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Nadar Shirman presentó su película en el festival de Sundance

Aborda cinta historia de miembro de Hamás que fue espía de Israel

Conocer la tortura e intimidación me decidió a hacerlo: Mossab Hassan

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Sara Fischel, actriz y cineasta que trabaja en una película llamada La mujer maravilla, baila para músicos de la calle, incluyendo Stewart Antelis (izquierda), en la calle principal de Park City en el séptimo día del festival de SundanceFoto Ap
 
Periódico La Jornada
Jueves 23 de enero de 2014, p. 9

Park City, 22 de enero.

El destino del hijo de un fundador de Hamás, que fue espía de los israelíes en el movimiento palestino 10 años, es revelado en un documental en Sundance, que se centra en su relación con su contratista de Israel.

De 1997 a 2007, Mossab Hassan Yousef, el hijo mayor del jeque Hassan Yousef, uno de los fundadores del movimiento islamista, trabajó de espía para el Shin Bet, agencia de seguridad interior de Israel, antes de convertirse al cristianismo y huir a Estados Unidos.

Tras esta experiencia escribió un libro, que fue publicado en 2010 y se convirtió en el documental The green prince (El príncipe verde), ahora en competencia en el festival de cine independiente de Sundance que cierrará el domingo en Park City.

El director israelí Nadav Schirman descubrió la historia de Mossab cuando salió el libro. Me di cuenta de que no sabíamos nada de Hamás, dijo a la AFP. (Mossab) ofrecía una descripción desde adentro. Nosotros, los israelíes, vivimos justo al lado (de los palestinos), somos vecinos, pero no conocemos nada.

Sorprendente relación de confianza

Schirman se puso en contacto con Mossab y se vio con él en Nueva York. Luego, ambos se reunieron con Gonen Ben Itzjak –quien mediaba entre el espía palestino y el Shin Beth– y el cineasta entonces centró la película en la sorprendente relación de confianza entre los dos hombres.

El Shin Bet detuvo a Mossab en 1996 por posesión de armas. El hijo de Hassan Yousef tenía entonces 17 años y seguía fielmente las enseñanzas de su padre. Gonen Ben Itzjak le sugirió entonces que se volviera un espía israelí, la peor traición a los ojos de los palestinos, dice Mossab en la película. Él aceptó, con la idea de convertirse en un agente doble y trabajar contra Israel.

No obstante, cuando estuvo en prisión y conoció a otros miembros de Hamás, dice haber descubierto un aspecto del movimiento que no conocía: tortura, intimidación y ejecuciones sumarias. Fue así como decidió trabajar para Israel.

En 10 años, Mossab asegura haber evitado decenas de atentados suicidas, afirma haber contribuido a la detención de figuras prominentes de Hamás y reivindica incluso haber impedido un ataque a Shimon Peres, el actual presidente de Israel.

Estos resultados fueron logrados gracias a la confianza mutua que construyeron Mossab y Gonen. Tuvieron que actuar con mucha fe para confiar uno en el otro, dice Schirman. Cuando veo el panorama político actual, los líderes palestinos no confían en los líderes israelíes y viceversa. Y, sin confianza, no vamos a llegar a ninguna parte. La confianza implica correr riesgos, es la única manera de crear una buena relación.

Repudiado por su familia, Mossab se instaló en California bajo una nueva identidad secreta. Pero, asegura, no se arrepiente de nada.

Lo que es lamentable es tener que elegir entre lo malo y lo peor, dice a la AFP. “Cuando miro atrás, creo que podía haberlo hecho mejor y me gustaría haber podido hacer lo que hice sin tener que sacrificar a mi familia.

Pero sabía que, al publicar mi historia, mi vida cambiaría para siempre y que perdería a mi familia y a la gente que quiero. Pero era en nombre de una verdad y no me avergüenzo, añade.

La película, en ocasiones un poco árida, alterna entre narraciones frente a la cámara de Mossab y de Gonen, con imágenes de archivo y recreaciones, lo que da al conjunto un color thriller, según el director.

Gonen también pagó un alto precio por su relación con Mossab: tuvo que abandonar el Shin Bet para proteger a su informante, a veces en contra de los reglamentos del servicio de seguridad.

Tengo arrepentimientos, dijo a la AFP. Pero, si miro hacia atrás, sé que lo que hicimos fue correcto. No fue fácil, me puso en una situación muy difícil. Pero cuando uno quiere intentar cambiar las cosas, no puede quedarse en un lugar confortable: hay que actuar y eso tiene un precio. Mossab pagó el precio más alto. El mío es razonable y lo pagaría de nuevo.

Casualmente, el padre de Mossab fue liberado de prisión el domingo pasado, luego de pasar más de dos años tras las rejas, por pertenecer a una organización ilegal.