Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 17 de mayo de 2015 Num: 1054

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Del Libro de las horas
Rainer Maria Rilke

La llamada del abismo
Carlos Martín Briceño

El plan B
Javier Bustillos Zamorano

Edward Bunker
la judicatura

Ricardo Guzmán Wolffer

Borges e Islandia
Ánxela Romero-Astvaldsson

La desaparición
de lo invisible

Fabrizio Andreella

Poetas y escritores en
torno a López Velarde

Marco Antonio Campos

Leer

Columnas:
Tomar la Palabra
Agustín Ramos Aguilar
Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Jornada de Poesía
Juan Domingo Argüelles
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
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La Jornada Semanal

 

Alonso Arreola
Twitter: @LabAlonso

La Grande y Willy Raqueta

Willy Raqueta nos hizo creer de nuevo en la bondad espontánea. Willy Raqueta se hace llamar Willy Raqueta porque hace malabares con raquetas de tenis. Willy Raqueta nos abordó una madrugada afuera del club donde compartimos escenario con el proyecto La Grande de Santiago Vázquez, tipo carismático y gran músico cuyas ideas sobre la improvisación colectiva están dejando huella en Argentina y allende sus fronteras. Hablamos del barrio de la Chacarita, allí donde también vive Willy Raqueta y en cuyo cementerio, a unas cuadras de distancia, está enterrado Gustavo Cerati. De hecho, el departamento donde habitan Willy Raqueta y su mujer, quien pasó cinco años en México, está justo al lado del club donde La Grande conquista cada martes el espíritu de cientos de personas interesadas en lenguajes libres, lúdicos, relacionados con la música, el video y la pintura espontánea.

Estábamos fumando solos en la banqueta, alrededor de las dos de la madrugada, aguardando al resto de nuestros amigos, cuando apareció de la nada, cruzando la calle, Willy Raqueta con su bolsa de raquetas y nos dijo sin conocernos: “Hola che, ¿me dejás fumarme un pucho contigo, para hacerte compañía?” Parecía que nos conocía de años. Nos contó que esa noche venía de un laburo bien pagado, pero en el que sus contratantes no habían prestado atención a su acto. “Todo mal agendado che, ¿cómo me van a aplaudir esos pelotudos si estaban comiendo picza –dijo–. Eran políticos de cultura... pero si ésos no saben nada de cultura, tendrías que haberlos visto... puro corrupto.” Aún tenía los ojos pintados, Willy Raqueta. Debe andar por los cincuenta años, Willy Raqueta. Le dijimos que nuestros políticos en México no eran mejores que los suyos. Que seguramente eran peores.


Willy

Mientras hablábamos, propios y extraños, al pasar, saludaban con cariño a Willy Raqueta. Inesperadamente se despidió dándonos un beso y se metió al bar por una cerveza. Dijimos que había cerrado la barra, pero Willy Raqueta argumentó que era vecino, que todas las noches pasaba por allí. Salieron nuestros amigos y nos alejamos una cuadra. De pronto, gritos. Willy Raqueta venía corriendo tras nosotros. No se entendía lo que decía. Del otro lado de la avenida Corrientes, allí en la esquina con Santos Dumont, agitaba las manos. Lo esperamos. Cruzó para darnos una cerveza fría, recién destapada. No estaba borracho Willy Raqueta. No estaba drogado Willy Raqueta. Sólo quería compartir algo de su noche, afuera de su casa, en su barrio, en su ciudad, con cuatro mexicanos que le preguntaban de todo, y ahora pensamos en sus raquetas girando, multiplicándose en las alturas (www.willyraqueta.com). Es un virtuoso del malabarismo raquetil este Willy Raqueta. Es un capo, dirían acá. “Y... la verdad que a mí no me molesta que La Grande toque todos los martes; los escucho desde casa, a través de la pared, porque vivo al lado; lo bueno es que terminan temprano, porque si no mi mujer... jeje”, comentó cuando le compartimos nuestra gratísima experiencia tocando con Santiago Vázquez, también creador de la Bomba de Tiempo, otro proyecto de improvisación (más inclinado a las percusiones) que cada lunes se presenta en el club Konex.

¿Deberíamos hablar más sobre la música de Santiago Vázquez, sobre los músicos que lo acompañan en esta grande aventura? Probablemente. El bajista, por lo pronto, es un colega a quien conocimos años atrás en el df. Se llama César Franov y tiene un gusto y un tacto impecables. Su madurez y flujo le dan solidez a esas arenas movedizas a las que cada semana se arrojan dos baterías, percusiones, teclados, alientos, cantantes, raperos... toda la fauna que se apunte en una lista a la entrada del bar y que tenga algo que decir o hacer, pero sobre todo que esté dispuesta a ceder el control, sus impulsos, a un director caprichoso y genial que sabe debilitar al ego para crear algo nuevo cada noche, haciendo invisible al autor en pos de sus improvisaciones y su capacidad de liberarse en un terreno libre, sí, mas lleno de códigos colectivos.

Nos parece muy importante que, ante las altas y fascinantes elucubraciones de Santiago Vázquez y sus feligreses, de pronto se nos aparezca Willy Raqueta con su bondad y maravilloso trato, cual recordatorio de que siempre, en el edificio de al lado, o en el barrio de al lado, o en la ciudad de al lado, o en el país de al lado, hay gente de a pie soñando en cosas tan trascendentales como el malabarismo con raquetas, cosas que nos hacen conectarnos con los demás a través de la felicidad y que, como pasa con la creación colectiva de música espontánea, no buscan la permanencia o un premio, sino hacer monumentos fugaces en el aire. Buen domingo. Buena raqueta. Buenos sonidos.