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LOS MEDICOS SE APROPIARON DEL NACIMIENTO, DICEN
PARTERAS ATIENDEN HASTA
EL 90% DE LOS ALUMBRAMIENTOS EN ALGUNOS ESTADOS
"La partería
es el arte de conocer las fuerzas y los ritmos de la naturaleza"
Angeles Cruz
Solitas comenzamos
a buscar con nuestras manos dónde están los pies, las nalgas
y la cabecita, porque queremos saber si el hijo está bien... ya
cuando nacía mi bebé el cuerpo se me quedaba sin fuerza,
pero el corazón se me ponía alegre. Así nos pasa
a las mujeres cuando tenemos al hijo.
Partera de los Altos de Chiapas.
El proceso de gestar un bebé, cuando es deseado, es un proceso
que aunque lo sigamos con toda la información científica,
no pierde su bello misterio. Tal vez al principio es algo vago para la
mente, pero al paso de los meses se va convirtiendo en algo concreto que
se siente, se ve e incluso duele. El parto, culminación hecha vida
de esa magia, representa para las mujeres una de las formas concretas
de contacto con su cuerpo y sus capacidades.
Sin intervención de nadie, una nueva existencia se va formando
dentro de nuestros cuerpos de mujer. Cuando el desarrollo se lo permite,
el nuevo ser se dispone a salir al mundo de la misma forma como se ubicó
dentro del cuerpo de su madre: naturalmente. Así ha sido desde
siempre, aunque cómo se enfrenta el embarazo y el parto varía
según historia, medio socio económico o ubicación
geográfica. En el campo, solas o con ayuda de las parteras, a veces
en los centros de salud; en las ciudades, con los médicos y en
hospitales.
Para todas, este proceso, debería ser el encuentro con nuestro
cuerpo dador de vida, con nuestras propias energías, tiempos y
ritmos y el momento del nacimiento, la culminación de este tan
natural proceso generador de existencia.
Sin embargo esto ya no es así porque la ciencia médica se
apropió del nacimiento, afirma Naolí Vinaver, partera de
Xalapa, Veracruz para quién "la intervención médica
es buena cuando hay problemas en el embarazo o el parto", pero esta
apropiación abarca a los embarazos normales y "ha significado
que los doctores ya no esperan que la naturaleza actúe, ellos intervienen,
ponen anestesia, hacen cesáreas o en el mejor de los casos la episiotomía,
para que todo sea rápido y eficaz. No importan ya los deseos de
la mujer. En un hospital nadie le pregunta cómo quiere tener a
su hijo, qué necesita para estar a gusto, cómo se siente
o quién quiere que la acompañe. Todo lo contrario, el parto
en los hospitales se ha convertido en un acto agresivo y de violencia
que no ayuda en nada a la autoestima de la mujer; las mujeres ya no pueden
tener a sus hijos, ahora se los sacan rápido y sin que ella ni
siquiera se dé cuenta".
"Pareciera que el parto es un mal paso y hay que darlo rápido"
señala la partera veracruzana en entrevista durante uno de los
recesos de la Sexta Convención Anual de Parteras MANA-México
que se realizó el pasado mes de junio en Oaxtepec. Pero no es así,
abunda, "el dolor no es un castigo de Dios, sino la manera de subrayar
algo muy importante en tu vida que te hará crecer como ser humano,
como mujer". Y enseguida agrega: "el dolor de parto es constructivo,
va y viene, te da la oportunidad de descansar y dormir entre una y otra
contracción. Te prepara, te abre para el hecho, no nada más
físico de ser mamá, sino también emocionalmente.
El parto abre el cuerpo, el corazón, el alma y la mente".
Cuando una mujer ha dado a luz por sí misma, con sus tiempos y
toda su energía, "ya puede sentirse lo máximo. Nadie
habrá que pueda destruirla porque ha logrado lo más maravilloso:
dar vida".
Con 12 años de experiencia, Naolí Vinaver explica que el
arte de la partería es conocer las fuerzas de la naturaleza, los
ritmos que marca, los olores y las cadencias. Aunque cada mujer da a luz
de manera distinta, hay un patrón muy particular en todas. "Se
nota cuando una mujer va veleando sobre mar abierto, es obvio cuando todo
va perfecto y también cuando debemos ayudarla".
Para Naolí, lo ideal es que los partos tuvieran lugar en la casa
de las parturientas o en el hospital, pero de una manera humana, amable
y sin violencia, porque el cuerpo de la mujer está genéticamente
preparado para dar a luz. Sabe perfectamente qué hacer y "sólo
hay que darle chance de expresarse y desarrollarse". Es mentira,
dice, que por ser primeriza una mujer no sepa qué hacer. Sin embargo,
en los hospitales se les trata como ignorantes.
En los hospitales priva la violencia y las mutilaciones. La peor de todas
es la cesárea, una cirugía mayor que deja a la mujer, además
de la cicatriz y molestias terribles, "la frustración por
no haber podido dar a luz, por no haber culminado un proceso que inició
cuando se embarazó", dice Naolí y enseguida precisa:
"Qué bueno que existen los ginecobstetras con la capacidad
y el entrenamiento para resolver los problemas e incluso salvar las vidas
de las mujeres cuando las complicaciones son severas". Sin embargo,
un procedimiento que debería servir sólo para las emergencias
se ha convertido en un acto casi rutinario, sobre todo en los hospitales
privados, y por eso en México -según cifras oficiales- mucho
más del 30 por ciento de los partos son por cesárea, cuando
la Organización Mundial de la Salud ha señalado que este
mecanismo no debería rebasar más del 10 por ciento del total
en cualquier lugar del mundo.
La violencia hacia las mujeres también se ve en los hospitales
cuando se trata de partos naturales, porque no se permite a la parturienta
que ella misma saque a su hijo. En los hospitales es común la aplicación
de la anestesia que trunca cualquier posibilidad de la mujer para caminar
y estimular el parto, y después la episiotomía. "Cortar
la vagina, como rutina, para que quepa el bebé es una mutilación,
una falta de respeto a la fisiología y la fisonomía femenina",
señala Naolí.
Ciertamente, el aumento poblacional, la demanda creciente de servicios
médicos y la carencia de personal hace imposible dar una atención
personalizada y humana a las mujeres que van a dar a luz. En ese ámbito,
las pacientes no tienen ni siquiera nombre y han de conformarse con no
morirse y con que en su parto no haya compliaciones. "¡Cuando
en realidad eso es lo normal, no es cuestión de suerte. Lo anormal
y excepcional son las complicaciones y el riesgo de muerte para la madre
o el bebé!".
Ya es hora, dice Naolí, "que las mujeres abramos los ojos
y exijamos como otro de nuestros derechos una mejor atención del
parto, igual que hemos luchado por el reconocimiento igualitario en los
centros de trabajo, el acceso a la educación y el derecho a decidir
sobre el número y espaciamiento de nuestros hijos".
Para empezar, "los estudiantes de medicina deberían abocarse
más a la observación del proceso natural del parto y en
forma adicional, las situaciones patológicas. Se trata de que entiendan
que el parto no es una cuestión técnica de extirpar a un
bebé". Así es como aprenden las parteras, primero "observamos
a las mujeres, las ayudamos y aprendemos de ellas y de las parteras viejas".
Después aprenden a solucionar problemas y a evitarlos.
LAS PARTERAS, NECESIDAD NACIONAL
Necesidad
primero, luego conocimientos acumulados con la experiencia y ahora, para
mejorar la atención, incluso algunos nuevos conocimientos provenientes
de capacitaciones específicas, son los instrumentos de las parteras,
imprescindibles en muchos lugares donde no hay servicios médicos
y a veces ni agua ni luz.
Muchas empezaron solas, dando a luz por primera vez, en ocasiones sin
saber lo que les ocurría porque nadie se los explicó antes;
después de varios hijos empezaron a ayudar a otras mujeres con
sus partos. Experiencias que acumuladas crearon toda la tradición
de este gremio y que se va transmitiendo a otras mujeres.
Al paso del tiempo, han mejorado sus condiciones y en algunos sitios ya
cuentan con el apoyo de las instituciones del sector salud en cuanto a
cursos de capacitación para mejorar su trabajo en las comunidades.
Sin embargo, las parteras tienen que seguir luchando en contra de la discriminación,
"el mal modo" de los doctores de los hospitales quienes la ven
"como algo inferior, sucio e indeseable".
"Pero no hay de otra. Ahí donde el sector salud no puede llegar,
tenemos que seguir trabajando", afirma Naolí Vinaver y señala
"somos una necesidad nacional que merece apoyo", pues aún
cuando hay centros de salud y clínicas del IMSS, las indígenas
y campesinas prefieren a las parteras, a ellas les tienen confianza y
saben que todo estará bien.
Para las mujeres de las zonas indígenas, el apoyo de las parteras
es fundamental. No importa la hora o la distancia "siempre vamos
y damos nuestro consejo para que la mujer no se enferme y que su hijo
nazca gordo y fuerte. Les decimos que la mujer no vaya a leventar cosas
pesadas, que tiene que cambiarse la nagua, que no vaya a trabajar rápido".
A veces, comenta Eulalia Méndez, partera en la región de
los Altos de Chiapas, "no nos hacen caso y muchos hombres siguen
tomando trago y no cuidan a su mujer ni la ayudan". Hace 12 años
que Eulalia se hizo partera y explica que aunque en cada comunidad hay
costumbres diferentes, "muchas cosas se parecen: la pobreza de la
gente, el sufrimiento de las mujeres y las formas en que nos hacemos parteras".
Oficio milenario que -conocido hoy con diferentes nombres: comadrona,
obstetriz, matrona, entre otros- no sólo ha tenido un lugar predominante
en la vida de las mujeres sino que sigue ejerciendo su importante papel.
En México hay estados donde las parteras atienden más del
90 por ciento de los nacimientos.
Durante la Sexta Convención Anual de Parteras, las mujeres de todas
las edades contaron sus experiencias, intercambiaron conocimientos, los
nombres de los tés y las posturas que han encontrado funcionan
mejor cuando hay alguna complicación para el nacimiento de los
bebés.
La historia de Justina Santillán, partera de El Carrizal, municipio
de Mezquitic de Camarena, San Luis Potosí, no fue distinta. A los
18 años tuvo a su primer hijo, "pero yo no sabía nada,
nuestra madres nunca nos dijeron. A la una de la madrugada nació
el bebé y hasta las 10 de la mañana llegó una señora
a cortar el cordón umbilical y a limpiar todo".
"Cuando iba a nacer mi segundo hijo yo dije 'para qué quiero
partera...' y así tuve a todos", en total 11. "Uno venía
sentado, otro de pies y tuve dos abortos. Después me empezaron
a buscar las mujeres y así empecé de partera. Todavía
hace 20 años tenía hasta 30 consultas de embarazadas".
Para las parteras "el embarazo no es una enfermedad, es algo que
el organismo tiene que desarrollar y nosotras tenemos que ayudar a las
mujeres", dice con toda seguridad Aniceta, con 37 años de
partera en la sierra norte de Oaxaca para quien el proceso de ayudar a
las mujeres en el embarazo y el parto es parte de la recuperación
de los valores espirituales de la mujer. Cuando una mujer está
pariendo, dice, " también nosotras estamos pariendo, por eso
nuestra solidaridad y compañía son fundamentales".
En Chiapas, las parteras reciben la visita de las mujeres embarazadas
cuando tienen dos o tres meses. "les preguntamos la fecha de la última
menstruación y así calculamos el tiempo que lleva. Ahí
comienza nuestro trabajo. Damos nuestros consejos desde sexuales hasta
dietéticos para un buen fin del embarazo".
"En los primeros siete u ocho meses va a nuestra casa y después
nosotras vamos a la casa de la señora para atenderla directamente,
le recomendamos no bañarse con agua fría, se calienta hoja
de higuerilla y se le da masaje en la cintura y el vientre, así
curaban las abuelas".
"Cuando empiezan los dolores del parto se le da té de manzanilla
con canela de San Martín (planta herbácea de la región),
se baña a la mujer de la cintura para abajo si el dolor es fuerte
y todo el cuerpo si el dolor es leve".
"En el momento del parto, el marido ayuda a pasear a su mujer embarazada,
se acostumbra que las señoras se pongan en cuclillas o como ellas
quieran y después cuando nace el bebé, los cuidados son
hasta los 40 días. Se le recomienda a la mujer que no salga de
su casa durante 20 días y no tenga relaciones sexuales durante
40 a 50 días".
"Las visitas son diariamente hasta que el ombligo del niño
se cae. En estas visitas se baña al niño y a la mujer. Después
de esto, las visitas son cada tercer día y luego hasta los 10 días
si no se presenta ningún problema".
El tema de los costos no queda fuera y las parteras recuerdan que antes
el trabajo era gratuito. "Como estamos en lugares pobres, a veces
nos daban algún animalito o maíz como pago". Actualmente
en Chiapas, las parteras cobran 100 pesos, de los cuales 30 son para comprar
material y el resto para ellas, aunque hay otros sitios donde no reciben
más de 40 pesos por todo.
No obstante, para las parteras lo más importante es que algún
día se reconozca su trabajo y se les apoye, porque incluso "en
la comunidad no nos toman en cuenta. Piensan que es nuestra obligación
y nadie ve por nosotras, nadie se preocupa de nuestras necesidades".
En Tabasco, "estamos llenos de centros de salud, pero no hay médicos
ni material quirúrgico y a las tres de la tarde se termina el servicio",
admiten trabajadoras del sector salud de esa entidad, para quienes la
partería es un arte y un don de la naturaleza. Por desgracia, los
médicos no las respetan, a pesar de saber que ellas tienen el respeto
de sus comunidades y eso es algo que ellos tal vez nunca logren.
Esta es una de las entidades donde el trabajo de las aproximadamente dos
mil parteras es fundamental, pues atienden el 90 por ciento de los nacimientos.
De ahí la importancia de reconocer su actividad, lo cual se logrará
únicamente con el respeto, afirman las trabajadoras del sector
salud.
Para todas las asistentes a la Convención Anual de Parteras, este
oficio no va a desaparecer, por el contrario, debe afianzarse en la conciencia
y costumbres de la población. No sólo en el campo donde
son una necesidad, sino también en las ciudades, como otra forma
de recuperar el cuerpo de la mujer para la mujer.
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