Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 26 de julio de 2015 Num: 1064

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Luisa Josefina Hernández:
Mis tiendas y mis toldos

José María Espinasa

La mutilación
Miguel Donoso

Primera canción
del exiliado

Miguel Donoso

Miguel Donoso Pareja: el
enigma de las dos patrias

Yanna Hadatty Mora

Dos poetas

El Berlín de
Esther Andradi

Consuelo Triviño Anzola

Leer

ARTE y PENSAMIENTO:
Tomar la Palabra
Agustín Ramos
Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Prosaismos
Orlando Ortiz
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
Núm. anteriores
[email protected]
@JornadaSemanal
La Jornada Semanal

 

Ana García Bergua

La novela y la película

Hace unas semanas presentamos en la Cineteca Nacional, dentro del ciclo de charlas sobre cine británico, la extraordinaria película The Comfort of Strangers, del director Paul Schrader, basada en la novela homónima del escritor inglés Ian McEwan, autor de la célebre Expiación. El guión de The Comfort of Strangers fue escrito a su vez por el dramaturgo, guionista y actor inglés, Premio Nobel 2005, Harold Pinter. Y no sólo eso: en el reparto de la película figuran dos grandes actores: el estadunidense Christopher Walken, famoso por sus incontables papeles de malvado, y Helen Mirren, también inglesa, de la que conocemos su interpretación de la reina Isabel, pero más notablemente, la de la detective principal de la serie Prime Suspect. Los papeles principales están a cargo de la finada Natasha Richardson y Rupert Everett.     

The Comfort of Strangers, realizada en 1981, trata de una pareja de ingleses que viajan a Venecia a dirimir el destino de su relación como amantes. Ella, Mary, tiene dos hijos de una pareja anterior y él, Colin, es un hombre callado y extremadamente hermoso, si bien ella también lo es. Ambos son actores, aunque sus carreras no parecen haber despegado y parecen encontrarse en una especie de punto muerto vital, en una encrucijada que de alguna manera detiene sus proyectos. En sus recorridos por Venecia conocen a Robert, el personaje que en la película encarna Walken, un hombre oscuro, autoritario y seductor, que toma fotografías de Colin y que junto con su pareja Caroline (Mirren), los va envolviendo en una trama siniestra.

No es fácil encontrar buenas adaptaciones de novelas al cine. Por ejemplo, en esta presentación comentamos con el narrador Mauricio Montiel Figueiras, actual titular de la Dirección de Literatura del INBA que organizó este ciclo con el Consejo Britanico, que la versión fílmica de Expiación (2007), aunque muy bien hecha, no pasa de ser una ilustración cuidadosa de la novela. En cambio, el trabajo de Harold Pinter a la hora de condensar la tensión ya admirablemente planteada por Ian McEwan en el encuentro de estos personajes cómodos con sus vidas, a pesar de todo, con algo que dispara una especie de locura subyacente, una oscuridad presente detrás de su relación, añade a la novela otra dimensión y hace de la película otra obra de arte, distinta de la novela que dio origen a su trama.

En una de las primeras novelas de McEwan, Enduring Love (se tradujo en Anagrama como Amor perdurable), un científico que lleva una vida en apariencia tranquila es víctima de un enfermo del síndrome de Clerambault, una enfermedad mental que consiste en creer obsesivamente que la otra persona está enamorada de ti. La vida de este hombre se transforma en una pesadilla. Las novelas de McEwan abordan estas relaciones surgidas de quién sabe qué mandato inconsciente, una especie de atracción fatal, predestinadas a la tragedia. En The Comfort of Strangers, McEwan coloca un explosivo similar en la relación entre Colin y Mary con el sombrío Robert, víctima de un padre refinado y violento, que vive con su esposa Caroline una relación de perversión en un ambiente refinadísimo.

En la película, la dramaturgia de Harold Pinter intensifica el sentimiento absurdo de la tragedia, y el director incluye como personaje la ciudad de Venecia, que en la novela es un poco borrosa, planteada más como un territorio en el que Colin y Mary se van jugando la relación, una bella ruina. Quizá Schrader y Pinter aprovechan para retomar la tradición inglesa del viaje a Italia como un despertar del erotismo frente a la belleza –pensemos por ejemplo en E. M Forster–, y si bien la novela de McEwan no juega tanto en este terreno, la película no puede dejar de sustraerse a la sensualidad sombría de los personajes. Asimismo, la música de Angelo Badalamentti alterna el tono de la tragedia –en algunas partes evoca la música de El padrino, de Coppola– con el registro del humor siniestro de Twin Peaks, la serie inolvidable de David Lynch de cuya música Badalamentti es también el autor. En este sentido, la película plantea una estética propia y pone a actuar a la belleza como un elemento más de la tragedia, lo que incluye el vestuario de Giorgio Armani que, si recuerdo bien, no era tan famoso ni comercial en 1981.

Comparar la novela y la película suele ser un ejercicio no sólo interesante, sino muy disfrutable. Yo les recomiendo mucho que lean y vean The comfort of Strangers. No se arrepentirán.