Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 5 de julio de 2015 Num: 1061

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Dos ficciones
Marco Antonio Campos

Tríptico de la infamia,
una coreografía
de sombras

Juan Manuel Roca

Irlanda, tierra de
santos y de sabios

Ánxela Romero-Astvaldsson

Los paisajes emocionales
de Gunther Gerzso

Germaine Gómez Haro

HAMBRE (una lectura
de la poesía de
Eduardo Lizalde)

María Baranda

Leer

Columnas:
Bitácora bifronte
Ricardo Venegas
Monólogos compartidos
Francisco Torres Córdova
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
De Paso
Ricardo Yáñez
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
Galería
Ricardo Guzmán Wolffer
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
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La Jornada Semanal

 

Alonso Arreola
Twitter: @LabAlonso

Despidiendo a Chris Squire

Esta es una columna difícil de escribir. Llevamos muchas horas intentándola. Sabemos –y desde ya se lo decimos, lectora, lector– que no es una de nuestras mejores piezas. No pudimos esperar a que se nos enfriara el coco. La vomitamos en pleno luto, aún noqueados por la noticia. Ésta: se murió Chris Squire, bajista de la banda inglesa de rock progresivo Yes. Se murió como se mueren tantos, por una enfermedad rápida y eficaz; pero nos afectó especialmente porque formaba parte de esa familia imaginaria que integramos con personas admiradas –independientemente de si las conocemos en persona–, y que poco a poco se va despoblando dejándonos huérfanos.

Él fue uno de los responsables de que nos volviéramos músicos y melómanos incurables. Escucharlo por primera vez cambió de golpe nuestra idea de lo que podía ser un bajista. Por eso fue que al enterarnos de su fallecimiento sacamos los viejos álbumes en que participó y con ellos las ganas de quemar la sala, de que los objetos para una despedida digna (discos compactos, acetatos, ceniceros, botellas, vasos) se acumularan en el piso, la mesa y los sillones, como sucedía hace años cuando los amigos aparecían para compartir novedades musicales conseguidas en bazares, viajes o tiendas extrañas.

Así, pues, intentando la objetividad diremos que Chris Squire fue uno de los más originales ejecutantes que haya conocido el rock. Tipo inconfundible en su desempeño sobre las tablas (era muy alto y gustaba de los trajes psicodélicos), la manera de concebir las líneas de su instrumento lo situaron en un lugar único. A diferencia de otros que tocaban las cuatro cuerdas pulsándolas con los dedos de la mano derecha (lo más usual), él lo hacía con plumilla, a la manera de un guitarrista. Esta aproximación técnica, sumada a su facilidad para alcanzar altas velocidades en figuras irregulares (tresillos, cinquillos), fue un rasgo fundamental de su estilo. Otro fue la tímbrica que conseguía con su bajo Rickenbacker, instrumento de ronquera particular que acentúa los medios-graves asemejándolos a una distorsión natural, caliente y poderosa.

Sin embargo, el rasgo más relevante –como bien apuntó Jon Anderson, cantante de Yes y aliado de vida, tras conocer la noticia de su muerte– fue su profundo conocimiento armónico, lo que le permitió tejer contrapuntos y cánones magníficos desde una violencia interpretativa muy peculiar. Quede como máxima prueba el disco solista de 1975, Fish Out Of Water. Allí escuchamos a Chris Squire en su cúspide técnica y vocal (era un gran cantante también), en torno a una dotación de rock con orquesta. “Safe (Canon Song)”, la pieza que cierra el álbum, no tiene desperdicio.

Por otro lado, si Squire murió a los sesenta y siete años de edad y sabemos que apenas cumplidos los diecisiete formó la primera de cinco bandas (Mabel Greer's Toy Shop, Squackett, Syn, The Selfs, Yes), entonces deducimos que acababa de cumplir medio siglo tocando, y que a los veinticuatro grabó dos de los más grandes discos del art rock británico: Fragile y Close to the Edge, ambos acompañados por la alineación clave de Yes: Jon Anderson, Steve Howe, Bill Bruford y Rick Wakeman. En esos trabajos están algunas canciones que nos petrificaron en la adolescencia: “Roundabout”, “Five Per Cent For Nothing”, Long Distance Runaround”, “Heart Of The Sunrise”, “Close To The Edge”, “And You And I”.

Ahora, para ser justos, sabemos de muy buena fuente que Chris Squire ya no se llevaba bien con algunos de sus viejos compañeros (sobre todo con Jon Anderson) y que la continuidad del grupo se debía a intereses financieros más que artísticos. Asimismo, estamos de acuerdo en que el proyecto se había secado, que parecía estéril, sin dirección, que cada disco compilatorio sonaba peor que el anterior. Con todo ello, empero, lo que el bajista hizo en la década de los setenta es tan relevante que le perdonamos ese raro envejecimiento estético. Aquí algunas pruebas de su legado, en voz de dos compañeros de banda y de un colega notable: “Chris fearlessly staked out a whole protectorate of bass playing in which he was lord and master” (Bill Bruford). “Chris took the art of making a bass guitar into a lead instrument to another stratosphere” (Rick Wakeman). “Simply put, he was one of the greatest rock bassists of all time” (Geddy Lee, del trío canadiense Rush).

En fin. Ha muerto otro de los grandes y eso nos invita a revisar su obra. ¿Queda algo de vino? Abramos las puertas del delirio y que suene el Yes de Chris Squire, cazador de sonidos. Buen domingo. Buena semana. Buenos abismos.