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Sombras nada más

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▲ El discurso del presidente estadunidense, Donald Trump, es cada día más agresivo, consideran analistas y académicos. Laurence Tribe, profesor de la Universidad de Harvard, señaló recientemente que su retórica es tomada directamente del libro de jugadas de fascistas y dictadores. La imagen, en Kentucky el fin de semana.Foto Ap
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ada día –aun si uno hace el intento de evitarlo– Trump interrumpe todo, y cada intervención es más obscena y mentirosa que la anterior. Muchos aconsejan, incluyendo la gente del presidente, que no hay que tomar tan en serio los comentarios del mandatario. Pero ahora los mensajes se han vuelto tan ominosos que hasta observadores veteranos que no suelen gritar, están sonando la alarma. Muchos ven tinieblas que recuerdan los momentos más oscuros de la historia moderna.

En una serie de mítines políticos para apoyar a candidatos republicanos leales al régimen, Trump ha hecho lo de siempre: autoelogiarse –recién declaró que su presidencia es la revolución más grande jamás realizada en este país– burlarse de sus opositores, atacar a los inmigrantes, acusar a los medios de fake news y llamarlos enemigos del pueblo, pero ahora ha elevado el tono del ataque contra sus críticos y opositores al declarar que son parte de una turba enfurecida que está amenazando la ley y orden.

La agenda demócrata es el socialismo y las fronteras abiertas, declaró ante sus fanáticos la semana pasada en un mitin en Iowa. Agregó que, en el contexto de las elecciones intermedias, “no le das poder a una turba enfurecida de izquierda. En eso se han convertido los demócratas. Volverían tan rápido a nuestro país en Venezuela….” Una y otra vez afirmó que los demócratas se han vuelto demasiado extremos y, francamente, demasiado peligrosos como para gobernar. Afirmó que habían enloquecido.

En un artículo de opinión firmado por Trump publicado en USA Today afirmó que si los demócratas toman control del Congreso, eso llevaría a Estados Unidos más cerca al socialismo peligrosamente y que destruirá la prosperidad en este país.

“Demócratas socialísticos (sic) liberales es igual a una America comunística (sic). Patriotas no permiten que eso ocurra. Voten Trump 2020”, dice el lema de una camiseta de uno de los fanáticos en un mitin.

En un mitin en Misisipi, acusó que “demócratas radicales quieren destruir nuestras leyes… nuestras instituciones… demoler nuestra prosperidad en nombre del socialismo y probablemente peor”. Como siempre, en estos actos subrayó la amenaza de los inmigrantes, acusando que los demócratas desean volver a este país en un santuario gigante para extranjeros criminales, como el MS-13.

Laurence Tribe, profesor de leyes de la Universidad de Harvard, comentó vía tuit sobre estas declaraciones recientes: tan peligroso que se ha mostrado en muchos contextos, él (Trump) ha dicho pocas veces algo tan alarmante como esto. Es retórica tomada directamente del libro de jugadas de fascistas y dictadores.

Tal vez es por ello que la obra de filósofos/as como Hannah Arendt, que exploraron el totalitarismo y las funciones de propaganda en la época que surgieron Hitler, Mussolini y Franco, ha resucitado como lectura urgente y necesaria para estos tiempos.

Al aproximarse las elecciones intermedias, la retórica de Trump y su oposición suele ser resumida por los medios como expresión de un país dividido y polarizado. Pero vale recordar que Trump no ganó el voto popular y conquistó la Casa Blanca con el voto de apenas una cuarta parte de los ciudadanos con derecho a sufragar. Sólo un promedio de 40 por ciento aprueba su gestión en las encuestas. El Congreso controlado por los republicanos tiene un nivel de aprobación de 16 por ciento, según Gallup.

En el extranjero, según una encuesta reciente del Pew Center en 25 países, entre ellos los principales aliados de Estados Unidos, sólo 27 por ciento le tienen confianza a Trump; las calificaciones más bajas de todos son las registradas en México, donde únicamente 6 por ciento expresa confianza en el liderazgo de Trump.

Todo lo cual debe provocar la pregunta tanto para los de adentro de este país como para los gobiernos extranjeros, ¿hasta dónde se debe colaborar con un régimen como este antes de convertirse en cómplice? Es una pregunta que fue esencial la última vez que este tipo de tinieblas ensombrecieron al mundo.