Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 11 de enero de 2015 Num: 1036

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Quién si no las moscas pueden mostrarnos
el camino

Carmen Nozal

En capilla
Agustín Ramos

Vicente Leñero la exploración fecundante
Miguel Ángel Quemain

El acto de fe de
Vicente Leñero

Estela Leñero Franco

Vicente Leñero: lecciones
de periodismo narrativo

Gustavo Ogarrio

Columnas:
Galería
Alessandra Galimberti
Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Prosaismos
Orlando Ortiz
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
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La Jornada Semanal

 

Germaine Gómez Haro
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Los códices mexicanos (I DE II)

A Felipe Solís Olguín, in memoriam

Al hacer un balance del programa de exposiciones de 2014 en los museos de Ciudad de México, cuatro son las que elegiría quien esto escribe como las más significativas: Desafío a la estabilidad. Procesos artísticos en México 1952-1967 en el Museo de Arte Contemporáneo (MUAC) de la UNAM, por ser el resultado de una investigación de gran rigor académico que arrojó nuevas luces sobre un período fundamental en el contexto de modernización de nuestra ciudad, en el que una generación de creadores revolucionó los procesos artísticos en las artes visuales, la literatura, la arquitectura, el cine y el teatro; en el Museo del Palacio de Bellas Artes, la exposición En esto ver aquello. Octavio Paz y el arte, sorprendió por la ambiciosa propuesta curatorial que incluyó alrededor de unas 220 piezas extraordinarias de muy diversas culturas y períodos que muy difícilmente volverán a ser reunidas bajo un mismo techo; la retrospectiva de la artista japonesa Yayoi Kusama en el Museo Tamayo causó revuelo desde el día de su inauguración y rompió el récord de taquillas del año; y la imprescindible muestra que conmemoró los setenta y cinco años del inah y los cincuenta del Museo Nacional de Antropología e Historia –Los códices de México, memorias y saberes– fue un proyecto de importancia histórica que no se volverá a repetir por la complejidad que significa la exhibición al público de estos delicadísimos documentos que se resguardan en la bóveda de seguridad de la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia, siguiendo los más rigurosos cánones nacionales e internacionales de conservación. Para esta exhibición se desarrolló un sofisticado sistema de iluminación, control de humedad y temperatura que garantizara la conservación de los documentos. Entre las cuarenta y cuatro piezas que integran la muestra, destacan la Tira de la peregrinación, el Códice de la Cruz-Badiano, la Matrícula de tributos, el Códice colombino, el Códice Sigüenza, el Códice García Granados, dos libros del Chilam Balam, el Códice Coixtlahuaca, entre otros. El guión museográfico se organizó a partir de tres núcleos: Tiempo, Espacio y Poder, que evocan los conceptos fundamentales que se registran en los códices mexicanos.


Matrícula de tributos

Hace ya un cuarto de siglo tuve el primer contacto con el fascinante universo de los códices mexicanos a través de mi querido maestro, el arqueólogo Felipe Solís Olguín, quien me impulsó a elegir el estudio de un códice colonial inédito –el Lienzo de Quetzpalan– para obtener el grado de licenciatura en Historia del Arte. Fue un trabajo apasionante que me permitió aprender y aprehender los cánones conceptuales y estilísticos de esos documentos pictográficos del México antiguo y del período colonial que tantas luces nos han arrojado sobre sus sociedades y creencias religiosas, ritos y ceremonias, sistema económico, genealogía, nociones geográficas, hechos históricos y cronología. En ellos se conserva y se preserva la sabiduría ancestral. Además de ser invaluables por su contenido, muchos de ellos son de una profunda belleza estética. Esta magna exposición da lugar a una revisión de esta sublime tradición pictórica de nuestros antepasados, que comúnmente es poco valorada como creación artística por el público no especializado.


Códice Azoyu

Al abordar el arte prehispánico, es fundamental tomar en cuenta que se trata de la manifestación de una cultura cuyo motor estaba regido por una concepción mágico-religiosa del universo, por lo que su voluntad de expresión no obedece a la tradición clásica de la imitación de la naturaleza, sino a la representación de su ideología a través de símbolos e iconos enfocados a la vida suprasensible. El hombre mesoamericano vivió en la conciencia de un mundo supeditado a la voluntad de dioses a quienes tenía el deber de adorar y agradar; la naturaleza no era más que portadora de los lazos mágicos que lo habían de unir al cosmos. Así pues, el arte precolombino en todas sus formas se convierte en la expresión simbólica de ese mundo místico en el que se encontraba inmerso el hombre mágico-religioso, y el símbolo cumplía una función de fórmula evocadora. Siguiendo esta premisa, los códices son fuentes históricas de primera mano en los que los pintores o tlacuilos y los sabios o tlamatinime desarrollaron un complejo lenguaje pictográfico con el fin de plasmar todos los temas importantes que habían de ser transmitidos de generación en generación.

(Continuará)