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Con afición y jueces en contra, ganó título del CMB a McDonell

En Inglaterra, Rey Vargas convirtió insultos en aplausos

Estuvo tranquilo tras el anuncio de que Beristáin entrenará a Chávez

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Rey Vargas no se desconcertó cuando supo que Ignacio Beristáin entrenará a Julio César Chávez júnior, pues estaba seguro de que cumpliría su compromiso con él en InglaterraFoto Notimex
 
Periódico La Jornada
Martes 28 de febrero de 2017, p. a15

Ya le habían advertido que todo estaría en contra. Rey Vargas se preparó para eso. Para cruzar el Atlántico y vivir un cambio de horario; para llegar a Yorkshire, Inglaterra, ante una afición hostil que apoyaría a su compatriota Gavin McDonell, invicto y aspirante al título vacante supergallo del Consejo Mundial de Boxeo (CMB).

Por eso, nada lo sorprendió. Si acaso la somnolencia de tener que entrenar, pues el cambio de horario le afectó más de lo que esperaba en esa semana que estuvo en Inglaterra.

Dormí pocas horas, me despertaba y no conseguía conciliar el sueño, cuenta el nuevo campeón mundial. Tenía que entrenar para dar el peso, así que lo hacía, pero me sentía cansado, con sueño.

Cuando salió del vestidor rumbo al cuadrilátero, la secuencia era como la imaginó. Un público enardecido que lo abucheó, pero él estaba concentrado en su estrategia planificada con Ignacio Beristáin, veterano integrante del Salón de la Fama y, hasta ese día, con 26 campeones en su hoja profesional.

Me insultaban y me abucheaban; me hacían ademanes a mi paso, cuenta Vargas. Yo sólo pensaba que lo hicieran más, porque no lo iban a poder sostener al final de la pelea.

Beristáin lo previno. El entrenador veracruzano es un hábil artesano que trabaja con sus boxeadores para que sepan atacar con estilo, pero siempre concentrados en evitar el castigo.

Tienes que moverte mucho, le advirtió. No te quedes estático, porque cualquier golpe que te lance, aunque no te lo asiente, lo van a celebrar y eso puede influir en un fallo a favor del local.

Entonces Vargas se movió. No dejó que lo arrinconara el inglés. Golpear y salir. Así hasta que se notara la diferencia. A pesar de que dominó en todo el combate, el mexicano no se confió. El contrincante era más difícil de lo que pensaba y el invicto con el que había llegado era más que justificado.

El triunfo fue incuestionable. Los jueces le dieron la victoria por decisión mayoritaria, en un país en el que hacía 17 años no ganaba un mexicano.

Cuando lo nombraron nuevo campeón mundial, Vargas comprobó lo que suponía. La afición antes enardecida contra él, celebró la actuación del visitante y le aplaudió con honestidad.

Es verdad que a los 26 años, Vargas ya estaba impaciente, incluso desesperado, por conquistar un título de esa importancia. Sobre todo porque considera que el proceso para llegar fue muy largo y repleto de sacrificio. Pero ahí lo tenía, como un premio a la paciencia y el trabajo.

De pronto pensaba que debió llegar un par de años antes, pero también pienso que es el momento adecuado, explica. No cambió nada. Ni me voy a subir a un tabique para marearme ni creo que tenga que caerme el veinte de ser campeón.

Lo que se abre frente a Vargas tampoco lo deslumbra. Eso sí, le inspira optimismo. La posibilidad de tener rivales interesantes, de cobrar mejores sueldos. Cambiar la situación financiera personal, pero sin descolocarse.

En mi familia me enseñaron a no hacer las cosas movido por el interés, dice tranquilo.

Todo parece en su sitio con Vargas, que nada lo descontrola. Ni siquiera el anuncio de que su entrenador asumiría la preparación de Julio César Chávez júnior para enfrentar a Saúl Canelo Álvarez.

Sabía que no me iba a dejar tirado. Allá hay más paga, pero primero cumplió con su compromiso conmigo. Nunca sentí inquietud por eso.