Opinión
Ver día anteriorDomingo 4 de mayo de 2014Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
No Sólo de Pan...

Pero sí de la propia prole...

L

os alimentos, insistimos, son el derecho a la vida, en cambio los comestibles son la promesa de una supervivencia achacosa. El hambre la ha sentido toda la humanidad pasada y presente justo antes de comer. Las carencias alimentarias las resienten personas con hambre crónica o con una gran panza llena. ¿Pero cómo indignarse ante el hecho de calmar el hambre con lo que se tenga a la mano? Hubo quienes sobrevivieron de un accidente aéreo en los Andes, gracias a la muda solidaridad de compañeros caídos, y quien se alarmare por eso será un hipócrita. La Cruzada contra el Hambre federal no alimenta, pero calma el hambre en asociación con Pepsico, ni modo, algo es algo. Pero ahora sí que exageraron: ¡no sólo su asistencialismo resulta perjudicial para la salud de los pretendidos beneficiarios, sino que castran a éstos! Es inevitable imaginar al gobierno a la imagen del Cambista y su mujer, de Marinus Reymerswaele, (pintor holandés del siglo XVI), acariciando las monedas de los impuestos del pueblo mexicano, en un regateo de sus limosnas al evaluar el precio de un niño indígena.

¿Pero quién puso ese precio y para qué? ¿Quiénes inventaron el círculo perverso de la oportunidad de recibir dinero por cada hijo, para poder adquirir en los changarros locales todo tipo de chatarra: comestibles, bebidas edulcoradas con colorantes, bebidas alcoholizadas, agroquímicos y algunos materiales para la intoxicación mental?

Burócratas y tecnócratas, inspirados tal vez en el programa francés de apoyo a las familias con una cuota por cada hijo, la que allá sirve realmente para integrarlos en una sociedad de confort; o en la política China de restricción de la natalidad, que se implementó hasta que su revolución se empeñó en asegurar los servicios básicos para todos y la tasa de crecimiento económico amenazaba ser menor que el crecimiento demográfico. Pero en México, ¿cuál sociedad de confort o revolución de principios hacia la equidad? Todo lo contrario.

Tampoco vemos diferencia entre un programa oficial de castración de hombres y mujeres y prohibirles tener hijos, so pena de retirar el asistencialismo gubernamental. Obligarlos a escoger entre el ocio, alcoholismo y consumo de productos chatarra, asociados a Oportunidades, o tener hijos, corre el riesgo de que pregunten primero: ¿y si se nos muere uno, podremos encargar otro?, para tomar después algún camino insospechado.

Se necesita tener un cerebro condicionado por los medios masivos y la educación estandarizada a la occidental, donde no sólo se han roto los lazos de solidaridad social, sino también los naturales entre generaciones, para no comprender que los pobres suelen tener muchos hijos porque su prole es su única riqueza, su seguro de vejez y de vida, y no ver que entre los indígenas, los jóvenes le hablan de usted a sus mayores, besan con respeto sus manos y son incapaces de abandonar a padres y abuelos cuando estos pierden sus capacidades y autonomía. Porque la burocracia no ve ninguna relación entre las nutridas familias indígenas y las remesas de los migrantes –uno de los más importantes ingresos del presupuesto nacional. ¿Quiénes creerán que las generan y a quienes creerán que van dirigidos esos recursos?

Por desgracia son justamente las poblaciones indígenas que decrecen en México, igual que en la Colonia (que no ha acabado nunca), minadas por la falta de alimentos que ya no producen por la desleal competencia del TLC, por la falta de servicios de salud, ¿o no paren sus mujeres en las banquetas frente a los hospitales rurales llenos?, por la migración y aculturación en ciudades mexicanas y estadunidenses, donde mueren física o culturalmente, sin que a Desarrollo Social ni a Educación les importe un bledo la llamada que expresara con sublimes palabras don Miguel León Portilla y que parafraseamos aquí: la desaparición de una lengua es una pérdida para la humanidad.

Para ricos y religiosos de todo credo tener un hijo es una bendición, ¿por qué para los indígenas mexicanos será una maldición? Ojalá antes de que indígenas y campesinos se vean obligados a escoger, a alguien de la alta burocracia se le ilumine el cerebro de sentido común y le salte una chispa de patriotismo, influyendo en una nueva dirección para el uso del dinero asistencial: hacia el empleo de la mano de obra campesina: en el saneamiento de los suelos, la siembra del pluricultivo familiar que es la milpa mesoamericana, en la cría, pesca, acuacultura y recolección de alimentos sanos que reconstituyan la dieta tradicional mexicana en cada región rural, y éstas se puedan convertir en proveedoras de alimentos accesibles para las poblaciones urbanas. El gobierno podría ahorrar en gastos para la salud e invertirlos en una educación nacional y pluricultural, al tiempo que se avanza hacia la soberanía alimentaria…

Algo no imposible si los asociados mayoritarios del gobierno mexicano lo dejan tomar decisiones nacionales o si éste se rebela e independiza. Porque quienes sobran en este país no son los indígenas, sino quienes han querido exterminarlos desde siempre. Sin éxito para nuestra fortuna: porque su resistencia cultural es la última dignidad que nos queda.