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2017, el año de Lutero
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artín Lutero convocó a un debate teológico y, sin buscarlo, desató una ruptura de vastos alcances históricos. Desde distintas perspectivas y en diversos lugares este año será evaluada la lid de Lutero, ya que se cumplen cinco siglos del inicio de la Reforma protestante, de la cual el monje agustino fue pieza fundamental.

En 1502 el joven Lutero se matriculó para iniciar estudios de derecho en la Universidad de Erfurt. Tres años después y contra los deseos de su padre tomó la decisión de truncar la preparación de abogado para ingresar a un monasterio agustino; entonces tenía 22 años. Fue ordenado sacerdote en abril de 1507. Desde tal año y hasta 1517, Martín iría acrecentando su malestar con las autoridades de la Iglesia católica, institución que en la época construyó un bien armado sistema de venta de indulgencias.

Junto con otro monje agustino, Martín Lutero estuvo en Roma el año de 1511 para presentar ante las autoridades eclesiásticas una petición en nombre de la orden religiosa de la que era integrante. Al regresar a territorio alemán fue transferido a la casa de los agustinos en Wittenberg. En 1512 obtuvo el doctorado en teología e inició su carrera de profesor en la Universidad de Wittenberg, en sustitución de Johann Staupitz. Quien tuvo a su cargo tomarle el juramento a Lutero fue Andreas Karlstadt; Lutero se comprometió a no enseñar doctrinas condenadas por la Iglesia católica y ofensivas para los oídos píos.

Por tres años, de 1512 a 1515, Lutero enseñó el Salterio, libro del Antiguo Testamento formado por 150 salmos. En las clases expuso detenidamente cada renglón de los cánticos/poemas. Después hizo lo mismo con el escrito paulino Epístola a los Romanos. Esta sección del Nuevo Testamento causó en Lutero una comprensión distinta de lo que había entendido por fe, gracia y salvación. Años después, en 1545, escribió sobre el descubrimiento al que llegó tras leer una y otra vez una porción de la citada misiva: “Me había inflamado el deseo de entender bien un vocablo usado en la Epístola a los Romanos, capítulo primero, donde dice, ‘La justicia de Dios es revelada en el Evangelio’; porque hasta entonces yo la consideraba con terror. Esta palabra, ‘justicia de Dios’, yo la odiaba porque la costumbre y el uso que hacemos habitualmente todos los doctores me habían enseñado a entenderla filosóficamente […] Finalmente, Dios se compadeció de mí. Mientras meditaba día y noche y examinaba la conexión de estas palabras: La justicia de Dios es revelada en el Evangelio como está escrito: ‘El justo vivirá por la fe’, y comencé a entender que la justicia de Dios significa que la justicia que Dios otorga, y por medio de la cual el justo vive, se tiene por fe […] Inmediatamente me sentí renacer, y pareció que se abrieron las puertas del paraíso”.

Junto con su descubrimiento, Lutero atestiguó la exacerbada venta de indulgencias –que, a decir de quienes las ofrecían, aseguraban a los compradores, o sus familiares, el perdón de las penas canónicas y reducir el tiempo que las almas debían permanecer en el Purgatorio– y decidió convocar a un debate teológico sobre la doctrina y práctica de lo que consideraba comercialización de la fe.

La noche del 31 de octubre de 1517, víspera del Día de Todos los Santos, Martín Lutero fijó en las puertas de la iglesia del Castillo de Wittenberg las 95 tesis contra las indulgencias. Sus propuestas las escribió en latín; fue la posterior traducción al alemán lo que posibilitó a más gente conocer las críticas de Lutero sobre un instrumento eclesiástico que ya muchos consideraban abusivo. También contribuyó a que las 95 tesis fueran conocidas más allá de Wittenberg y Alemania la acción del arzobispo Alberto de Mainz, quien las envió a Roma para ser analizadas. El papa León X quiso que Lutero compareciera en Roma, pero una ingeniosa maniobra de Federico el Sabio, príncipe protector del todavía monje agustino, logró que la reunión fuera en Núremberg y con el cardenal Tomás Gaetano, quien exigió a Lutero que se retractara.

Lutero no tardó en pasar de la crítica a la venta de indulgencias hacia poner en tela de juicio la piedra angular de la Iglesia católica romana y todo su clericalismo, la institución misma del papado. Tras infructuosos intentos de hacer que Lutero se desdijera de lo expuesto en las 95 tesis y varios escritos posteriores, el papa León X decretó el 15 de junio de 1520 la bula Exsurge Domine, cuyas líneas iniciales son las siguientes: Levántate, oh Señor, y juzga tu causa; una jabalí ha invadido tu viña.

León X dio 60 días a partir de que la bula le fuera entregada a Lutero para que éste admitiera públicamente sus errores doctrinales. El documento llegó a manos del disidente el 10 de octubre. Al cumplirse el plazo marcado por el papa, el 10 de diciembre, Martín Lutero quemó la bula en una plaza de Wittenberg. Ya no habría punto de retorno.

A Lutero se le ofreció una última oportunidad para que renegara de sus ideas. Fue en la Dieta Imperial de Worms, 17-18 de abril de 1521. A la cabeza de la Dieta estuvo el emperador Carlos V, entonces de 21 años. Martín defendió lo por él redactado y no abjuró de sus críticas al sistema católico romano. Carlos V entonces sostuvo que su enseñanza [de Lutero] conduce a la rebelión, división, guerra, asesinato, robo, incendio y a la ruina de la Cristiandad.

Hay varias y buenas obras acerca de Lutero y su lid. De ellas recomiendo un par tanto por su brevedad como por la magistral forma en que los autores exponen la biografía y contexto del personaje. De ambas proceden la mayoría de los datos de este artículo. Una está en inglés, y es de Scott H. Hendrix, Martin Luther, A Very Short Introduction (Oxford University Press, 2010); y Mario Miegge, Martín Lutero: La Reforma protestante y el nacimiento de las sociedades modernas (CLIE, 2106). Miegge sostiene, con justa razón, que el movimiento de Lutero al recurrir a la imprenta para difundir masivamente sus escritos y hacer uso de las lenguas vernáculas al traducir la Biblia logró que la reforma religiosa se convirtiera en una revolución cultural.