Portada
Presentación
Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega
Dos ficciones
Marco Antonio Campos
Tríptico de la infamia,
una coreografía
de sombras
Juan Manuel Roca
Irlanda, tierra de
santos y de sabios
Ánxela Romero-Astvaldsson
Los paisajes emocionales
de Gunther Gerzso
Germaine Gómez Haro
HAMBRE (una lectura
de la poesía de
Eduardo Lizalde)
María Baranda
Leer
Columnas:
Bitácora bifronte
Ricardo Venegas
Monólogos compartidos
Francisco Torres Córdova
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
De Paso
Ricardo Yáñez
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
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Cinexcusas
Luis Tovar
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La Jornada Semanal
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Felipe Garrido
Tiempos difíciles
Mira, príncipe dilectísimo, mi soberano y señor, que no es bueno confiar en lo que parece. Porque en veces los tiempos lucen tranquilos, suaves, serenos; rebosan los graneros, crecen los rebaños, florecen las artes y las ciencias y es opinión de todos que la prosperidad del reino no tendrá fin. Pero sucede que la bonanza es tanta que enciende la codicia de los pueblos vecinos y provoca que alguno de ellos, sin más razón que el deseo de hacerse de lo tuyo encamine sus ejércitos en tu contra. Pues son los demonios quienes han hecho crecer tu bienaventuranza. Y otros días la desgracia se abate sobre tus tierras: te acosan el desorden, la ruina de los cultivos, y tu gente vive en la desgracia. Pero la adversidad la hace osada y fuerte y dispuesta a arrebatar a tus vecinos lo que a ti te falta. Pues son los ángeles quienes han dispuesto todos aquellos reveses que la hacen crecer. [De las historias de san Barlaán para el príncipe Josafat.] |