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Economía Moral

Erik Ollin Wright, sociólogo marxista, destaca en materia de desigualdad / I

Cuenta cómo descubrió que era marxista y por qué decidió seguirlo siendo

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ara ampliar el estudio de la desigualdad, que he estado presentando en entregas anteriores (16 y 23 de mayo y 13 de junio) siguiendo a Joseph Stiglitz y a Thomas Piketty, economistas no marxistas, parece central revisar las ideas al respecto del sociólogo neomarxista de EU, Erik Ollin Wright (EOW), sobresaliente en el tema. Otra vertiente del pensamiento de EOW, referida a las utopías reales o posibles, la abordé en Economía Moral como parte de la serie Otros mundos son posibles (9 y 16 de abril y 7 de mayo de 2010). EOW ha publicado varios libros sobre clases sociales en los que combina una profunda discusión teórica con un análisis empírico detallado. Véase la gráfica construida con uno de sus cuadros. Hoy me proponía examinar el primer capítulo de uno de sus libros que asocia, desde el título, las clases sociales, el marxismo y la desigualdad (Interrogating Inequality: Essays on Class Analysis, Socialism and Marxism, Verso, 1994, Londres), pero empecé a leer el prólogo, después de haber leído un par de capítulos, y quedé atrapado por dicho prólogo. Quiero compartir mi fascinación con mis lectores. En él, EOW explica cómo descubrió que sus intuiciones básicas eran marxistas y cómo, a lo largo de su vida, ha decidido seguir siendo marxista. Pocas veces encuentra uno reflexiones autobiográficas tan profundas de intelectuales destacados. Es un banquete intelectual delicioso.

EOW nos invita a conocer la naturaleza de las decisiones que ha adoptado a lo largo de su vida intelectual (hasta 1994 año en que escribe este texto). Reflexionar sobre la interacción entre la decisión (la palabra en inglés es choice que se suele traducir como elección) y el contexto, es una tarea usual en sociología pero, dice EOW, yo quiero darle una peculiaridad a lo que voy a contar, basándome en la historia de Ulises y las sirenas. [Esta historia, según la narra Wikipedia, es como sigue: Ulises, advertido por la diosa Circe de lo peligroso que era el canto de las sirenas, ordenó tapar con cera los oídos de sus remeros y se hizo atar al mástil del navío. Si por el hechizo musical pedía que lo liberasen, debían apretar aún más fuerte sus ataduras. Gracias a esta estratagema Ulises fue el único ser humano que oyó el canto y sobrevivió a las sirenas]. Esta historia la interpreta EOW, siguiendo la metáfora de Jon Elster, en el sentido de que tomar una decisión estratégica hoy puede significar restringir las decisiones (elecciones) que puedo hacer mañana. EOW dice que en cinco circunstancias tomó decisiones de esta naturaleza, que narra en el prólogo (conservo la primera persona aunque no cito literalmente): 1) Decidí identificar mi trabajo como contribuciones al marxismo y no sólo como uso del marxismo; 2) elegí ser sociólogo; 3) decidí ser lo que algunos llaman un marxista multivariado, ser un sociólogo marxista que se involucra en investigación cuantitativa ambiciosa y hasta pretenciosa; 4) escogí una institución para mi trabajo académico; 5) elegí seguir siendo marxista en un mundo de post-marxistas, en el cual muchos de mis camaradas decidieron reformular su agenda intelectual como amistosa al marxismo pero fuera del mismo.

Sobre el primer punto, Wright narra que, siendo estudiante de posgrado en Berkeley escribió el libro La Política del Castigo como resultado de su participación en un proyecto sobre la Ley del Sistema de Prisiones. Al escribirlo, dice, “me percaté que no sólo mis ideas eran compatibles con el marxismo, sino que en términos de mis convicciones intelectuales, yo era marxista. Me encontré con el marxismo más a través de discusiones sustantivas contemporáneas respecto del análisis de las clases sociales y de la economía política, que a través de los textos clásicos”. Así supo Wright que era marxista. Pero quedaba una decisión por tomar: si identificarse como alguien cuyo trabajo se apoya en el marxismo o alguien que contribuye a la reconstrucción del marxismo. Para EOW sólo los segundos son marxistas aunque los primeros hagan marxismo. La mayor parte de lo que he escrito, sobre todo si se le quitan ciertas partes retóricas que exageran mis contribuciones al marxismo, narra EOW, podría haber sido escrito como inspirado en el marxismo. Podría haber moldeado mis análisis de clases sociales de esta manera sin comprometerme con el marxismo per se como una tradición que vale la pena reconstruir. Se pregunta el autor por qué optó por declararse marxista y qué significado tiene definir el trabajo propio como integrante de una corriente de oposición. Esto tiene que ver con los llamados grupos de referencia. Lo que estaba en juego para mí, dice, era la naturaleza del público respecto del cual yo me quería sentir responsable. De cuáles críticas quería preocuparme y cuáles podría descartar sin más. EOW marca con claridad esta separación al narrar sus muy diferentes reacciones cuando le rechazan un artículo en la American Sociological Review (una revista de la sociología dominante, no marxista) y cuando se lo rechazan en la New Left Review (una importante revista de la izquierda). Se enoja en el primer caso por tener que hacer mucho trabajo adicional, de carácter técnico y aburrido, para lidiar con las objeciones y que no tendrá ninguna consecuencia para ninguna sustancia del conocimiento. En el segundo caso se preocupa y se pone muy ansioso. Estos aspectos sicológicos son una parte importante de lo que está en juego cuando concibo que mi trabajo está empotrado en la tradición marxista y contribuye a su reconstrucción, dice EOW. Al definir así mi trabajo establezco ante quién soy responsable, las opiniones de quienes van a contar. La elección de grupo de referencia, sin embargo, es mucho más que sicológico, aclara, pues los grupos de referencia son también redes que disponen de recursos e imponen presiones de varios tipos. Elegir un grupo de referencia significa introducir restricciones que uno tiene que enfrentar en el futuro. Por eso, concluye, al describir mi trabajo como contribución al marxismo, ocurre algo similar a la historia de Ulises y las sirenas:

Es un intento, imperfecto, de bloquear ciertas presiones de cooptación que uno vive una vez que entra en una profesión. Es un intento de hacer la vida más difícil para uno mismo: tales declaraciones hacen la vida más difícil, puesto que uno podría decir casi lo mismo sin encuadrar su agenda de esta manera tan provocativa. Hacer la propia vida más difícil de esta manera no es un signo de masoquismo; es una estrategia que hace más difícil deslizarse inadvertidamente en una práctica teórica e intelectual que resulta aplastante por su aceptabilidad. Las presiones para que uno adopte un estilo académico suave, aceptable, no confrontacional, son enormes; y situar el trabajo propio firmemente en una corriente opositora radical es una manera de neutralizar parcialmente tales presiones.

Wright considera óptimo un ambiente de trabajo en el que hay un diálogo entre las dudas de los eclécticos y las convicciones de los constructores de paradigmas, pues ambos resultan enriquecidos. Se me ha acabado el espacio y no he cubierto más que la primera de las cinco decisiones. Dada la riqueza de algunas de las cuestiones que cuenta a continuación, conviene dedicar una segunda entrega a esta insólita autobiografía intelectual de Erik Ollin Wright.

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