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De aquí a Semana Santa
U

na de las discusiones más intensas y profundas que sería necesario tener una y otra vez es la que se refiere a la vergonzosa escasez de música mexicana en nuestras programaciones de conciertos, sobre todo en el ámbito sinfónico. Cada inicio de año, o de cada temporada de las orquestas, el debate se reabre, pero es un debate tibio y efímero, y el triste panorama no mejora. Estamos precisamente en esa coyuntura, momento ideal para explorar (y no por mera ociosidad) la oferta de música mexicana de algunas de nuestras orquestas importantes (sobre todo las capitalinas) en su primer segmento de programación, que va de aquí a la pausa de la Semana Santa.

Por lo pronto, la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México dio la pauta, al programar la semana pasada Ventanas, una obra poco difundida de Revueltas. En las semanas siguientes, se escucharán Ficciones de Lavista, la Sinfonía No. 2 de Eduardo Mata, el Poema elegíaco de Ponce, la Obertura mexicana de Rodrigo Lomán, la Sinfonía No. 1 de Julián Carrillo y la versión original de Redes (1935) de Revueltas.

Por su parte, la Orquesta de Cámara de Bellas Artes ha incluido en su primera temporada la Obertura para arcos de Jiménez Mabarak, la Música incidental y la Suite para cuerdas de Enríquez, el Adagio y scherzo de Velázquez y la Fantasía Op. 2 de Francisco Ladrón de Guevara.

La Orquesta Sinfónica del Instituto Politécnico Nacional hará una bienvenida, por infrecuente, ejecución de Cumbres de Moncayo. Y la orquesta de la otra gran casa de estudios del país, la Filarmónica de la Universidad Nacional Autónoma de México, ha incluido en su primera temporada la Sinfonietta de Moncayo, el Divertimento para piano de Gutiérrez Heras y la Sinfonía india de Chávez. A su vez, la Orquesta Sinfónica Nacional inicia formalmente su temporada con el estreno absoluto del oratorio La Santa Furia de César Tort.

Más allá del estrecho y centralista ámbito musical de la CDMX, la Orquesta Sinfónica de la Universidad Autónoma de Nuevo León tocará Zócalo tropical de Gabriela Ortiz y el Postludio de Gutiérrez Heras. En Xalapa, la sinfónica local hará los Tres preludios sinfónicos de Raúl Ladrón de Guevara, Andenes de Gustavo Adolfo Larrea, Hominum, de Gabriela Ortiz y el Scherzino mexicano de Ponce. La Sinfónica de Aguascalientes, por su parte, recordará a Armando Luna con su Segundo concierto para piano. Intenté obtener la programación de algunas otras orquestas importantes del interior; algunas de ellas aún no la anuncian, mientras que los sitios web de otras son, francamente, muy user unfriendly, por no decir primitivos.

Como se ve, el panorama no es muy brillante para nuestra música de concierto, pero es una trampa engañosa el endilgar toda la responsabilidad a directores, orquestas e instituciones; ese círculo vicioso puede, tiene que romperse también por el otro lado, que es el del público. Es decir, también depende de nosotros. Una proporción abrumadoramente mayoritaria de nuestros supuestos y mal informados melómanos no sólo no se acerca a la música mexicana sino que le huye activamente, como si se tratara de una plaga. De hecho, esa mayoría, buena parte de la cual va masivamente al Zócalo cada 15 de septiembre a gritar destempladamente su patrioterismo y se desgarra las vestiduras en pro de nuestra patética selección nacional de futbol, sólo conoce dos obras mexicanas de música de concierto, las de cajón, y las demás le importan un pepino. Prefieren abalanzarse a medio escuchar la enésima ejecución (en su sentido de asesinato) del Primer concierto de Chaikovski que asistir a un estreno de Ana Lara o a la reposición de una obra olvidada de José Pomar, o a una ópera de Federico Ibarra. (No está de más mencionar que, sin excepción, los programas mexicanos que algunas de nuestras orquestas pergeñan de compromiso en septiembre son patéticos.) Sobre este asunto podría yo escribir varias y muy ácidas páginas, pero en este espacio sólo puedo resumir lo esencial de este triste estado de cosas en sus tres causas primordiales: educación, educación y educación… o falta de ella. ¿Y los responsables, los de antes y los de hoy? Bien, gracias.