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El síndrome de piernas inquietas
E

l Síndrome de Piernas Inquietas (SPI) se refiere a un cuadro clínico conocido desde hace varios siglos; sin embargo, sólo desde hace poco tiempo se ha mostrado interés por este síndrome. El SPI fue descrito por primera vez en la segunda mitad del siglo XVII por el médico inglés Willis. En su primer relato se describe un cuadro caracterizado por alteraciones sensitivas en las extremidades inferiores, que aumenta con el reposo e impide al afectado permanecer inmóvil y poder descansar en la noche.

El progreso sobre la enfermedad fue muy lento en los siguientes 300 años, siendo la primera descripción moderna la hecha por el neurólogo sueco Ekborn, en 1945, quien estimó su prevalencia en 5 por ciento de la población y atribuyó su origen a causas vasculares o a déficit de hierro. En los años posteriores se realizaron los primeros estudios de sueño en estos pacientes y se conocieron los primeros tratamientos con medicamentos dopaminérgicos.

Sin duda, el desconocimiento médico sobre el tema se debe, entre varios factores, al hecho de que tanto la evaluación neurológica como las pruebas diagnósticas en estos pacientes son generalmente normales. La naturaleza, frecuentemente subjetiva, y en ocasiones la atípica presentación de síntomas, junto con el hecho de tratarse de una alteración del sueño, han contribuido a que se haya prestado escasa atención a esta enfermedad, pues además se le ha considerado rara y difícil de tratar. Sin embargo, gracias al desarrollo reciente de la medicina del sueño, en la mayoría de los países occidentales se ha logrado detectar que es una patología muy frecuente y que también existen hoy día tratamientos rápidos, seguros y eficaces.

El principal problema es su diagnóstico (como en cualquier enfermedad); sin embargo, hoy se han establecido cuatro criterios esenciales para reconocerla: 1) Necesidad imperiosa de mover las extremidades inferiores causada o acompañada de sensaciones molestas llamadas parestesias o disestesias. 2) Comienzo o empeoramiento de los síntomas con el reposo (acostado o sentado). 3) Alivio parcial o total con el movimiento (caminar o estirarse) al menos durante el tiempo que dura el movimiento. 4) Empeoramiento o inicio de los síntomas a últimas horas de la tarde o por la noche.

Las pruebas que habitualmente se utilizan para diagnosticar esta patología es el estudio llamado polisomnografía (estudio del sueño en la noche), la prueba de inmovilización sugerida y la actigrafía. Estas dos últimas, que miden el movimiento, son más rápidas y menos costosas que la primera, aunque el estudio de sueño es más integral y facilitador del diagnóstico. Pese a estos métodos cada vez más sofisticados, el principal problema es hacer lo que se llama diagnóstico diferencial, pues el SPI puede ser confundido con diversas patologías que mimetizan los síntomas motores y sensoriales, sobre todo cuando la intensidad de ellos es moderada. Los principales síndromes clínicos que pueden confundir al médico son los siguientes:

1) La polineuropatía, donde se presentan parestesias y disestesias, o sea, hormigueo o quemazón en la zona distal de ambos miembros inferiores que empeora en la noche; sin embargo, a diferencia del SPI, la polineuropatía no empeora con el reposo ni mejora con el movimiento.

2) El Síndrome de Piernas Dolorosas y Dedos Inquietos es una rara enfermedad que se manifiesta con dolor en uno o ambos pies, a veces con sensación de dolor quemante asociado a movimientos involuntarios repetitivos e irregulares de flexo-extensión de los dedos de los pies. A diferencia del SPI, sin embargo, no se produce mejoría al mover las piernas y los movimientos involuntarios desaparecen al conciliar el sueño. De ahí la importancia del estudio del sueño.

3) La acatisia, donde el paciente presenta inquietud generalizada, un deseo continuo de movimiento e incapacidad de permanecer en reposo. Sin embargo, aquí los movimientos son bruscos y rápidos, mientras en el SPI suelen ser lentos y repetitivos. Existe asimismo la acatisia hipotensiva, donde se presenta una necesidad imperiosa de movimiento, pero a diferencia del SPI esto aparece sólo cuando está sentado y desaparece cuando descansa en posición supina.

4) Los Movimientos Periódicos de Piernas (MPP) durante el sueño puede confundirse fácilmente con el SPI, pero por sí solo no son suficientes, pues lo que define a este último es la necesidad de moverse, la mejora con el movimiento y empeoramiento con el reposo y las parestesias, cosa que no acompaña a los pacientes con MPP.

En años recientes se ha reportado que la sintomatología del SPI puede aparecer en pacientes con la enfermedad de Parkinson, lo que ha llevado a pensar que existe conexión entre ambas patologías. Esto ha sido fortalecido por el hecho de que los síntomas de los dos responden bien al mismo medicamento. Todo esto ha permitido sugerir que el SPI pudiera ser un factor preclínico del desarrollo de la enfermedad de Parkinson. Otro aspecto interesante es que el SPI pudiera estar asociado al metabolismo del hierro, ya que la administración a largo plazo con hierro intravenoso produce mejoría sostenida de los síntomas del SPI.

Vale la pena hacer notar que el SPI es un ejemplo claro de cómo la ciencia permite eventualmente lograr que nos enfrentemos adecuadamente a diversas cosas que nos afectan o que padecemos, pero que el avance es lento, y que si no fuera por la ciencia ni a lento llegaría. Aquí otro ejemplo de por qué hay que apoyar la actividad científica.