Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 11 de enero de 2015 Num: 1036

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Quién si no las moscas pueden mostrarnos
el camino

Carmen Nozal

En capilla
Agustín Ramos

Vicente Leñero la exploración fecundante
Miguel Ángel Quemain

El acto de fe de
Vicente Leñero

Estela Leñero Franco

Vicente Leñero: lecciones
de periodismo narrativo

Gustavo Ogarrio

Columnas:
Galería
Alessandra Galimberti
Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Prosaismos
Orlando Ortiz
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
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La Jornada Semanal

 

Orlando Ortiz

¡Qué difícil es!

Sí, qué difícil es decidir de qué tema escribir cuando hay tantos en el ambiente. Además, uno se detiene porque de alguna manera ya todos han escrito de todo  eso, y añadir un granito de arena al médano no es satisfactorio, ni para quien esto escribe ni para quien vaya a leerlo (supongo que dos o tres valientes nunca faltan).

Era tanta mi angustia por lo antes mencionado, que llegué a pensar en escribir a propósito de la falacia de que la literatura entre más críptica “más mejor”, y por lo tanto en que lo simbólico es “algo más profundo”  (¡?) que la literatura llana y sencilla (que no simple). Tal idea me llegó cuando estaba viendo un documental sobre Ledo Ivo, en el que reconocía lo mucho de su tierra que ha quedado en su poesía. Relató que cuando niño escuchó que en cierta ocasión una zorra se metió al pueblo y vagó por las calles; el mismo hecho ocurrió de igual manera años después y tampoco fue testigo de él; no obstante escribió un poema con esa historia. Cuando aparecieron esos versos, los críticos opinaron que la zorra era una metáfora aludiendo a la las ansias de libertad y qué sé yo cuántas cosas más por el estilo. Esto lo platicó Ledo Ivo con una amplia y benévola sonrisa.

También llegó a mis oídos que algo similar le ocurrió a uno de los hijos de Gabriel García Márquez; en la escuela, el maestro de literatura les dejó a sus alumnos que leyeran El coronel no tiene quien le escriba, me parece, y le respondieran qué significaba el gallo que el coronel tiene amarrado en una de las patas de su cama. En la siguiente clase, los alumnos fueron dando respuestas, el maestro hizo una pausa para explicarles que el gallo era una metáfora de la América Latina sujeta al dominio del imperialismo yanqui, y después de eso continuó preguntando y cada uno de los siguientes pupilos tomó la explicación del maestro para ampliarla y “enriquecerla”, hasta que le tocó su turno al hijo de Gabo y respondió: nada. ¿Cómo puedes decir eso, insensato? Es que le pregunté  a mi papá y eso me dijo. ¿Y quién es tu papá para emitir tal juicio, algún reconocido investigador del Centro de Estudios Filológicos de la unam, o del Colmex? No. Entonces mejor cállate. Pero el autor es mi papá, y dice que lo contó porque un tío de él siempre tenía un gallo amarrado a la pata de su cama. El mentor consultó el nombre del chamaco en la lista y al verificar que se apellidaba García, se salió por la tangente.

Ambas anécdotas me hicieron recordar algo que leí en una revista de cine del siglo pasado, de mediados, para ser más exacto. Era una publicación argentina o española, que además de las reseñas y entrevistas contenía en cada número el guión de conspicua cinta. La entrevista de la que hablo era a Ingmar Bergman, y el entrevistador, ya entrado en la materia de las confidencias, le confió al célebre director que en una de sus películas, no recuerdo cuál, había un símbolo que le había robado el sueño: una personaja de la película siempre olvida un guante. ¿Qué había querido simbolizar con esa imagen?, interrogó al director. Este se quedó pensativo por un momento y le respondió que no se trataba de un símbolo, sino de un recuerdo. ¿Algún acontecimiento ingrato de su infancia? No, de ninguna manera, fue el recuerdo de una mujer a la que amé; ella olvidaba siempre un guante, y suponiendo que vería la película, quise decirle cuánto me acordaba de ella. Sólo eso.

De ahí mi asombro cuando en alguna parte veo artistas explicando de manera compleja lo que significan sus obras, los símbolos que hay en ellas, etcétera. No sé por qué, esas personas me dejan la impresión de que todavía están inseguros de su obra, y por eso tratan de “enriquecerla” o, lo que es peor, “justificarla” dando explicaciones metafísicas, crípticas y hasta esotéricas.

Por andar de hocicón, creo que ya me pasó lo que a Lope, cuando Violante le encargó hacer un soneto. No me decidía a definir el tema sobre el cual escribir, porque lo que está sucediendo en el país son cosas muy graves.

Además, para cuando aparezca la columna seguramente ya habrán salido más planes, y tan promiscuos como el Plan para alcanzar la justicia. Por ejemplo, imagino que para la cuesta de enero se llamará a una conferencia de prensa para anunciar el lanzamiento de un “Plan para la recuperación del poder adquisitivo del salario”, entre cuyos puntos estará rescatar la vieja y sabia costumbre de regatear, y en lugar de pagar con tarjeta pedirle a don Venancio, el abarrotero: “anótemelo, le pago en la quincena”, y esto aunque ya no queden Venancios, porque Oxxos y similares acabaron con ellos.