudeza mental y su ser político les permitió.

ALLI SE marcaron, casi involuntariamente, las grandes diferencias. Rosario intentó delinear una propuesta de partido con base en argumentos que, si bien señalan las grandes deficiencias del PRD, son lugares comunes.

ORTEGA NO se midió. En el uso desmedido del cinismo como arma política abusó de la demagogia, no sostuvo algunas de las acusaciones enderezadas contra la ex jefa de Gobierno y terminó enredado en sus propias trampas, incapaz de asumir un liderazgo inteligente.

EL JEFE de la tribu de los Chuchos tronó en contra de las otras tribus; podríamos decir que se mostró hasta intolerante hacía los grupos clientelares del PRD que, como el que él encabeza, han ido minando, a partir de sus intereses propios, la credibilidad y la fuerza popular de ese partido. Y si no, nada más habría que preguntarle sobre José Guadarrama, un ex priísta hidalguense acusado de todas las atrocidades posibles en su estado, donde todos lo identifican como el maestro del terror y la impunidad.

TODO ESTO, guardada su importancia, podría ser nada más parte del anecdotario, pero hay algo realmente grave, preocupante, decisivo para ese organismo político que Jesús Ortega mostró a los militantes y no militantes del PRD: su espíritu colaboracionista, por decir lo menos, con el régimen actual.

EL PRD, nos dijo por la clara, no debe ser un partido de oposición como los electores lo ubicaron, sino parte del poder actual. Ortega no quiere a los perredistas en la calle manifestando su desacuerdo con las medidas gubernamentales contra la población. Quiere un partido sumiso, entregado, plegado, cercano al poder, para tener una buena posibilidad de recoger sus migajas.

ES DECIR, un PRD que no dista mucho del actual donde Ortega, como segundo de a bordo, ha sido cómplice de este proceso de descrédito que vive hoy día su partido, al que quiere inserto en eso que él llama "transición" y que no es, como le dijera Rosario Robles, más la continuidad del neoliberalismo, que ya cumple 22 años en nuestro país.

POR LO que a mí toca, aún no sé cómo se podrá refundar el partido de jóvenes, mujeres y ancianos que pretende Rosario Robles, como si la militancia estuviera formada por fantasmas o seres de otro mundo, pero aún así me parece mejor que la idea de hacer del PRD el apéndice del poder, como pretende Jesús Ortega, quien, no está demás señalarlo, ya ni la hace.

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