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De nuestras Jornadas

A un año de los meteoros, no hay reconstrucción

H

oy se cumple un año exacto de que comenzaron las lluvias intensas provocadas por la tormenta tropical Manuel y el huracán Ingrid en Guerrero. Empezó a llover desde la noche del 13 de septiembre, se mantuvo la lluvia el 14, para el 15 ya era un desastre y el 16 fue el toque final.

La devastación sacó a flote muchas miserias. En Acapulco, una vasta zona habitacional construida en zonas inundables y de humedales quedó casi sepultada por el agua, aunque no era la primera vez que eso ocurría, pues sucede casi cada año.

Pero la mayor desgracia devino en otros puntos: La Pintada, municipio de Atoyac, en la sierra, quedó casi sepultada por el derrumbe de un cerro; y en La Montaña, varios municipios indígenas quedaron totalmente incomunicados, sin ayuda, sin alimentos y sin protección para las lluvias que en esa zona no cesaban.

Similar situación ocurrió en la zona de Tierra Caliente, en las dos costas, e inclusive el puerto de Acapulco también estuvo incomunicado por algunos días. La histórica ciudad de Tixtla casi desapareció bajo el diluvio y el presidente Enrique Peña Nieto ofreció reubicarla completamente y fundarla de nuevo en otro sitio.

Los daños fueron cuantiosos, más que con el huracán Paulina, en 1997, pero fueron menos visibles pues estuvieron en zonas alejadas. La atención gubernamental se centró básicamente en Acapulco y en La Pintada, al grado de que un año después no hay ningún pueblo reubicado; en Chilpancingo no se construyen aún las viviendas para los damnificados y en La Montaña no se diga. Los avances se han constreñido a los puentes más grandes.

El gobierno federal creó un organismo supuestamente ciudadano para organizar la reconstrucción, encabezado por el ex gobernador de Veracruz, Miguel Alemán Velasco, pero éste sólo ha visitado Guerrero en dos ocasiones, ninguna para trabajar. Tampoco se investigó si hubo responsabilidades en el otorgamiento de licencias para construir viviendas en zona inundable en Acapulco.

A un año, pues, la desgracia continúa presente en todos los guerrerenses.