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El compositor canadiense es el creador del score de la cinta del estadunidense Robert Eggers

En La bruja, la música es la presencia del mal que siempre acecha: Korven

En la banda usamos sobre todo nyckelharpa, instrumento medieval sueco; es como una cruza entre el violín del abuelo y una máquina de escribir, y se volvió el corazón de todo, afirma

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Anya-Taylor Joy en un fotograma del filme
The Independent
Periódico La Jornada
Miércoles 6 de julio de 2016, p. 9

Desde su estreno, a principios de este año, la película La bruja ha aterrado a públicos de todo el mundo.

Con Anya-Taylor Joy, Kate Dickie y Ralph Ineson en los papeles principales, el filme se enfoca en una familia puritana que encuentra fuerzas del mal en el bosque que rodea su granja, en Nueva Inglaterra. En la cinta de horror de Robert Eggers el espectador presencia una historia de posesión, cabras satánicas y un guion que dará nuevo significado al término escalofriante.

Aquí, el compositor canadiense Mark Korven detalla a The Independent su colaboración con el director Eggers para la música de la cinta más terrorífica de 2016.

–¿Cómo llegó a crear un sonido para La bruja?

–Bueno, cuando Robert [Eggers] y yo comenzamos a trabajar juntos él ya tenía una idea muy clara de lo que quería en cuanto a la música, así que el tono ya estaba bastante marcado, y mi trabajo fue encontrar la forma de ir más allá de lo que él vislumbraba y expandirlo.

–¿Robert Eggers alentó la colaboración?

–En definitiva quería una experiencia de colaboración; es un director que gusta de intervenir no sólo en la música, sino en cada elemento de la producción. Cuando vemos un filme de Robert Eggers, en realidad es un filme de Robert Eggers. Yo decía cosas como ¿por qué no añadimos un coro?; él se iba y al rato regresaba con sí, creo que un coro sería buena idea. En algún momento le sugería hacer un pasaje más oscuro aquí o un poco más ligero allá. Tal vez agregar un toque melódico, que por lo regular no le gustaba.

Pretendí incluir un poco más de la melodía

–¿Hubo algo por lo que usted haya presionado y que al final él no usó?

–Diría que pretendí incluir un poco más de melodía en la partitura, para dar un poco más de emoción, pero no presioné demasiado porque Robert tenía una visión muy fuerte de la película y no quería meterme mucho con eso. Quería adoptar un papel más bien de apoyo; intentaba mirar dentro de su mente y ver lo que vislumbraba. Consideré que ese era mi trabajo y por eso nunca presioné demasiado por algo.

–¿Hubo escenas en las que pensó que el silencio crearía más atmósfera que la música?

–En un principio Robert no quería nada de música. Creo que lo convencieron de añadir una partitura. Sé que no lo lamenta; es fanático del minimalismo en la música, igual que yo, y le encanta una partitura muy austera, así que nunca hubo problemas con eso. Sentí que debíamos añadir un poco de música al final, cuando aparece Black Phillip, pero Robert no estaba seguro. Al final decidimos hacerlo sin ella y funciona perfecto. Fue el único momento de discusión.

–¿Qué sintió al ver por primera vez el producto terminado?

–Es interesante la pregunta porque cuando escribí la partitura en realidad no entendía qué papel tenía la música en este filme. Pero cuando lo vi en pantalla, unas semanas después de terminado, entendí: la partitura asume el papel de la bruja o de Satán. No los vemos mucho en la cinta, así que la música era la presencia del mal que siempre acecha. Me pareció muy cool.

–Hay una escena en la que los personajes se arrodillan frente al bosque mientras suena un instrumento de cuerda muy agudo, que hiela la sangre. ¿Recuerda ese momento?

–Sí, claro, es una entrada de escena muy buena. En la banda usamos sobre todo nyckelharpa y de hecho así fue como conseguí el trabajo. Competí contra un montón de compositores, pero, tan pronto Robert me escuchó tocar este instrumento medieval sueco, que se remonta al siglo XIV, reaccionó de inmediato. Es muy burdo, como una cruza entre el violín del abuelo y una máquina de escribir, y su sonido es en verdad primitivo. Se volvió el corazón de todo. Toqué ese instrumento y un chelo muy viejo; no toco muy bien ninguno de los dos, pero eso le gustó a Robert: digamos que le gustó el elemento humano (risas).

–¿Recuerda cuando vio por primera vez la cinta con un público?

–Sí, fue muy interesante. Siempre es estupendo ver con público una película en la que uno participó, porque ríe o contiene el aliento donde uno menos se espera. Hay un gran momento en el filme –la infame escena del Cuervo–, que [arrancó] un grito ahogado al público. Yo había escrito música para esa parte y Robert la quitó; creo que lo hizo para escuchar el jadeo de la gente.

–¿Había previsto el éxito de La bruja?

–En realidad no. Me sorprendió que fuera bien recibida. Me parecía un gran argumento, pero me preguntaba si la gente podría seguir el dialecto (la película está hablada en inglés jacobino). Me pareció que sería difícil de vender. También es muy oscura y de ninguna forma es un filme moderno tradicional de horror. Así que fue una agradable sorpresa ver que la gente lo recibió bien.

–Por lo común se cita su música entre lo más destacado, lo que debe hacerlo sentir bien.

–Fue lindo. En realidad me sorprendió la reacción porque me pareció que a la gente podría no gustarle la música. Robert quería una tensión constante a todo lo largo de la cinta, así que la música nunca se relaja; toda la película está llena de momentos de tensión. Me preocupaba que la gente la encontrara un poco tediosa después de un tiempo, pero me equivoqué: a la gente pareció gustarle, así que fue magnífico.

Ritmo con mucha belleza

–¿Cuáles son sus partituras favoritas?

–Soy un gran admirador de la partitura de La delgada línea azul, de Philip Glass; creo que todas sus partituras son maravillosas, porque es música que no lo lleva a uno en una dirección, pero da ritmo a la película con mucha belleza.

–¿Qué diría usted que la música añade al cine?

–Diría, en términos muy generales, que el sonido es el mundo externo y la música el mundo interno. Si uno quiere que el público penetre en la mente del personaje, usa música. Si uno quiere que se enfoque en el mundo exterior, utiliza el sonido.

–Usted hizo la música para El cubo, un filme de culto. ¿Qué recuerdos tiene de su trabajo en él?

–Fue estupendo. Salió del Centro Fílmico Canadiense en Toronto; básicamente era una película estudiantil de bajo costo. La gente participó casi por nada, incluido yo. [El director] Vincenzo Natali era un poco como Robert: joven y entusiasta, y trabajaba con algo muy inusitado e individual. Así que cuando salió la cinta, aunque en un principio casi no ganó dinero, casi salté ante la oportunidad, porque, al igual que con La bruja, quería ser parte de ella como obra de arte.

–¿Qué viene ahora para usted, Mark?

–Bueno, es probable que Robert y yo trabajemos en otra cinta el año próximo, lo que me tiene muy emocionado. Es una nueva versión de Nosferatu. Me emociona ver adónde la va a llevar.

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya