Opinión
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38 Foro de la cineteca

El sendero de los sueños

V

idas paralelas. El sendero de los sueños (Der Traumhafte Weg, 2017), el largometraje más reciente de la alemana Angela Schanelec (Marsella, 2004; Orly, 2010), de cuyo trabajo el FICUNAM presentó el año pasado una retrospectiva completa, insiste en algunos de los temas favoritos de la directora (la soledad, la incomunicación, el deterioro de las relaciones amorosas, la desunión europea o los difíciles flujos migratorios), y lo hace en su peculiar estilo minimalista, llevado a extremos tan hipnóticos como desconcertantes. Con una atención especial a los objetos y a un lenguaje corporal capturado en forma fragmentada (manos, pies, estáticos o en movimiento), la realizadora juega con elipsis narrativas, saltos temporales apenas perceptibles, alusiones muy finas a sucesos políticos o mínimas radiografías intimistas para narrar dos historias paralelas. La primera, situada en 1984, con una pareja de jóvenes amantes, el británico Kenneth (Thorbjörn Björnsson) y la alemana Theres (Miriam Jakob), de viaje en Grecia, súbitamente separados por la noticia que recibe el primero del agravamiento de la salud de su madre. La segunda historia, tres décadas después, en el Berlín actual, la protagoniza, de nuevo, una pareja, el antropólogo David (Phil Hayes) y su esposa Ariane (Maren Eggert), al borde de la separación, retenidos precariamente por el cuidado de su pequeña hija Fanny (Anaïa Zapp).

Angela Schanelec no vuelve de ningún modo explícitos los pormenores de ambas tramas, tampoco su posible conexión en el tiempo y el espacio. El itinerario narrativo que pudiera unir las dos historias es totalmente subjetivo; es, como lo sugiere el título de la cinta, un sendero soñado. Lo que propone la cineasta es una exploración comparativa del distanciamiento afectivo que viven las dos parejas en contextos sociales muy distintos, entrelazados, sin embargo, por una misma lógica de incomunicación y desasosiego moral. Las discapacidades de algunos personajes secundarios (un niño parapléjico, un padre casi ciego, una madre moribunda) operan como contrapuntos dramáticos –muy sosegados, siempre controlados– de los estados anímicos de los protagonistas que aparecen mucho más vulnerables, próximos siempre a una crisis interna que puede estallar de pronto, como el llanto incontrolable de Kenneth en un café o la dolorosa conciencia del carácter irreversible de una separación amorosa. El arte narrativo de Angela Schanelec hila muy fino en esos entresijos y detalles de una triste comedia humana ubicada en una Europa multicultural también en plena crisis. Una nueva retrospectiva de la directora, esta vez en la Cineteca (12:15 y 17:45 horas), permitiría a los cinéfilos apreciar los vasos comunicantes entre sus obras y al mismo tiempo el vigor de un punto de vista muy original en el cine alemán contemporáneo.

Twitter: Carlos.Bonfil1