"Buscar hasta en las Estrellas, Sola."
Malú Urriola (*)

Fue lo único que se me ocurrió escribir en el cuaderno de despedidas que el Partido Comunista (PC) puso afuera de la sede, la noche del velorio de Sola Sierra. Hacía frío, Santiago estaba oscuro, frío, y las velas iluminaban el suelo, igual que durante demasiados años. El escenario volvía a ser el mismo, los iconos, las imágenes fragmentadas, recompuestas más tarde por una cultura más light, más ligera y ciega frente al dolor, la pobreza, la injusticia, el arte, el pensamiento. Una post-cultura de dictadura, arribista, gris, opaca, de una entontecida musculatura seducida por una alienada fantasía de desarrollo, reparada en una "cierta opulencia" con la que se levantaba la imagen de un país que, recién golpeado, se erigía ejemplar y moderno, eficiente y capaz, permisivo y castigador. ¿No son todos así al fin y al cabo?
Un montón de mujeres de abrigos oscuros pasaban a mi lado, llevando prendido con un alfiler (al lado del corazón) la fotocopia de una fotografía que se ha ido resquebrajando, la fotocopia de una ausencia, de un rostro, de una parte de sus vidas que una maquinaria sádica les arrebató de golpe. Las palabras "justicia", "compañeros", "verdad", y "encontrar" resonaban añejas detrás de un viejo disco de los Quila, y un borracho de los que nunca faltan, con un vaso de tinto en la mano, bailaba gritando: "¡Que empiece la fiesta!". Había escuchado esas palabras tantas veces, había visto estas escenas tantas veces, en tantos lugares del país, que llegué a concederme como una fantasía propia, que esas frases de una historia fragmentada, resquebrajada, curtida a golpes durante los años de la dictadura militar en Chile, serían dichas algunas vez en presente: "justicia", "encontramos", "recobramos".

La memoria, que todo lo adormece, restituía la imagen repetida. La otra, la esperada, sigue faltando. Arriba, subiendo una escalera estrecha, como estrecha es la escala de la justicia, estaba el cuerpo de Sola rodeado de gente. El ataúd era del Hogar de Cristo; el velorio, en la Sede del PC. Ella era comunista. Murió en la Posta Central, centro hospitalario para la clase baja, todos signos de un estrato, un territorio, un lugar simbólico y demarcado donde se sitúan y reconocen todos y cada uno de los tics con que se significa la palabra desposeimiento, expoliación, o despojo de dignidad, de alimentos, de salud, de saberes, de igualdad, de vida digna. La cueca sola que más de la mitad del país ha bailado alguna vez.

La llamaron Sola, pues su padre no estuvo el día de su nacimiento. De origen pobre, militante de izquierda, perdió a su pareja durante la dictadura y no cesó de buscarlo por todos los cuarteles de la DINA, mas tarde la CNI, como si el ejercicio de la búsqueda pudiera concertar, día a día, la razón de una probable existencia, la esperanza de que aún viviendo una economía neoliberal que no contempla sino al mercado como objetivo y único referente, nos devuelva de cuanto en cuanto la dignidad de, por lo menos, encontrar una parte de nuestra historia, una parte que yace repartida en algún lugar del desierto, de la cordillera o del mar. Por eso cuando miré la noche fría, con una que otra estrella que brillaba a lo lejos, no pude sino pensar: "Buscar hasta en las estrellas".

(*) Poeta, autora de los Libros: Piedras Rodantes, Dame Tu Sucio Amor, Hija de perra.


La que vaga Sola
Malú Urriola

Buscar hasta en las estrellas: Sola
Nadia Prado