Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 19 de enero de 2002
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Cultura
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Eulalio Ferrer Rodríguez

El placer de leer

Está dicho de muy diversas formas que la lectura de un buen libro pertenece a los grandes placeres de la vida, entre la degustación íntima y el alboroto contagioso de la celebración. Los lectores de tiempo completo hemos adquirido experiencia selectiva o vocacional, sea por inclinación intuitiva, por credibilidad del autor, por la nota crítica, por la confidencia de algún amigo enterado, por avisos publicitarios o por consejo de algún librero sobreviviente de una especie casi desaparecida. Ninguno de estos medios -y otros obvios- asegura por completo la afortunada elección. Los fracasos o frustraciones forman parte del proceso acumulado de la experiencia misma. Los autores suelen avisarnos de tales riesgos.

Uno, enriquecido por el éxito, Umberto Eco, nos advirtió en El péndulo de Foucault que ''se publican muchos libros escritos por estúpidos, porque a primera vista son muy convincentes". Mircea Eliade cuenta que cuando alguien preguntó a Joyce por qué había escrito uno de sus libros, éste le contestó: ''Para tener ocupados a los críticos durante 300 años".

Desde otro enfoque asimétrico, el radicalismo de Gore Vidal lo ha llevado a confesar que para que un libro le interese tiene que atraerle su lectura comenzando ésta por la mitad del texto.

A salvo de éstas y otras advertencias, quiero compartir con el lector afín el afortunado hallazgo de un libro de 235 páginas de Michael Tournier, recientemente traducido del francés al español con el título El espejo de las ideas, compuesto precisamente por 100 ensayos llamados conceptuales -tres páginas para cada uno de ellos, incluida al final una cita literaria o filosófica adecuada al tema-, teniendo como marco de referencia las llamadas categorías de los grandes pensadores.

Las diez de Aristóteles: esencia, cualidad, cantidad, relación, acción, pasión, lugar, tiempo, situación y modo de ser. Las seis de Leibniz: sustancia, cantidad, cualidad, relación, acción y pasión. Más las doce categorías de Kant, cuatro fundamentales y tres subordinadas para cada una de ellas: cantidad/ unidad, pluralidad, totalidad; cualidad/ realidad, negación, limitación; relación/ sustancia -accidente, causa-efecto, reciprocidad; modalidad/ posibilidad, existencia, necesidad.

Para la selección de este libro me serví de otro de los métodos más usuales: el índice de su contenido, avalado por la identidad del autor, Michel Tournier, nuevo para mí. Hombre cercano a Gaston Bachelard, es uno de los raros escritores franceses que han ganado, por unanimidad, el Premio Goncourt, con su novela Le Roi des Aulnes.

Organizada en dicotomías, El espejo de las ideas es un continuo manantial de curiosidades y delicias. Trata de abarcar los temas fundamentales del pensamiento universal desde un lenguaje accesible y sugestivo: el dato puntual y el adorno metafórico; la analogía histórica y la exégesis crítica. Así, el hombre y la mujer; el ser y la nada; Apolo y Dionisio; el alma y el cuerpo; el género y la diferencia; cultura y civilización; cronología y meteorología; la derecha y la izquierda... Un libro que convoca y estimula la atención, del conocimiento a la anécdota. El paladar de la lectura en sus incitaciones más gozosas.

Por el ancho camino de los simbolismos, Michel Tournier se detiene en la insignificancia aparente del tenedor para recordarnos que los dedos de la mano tienen cada uno su personalidad, son prensibles, sobre todo, si a los cuatro dedos colocados en un mismo plano se añade el pulgar, que puede oponerse a los demás. Y subraya: ''La cuchara simboliza la noche larga y luminosa de la Navidad. El tenedor pincha la noche breve y bulliciosa del Año Nuevo".

Canta al sauce, el árbol de las aguas vivas y cantarinas, el árbol de la primavera y el de la trucha, pez al que Schubert dedicó uno de sus cuartetos más célebres, diferenciándolo del sauce llorón, con sus ramas graciosamente invertidas, cerca de tumbas y panteones. Que Don Juan surgiera de la España clásica y Casanova de la Venecia romántica es para el autor la representación de dos mundos totalmente opuestos. Por otra parte, al diferenciar los conceptos de talento y genio, se acoge al aforismo de Ingres: ''Con talento se hace lo que se quiere. Con genio se hace lo que se puede".

El espejo de las ideas, editado en Barcelona por El Acantilado, no sólo recrea con síntesis seductora los trasfondos y entrecruces del pensamiento y sus categorías, sino que brinda al lector datos tan poco conocidos como el de la edad infantil en que menos se muere, la de los once años, y el de la edad en que la curva de fallecimiento es mayor, la de los 16 años. Cuando Michel Tournier habla de la sal y el azúcar, señala que la primera es un símbolo de sabiduría, tradicionalmente asociado a la vejez, en tanto que el azúcar evoca el candor infantil. Quizá le faltó agregar que el azúcar, como añoranza y premio de la niñez, no está desprendida de los gustos y preferencias de la vejez.

Al contrario, la sal y el azúcar pueden ser frutos compartidos de una edad sin fronteras, unidos los extremos al sabor decantado de los años. O sea, la sabiduría suprema: la pulpa salitrosa de unas ostras planas, al principio, y la golosura perfecta de unos chocolates trufados, al final.

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