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Quieren sacarnos de aquí sin darnos opciones: pepenadores

Líder: el gobierno federal busca desconocer decreto expropiatorio del Bordo Poniente

Pretende vender 375 hectáreas para ampliar el aeropuerto y erigir un centro comercial, dice

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Planta de selección en el ex Relleno Sanitario Bordo Poniente.Foto Cristina Rodríguez
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Un pepenador con su carga de material reciclableFoto Cristina Rodríguez
 
Periódico La Jornada
Martes 23 de octubre de 2012, p. 33

Al sonido de la chicharra, decenas de manos separan en segundos plástico, metales, cartón y papel, en fin, todo aquello que puede venderse, y lo arrojan a bolsas o botes colocados en ambos lados de las cuatro bandas transportadoras instaladas en la planta de selección del Bordo Poniente. Afuera hacen lo propio otros trabajadores.

La reducción de camiones de basura ha obligado a laborar en ambos puntos a la vez para que la gente tenga para comer, pues es poco lo salvable y mucha la necesidad, cuando no se tienen estudios o papeles para aspirar a otra cosa que no sea la pepena. O de plano porque nos gusta nuestra labor, comenta Pablo Téllez.

El dirigente del Frente Único de Pepenadores señaló que, pese a existir un decreto expropiatorio, donde se entregan las 375 hectáreas del bordo a los pepenadores, para seleccionar la basura, la actual administración federal quiere desconocerlo y sacarnos de aquí sin ofrecernos ninguna alternativa.

Su intención, de acuerdo con versiones obtenidas, es vender esos terrenos para la ampliación del aeropuerto internacional y la creación de un centro comercial, que impulsaría el empresario Carlos Slim, porque nosotros no valemos nada para ellos. Está cabrón, pero no nos vamos a dejar, advirtió.

“Somos buenos pa’ esto”

A sus 62 años, Gabina Marure Juárez se considera una experta en la separación de la basura buena, que es colocada en alguna de las seis bolsas o botes colocados a su alrededor.

“Los nacidos en los tiraderos somos buenos pa’ esto. No tuvimos otra alternativa, pero la verdá, me gusta y lo disfruto porque no es esclavizante, trabajo seis horas diarias. Me da para llevar de comer a mi casa, vender algunas chacharitas extras” y hasta darles carrera a dos de sus seis hijos, en la universidad y en el Conalep, afirmó.

Reconoció que para muchos es una actividad muy sucia, pero a todo se acostumbra uno. Es como cualquier trabajo, aunque de ganar 500 pesos a la semana hoy sólo gano 200, pero no tengo de otra. Así que aquí seguiré hasta que las fuerzas me dejen.

Para Miguel Ángel Sauza, de 32 años, pepenar está chido, me gusta y me da para llevar lana al cantón. Al principio te cuesta trabajo porque huele feo y a nadie le gusta agarrar la basura, pero después le agarras el gusto. Espero que a mi hijo, de 12 años, le guste la escuela y sea otra cosa; si no, aquí estaremos los dos.

La pepena, comentó Guadalupe Téllez, es una actividad generacional. Aquí tenemos abuelos, hijos, nietos que siguen la tradición, muchas veces porque no hay de otra. Somos un sector importante para que la ciudad no esté llena de basura, pero el gobierno capitalino no lo ha entendido así.

Afuera de las plantas de selección, hombres y mujeres de diversas edades se encargan de pesar, separar los residuos de valor en pacas y enviar la basura restante en tráileres que la conducirán a los rellenos sanitarios de los estados de México y Morelos para su disposición final, explicó Gabriel Reyes.

Pese a contar con la posibilidad de “enterrarla aquí, porque los estudios elaborados por la UNAM y el IPN lo sustentan –indicó–, el gobierno capitalino decidió mandarla fuera, con un costo mayor en tiempo y dinero, y en detrimento de 2 mil familias que viven de ella en el Bordo Poniente, cuya suerte está en el aire”.

Por ello, argumentó Pablo Téllez, el llamado a las nuevas autoridades locales y federales a que recorran estas instalaciones y vean que hay gente muy pobre, que necesita de su apoyo para seguir trabajando en la limpieza de nuestra ciudad, y no terminar en la delincuencia, ante la falta de oportunidades.