Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 23 de febrero de 2002
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Cultura
REPORTAJE

Promotores, directores, cantantes y expertos predicen etapa de auge

A casi dos siglos de vaivenes, la ópera en México vive un momento crucial

Parte del auge que la ópera mexicana ahora manifiesta está cimentado precisamente en sus voces, desde las que han hecho y hacen brillantes carreras en el extranjero, entre ellos Ramón Vargas, Francisco Araiza, Fernando de la Mora, Eugenia Garza, Lourdes Ambriz, Rosendo Flores y Jorge Lagunes, hasta otras que el público nacional no conoce y se desempeñan con gran éxito en diferentes partes del mundo

ANGEL VARGAS

Promotores, directores, cantantes, expertos... todos coinciden: la ópera en México vive un momento crucial luego de casi dos siglos de una historia de vaivenes, altibajos, una ''época dorada" y una crisis constante.

El diagnóstico del momento es favorable: se avecina un periodo de auge en el género lírico. Así lo demuestra el interés de un mayor número de instituciones, el anuncio de proyectos y la programación de más actividades en el rubro.

La Dirección de Música de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) anuncia que a partir de este año realizará una temporada anual, en principio, con cuatro o cinco obras de ese género hasta ahora poco atendido en el ámbito universitario de manera formal. Y en el remodelado Teatro de la Ciudad se realizarán, como antaño, funciones de zarzuela y opereta.

Fuera de la capital de la República, en Guadalajara, Monterrey, Jalapa, Aguascalientes y Guanajuato, se manifiesta también ''una inquietud muy grande por hacer ópera más en serio".

La frase ''más en serio ?emitida por el titular de la Compañía Nacional de Danza, Raúl Falcó? puede quedar explicada con la crítica que lanza el especialista Octavio Sosa ante los pocos títulos que se programan en esas ciudades y la falta de variedad con que se hace:

''Siempre presentan básicamente lo mismo: La Traviata, Madame Butterfly, Carmen, La Bohème, El Trovador y Lucía. Claro que no pueden realizar otras cosas, pues después de dejar de hacer ópera durante una década no pueden presentar Wozzec (de Alban Berg) porque, con todo respeto, se van a espantar. Siempre aparece lo mismo en la marquesina; la repetición es espeluznante."

El también gerente de la orquesta del Teatro de Bellas Artes señala que por esa razón la ópera en provincia evidencia un atraso respecto de lo que impera en el mundo. Otra es la percepción que tiene de lo que ocurre en la ciudad de México, donde considera que ese género ''está al día".

A pesar de todos los inconvenientes que puedan encontrarse, el nuestro es considerado un país con una tradición operística añeja y enraizada.

Según Sosa, autor de una serie de libros sobre el tema, la importancia de México en el plano internacional alcanza dimensiones tales que, por ejemplo, durante el siglo XIX y principios del XX se trajeron novedades de Verdi y Puccini cuando los autores aún vivían, e incluso varias obras fueron presentadas aquí en el mismo año de su estreno mundial.

La mayor parte de las funciones en esos años corrieron a cargo de compañías italianas y la efervescencia por el arte lírico era tanta que en no pocas ocasiones en la sola ciudad de México se llegaban a ofrecer hasta tres títulos de ópera, opereta o zarzuela en una misma noche. Era una ''competencia sana" la que sostenían entre sí los teatros Nacional, Arbeu, Principal y Colón.

Por cuestiones históricas, entre ellas la Revolución y la consecuente incertidumbre política y económica, la ópera comenzó a perder relevancia en los años veinte de la pasada centuria, hasta que dejaron de venir las compañías extranjeras y las producciones se armaron básicamente con elementos nacionales.

Sin embargo, ni la falta de dineros o de apoyos fueron obstáculo para que de cuando en cuando grandes luminarias de la ópera mundial, desde Enrico Caruso y Maria Callas hasta Luciano Pavarotti y Plácido Domingo actuaran o actúen en distintos foros del país.

Además, de México se ha dicho siempre que ''es una nación lírica" ?recuerda Raúl Falcó? y sus cantantes, con el devenir de los años, han gozado de prestigio y cartel crecientes no sólo en los teatros de la República sino en las grandes capitales operísticas, como Nueva York o Milán.

Parte del auge que la ópera mexicana ahora manifiesta está cimentado precisamente en sus voces, desde las que han hecho y hacen brillantes carreras en el extranjero, entre ellos Ramón Vargas, Francisco Araiza, Fernando de la Mora, Eugenia Garza, Lourdes Ambriz, Rosendo Flores y Jorge Lagunes, hasta otras que el público nacional no conoce y se desempeñan con gran éxito en diferentes partes del mundo.

El tenor José Medina es uno de esos casos. Debieron transcurrir 20 años desde su debut profesional y un largo periplo por Estados Unidos, Europa y Sudamérica para que pudiera cumplir su sueño de cantar ópera en el Palacio de Bellas Artes.

El intérprete hará su primera presentación en ese recinto este domingo, con La italiana en Argel, como lo harán también cuatro más de sus compañeros que integran el elenco: la soprano Claudia Cota, las mezzo Carla López Speziale (en un protagónico), Gabriela Thierry, y el barítono Oziel Garza. ''Tanto debut en una sola obra ?apunta Octavio Sosa? es algo inusitado en la ópera en México".

Para José Medina, el género operístico se encuentra en un momento propicio para progresar considerablemente. Sostiene, con base en su experiencia de dos décadas, que los cantantes mexicanos encuentran cada vez más plazas en donde actuar, además de un abanico amplio de posibilidades para desarrollarse.

Señala que las opciones no sólo son para los ya consagrados, sino para los jóvenes que ahora comienzan a renovar los elencos. Las oportunidades se dan en los teatros, aclara, pero también gracias a un número mayor de apoyos y becas que instituciones públicas y privadas otorgan para prepararse y especializarse.

Al respecto, los casos más conocidos en el medio son CIVAM, que desde su fundación en 1996 ha becado a poco más de 30 jóvenes intérpretes, y el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca).

Según el tenor, de manera paulatina se ha ido reconociendo la gran calidad de los cantantes mexicanos y ya no se recurre tanto a los extranjeros, porque ''hasta hace no mucho nos sucedía lo mismo que a los deportistas: teníamos que irnos al extranjero y ser valorados allá, para que aquí hicieran lo mismo".

El ''malinchismo" y la "falta de reconocimiento", sin embargo, no son fenómenos exclusivos del ámbito operístico nacional, así lo asumen Medina y el bajo italiano Stefano de Peppo.

Originario de Milán, este cantante comenta que, al igual que en México, llegar a un protagónico en su país requiere muchos años de preparación (a él le llevó una década) y empeño absoluto.

''Es una carrera de muchos sacrificios, en los que uno, por ejemplo, no puede desvelarse, fumar, comer ni beber lo que desee. El estudio del bel canto se asemeja a la preparación del atleta: se requiere de una disciplina bastante estricta y los logros ocurren poco a poco, con el paso del tiempo."

Empero, dice De Peppo, una vez que se llega ''las recompensas son muchas", sobre todo en la satisfacción de hacer lo que se quiere y ser reconocido por ello, no tanto por el aspecto monetario.

Agrega José Medina: ''Son muy pocos los intérpretes que se hacen ricos con el canto operístico. El fin de un cantante no es hacer fortuna, sino subsistir, sobrevivir, pero de una manera que pueda uno seguir comunicando. Hay cantantes muy buenos que no han tenido tanta suerte y se van cayendo ante la frustración de no alcanzar lo que se propusieron. Pero eso pasa en cualquier carrera. De la ópera se puede vivir y bien. Sí existen oportunidades, pero hay que buscarlas y ganarlas".

Así como la llamada fiesta brava, las corridas de toros, ha asegurado su trascendencia en el tiempo debido a que está incrustada en el gusto y la pasión del público mexicano, el de la ópera es un caso semejante.

Desde los siglos XIX y XX los teatros generalmente han lucido atiborrados cuando se ofrece algún título del género, sin importar cuál sea. Aun con la aparición del cine y posteriormente de la televisión, pudo no sólo sobrevivir sino hasta imponerse y convocar de manera casi religiosa a sus adeptos en cada función.

Especialistas como Raúl Falcó y Octavio Sosa subrayan que de unos años a la fecha el público se está renovando y vive el advenimiento de una nueva generación que no necesariamente se acerca a esta disciplina por herencia familiar.

''Cada vez que se hace ópera, sea en Bellas Artes o en cualquier otro teatro del país, los llenos están asegurados; hay gran demanda. A la gente le gusta y la busca, aunque no necesariamente sea un público conocedor. Eso se demostró con la presentación de Madame Butterfly el año pasado en el Auditorio Nacional, donde hubo lleno en la función y obviamente no era el público que viene al Palacio de Bellas Artes", acota Falcó.

Sosa, por su parte, aventura que en la actualidad existe público para poder ofrecer 100 funciones anuales, todas con llenos y en varios teatros a la vez. Lo único que impide esto, señala, es la falta de recursos.

La ópera es el arte más caro de producir y, aunque agota localidades, no alcanza a ser rentable. Ese no es un caso específico del país, ''sucede en todos los teatros del mundo, siendo la Arena de Verona (Italia) quizá la única excepción", agrega.

Otro de los indicadores que permiten hablar de un ''buen momento" para este género lírico en México es el auge que ha cobrado la ópera de cámara o de pequeño formato. Sobresale, en especial, el Festival Internacional de Música Escénica que de forma anual organiza la compositora Ana Lara en el Centro Cultural Universitario.

En ese rubro también destaca el proyecto que busca concretar la Compañía Nacional de Opera fuera del Palacio de Bellas Artes y que el año pasado tuvo sus primeras experiencias con el montaje de La noche de un neurasténico y La voz humana en el teatro Julio Castillo del Centro Cultural del Bosque.

Allí mismo, por cierto, también en el transcurso del 2000 se montó con indiscutible éxito artístico y de taquilla la obra de teatro De monstruos y prodigios, que versa sobre la historia de la ópera, específicamente del caso de los castrati.

Pero esas son otras historias...

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