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El Despertar

Del Estado de chueco al Estado de derecho

U

no de los objetivos del nuevo gobierno es establecer un verdadero Estado de derecho, aplicar el principio al margen de la ley nada, por encima de la ley, nadie. Si esto en verdad se logra será incluso más importante que las históricas reformas legales de tiempos recientes.

Diego Valadés señala que uno de los factores principales de nuestro desarreglo institucional es la discrecionalidad de quienes ejercen el poder. La discrecionalidad extrema en el poder, como él la llama, es la causa de fenómenos como la impunidad y la violencia. El jurista del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM apunta en la dirección correcta, pero hay otro aspecto que resulta crucial para lograr un adecuado desempeño institucional: la voluntad política, ya que aun la mejor armazón jurídica perdería su sentido si no hay un propósito expreso, cumplido y reiterado de respetar la ley, en su espíritu y en su letra por parte del Poder ejecutivo en cualquiera de sus dimensiones. Para demostrar cómo el Estado de derecho depende de la voluntad política, revisemos el comportamiento del Poder Ejecutivo en materia electoral.

En pocos temas ha habido tantas reformas y tantas frustraciones. Por 11 veces se ha reformado la legislación electoral, esto incluye reformas profundas como las de 1996, 1997 y de 2014. Además de otras que se hicieron a la legislación secundaria, todas menos una (2003) se realizaron como respuesta a la sospecha de graves irregularidades en los comicios inmediatamente anteriores. Gabriel Zaid tenía razón, para hacer la reforma política descomunal y nunca vista en la historia bastaría… ¡no hacer nada! Esto ha funcionado dos veces. En el año 2000, Ernesto Zedillo como presidente de la República logró no hacer nada y se produjo la alternancia con Vicente Fox, quien empleó en la siguiente ronda todos los recursos del Estado para impedir la alternancia en 2006.

La gran sorpresa fue este 2018, ya que todo el poder presidencial y el aparato gubernamental se concentraron en la “acción hercúlea de… no hacer nada” y se produjo un milagro todavía más grande. No sólo hubo un cambio de partido, sino de régimen y de proyecto colectivo.

Colaboró: Mario Antonio Domínguez

Twitter: @ortizpinchetti