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Los arqueólogos Leonardo López Luján y Eduardo Matos presentaron el volumen

Escultura monumental mexica, entrada a un universo plástico excepcional

El libro documenta el valor estético y utilitario de seis monolitos descubiertos en distintas épocas en el Centro Histórico de la capital, como el de la diosa Tlaltecuhtli, hallado en 2006

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El monolito de la diosa Tlaltecuhtli, recién restaurado, fue descubierto en 2006 en el predio Las Ajaracas, al pie del Templo MayorFoto Archivo
 
Periódico La Jornada
Lunes 21 de diciembre de 2009, p. a10

Las investigaciones en torno al hallazgo del monolito de Tlaltecuhtli, en octubre de 2006, se enfocan en demostrar que se trata de un monumento funerario, aunque hasta el momento no se ha comprobado ni desechado ninguna hipótesis, afirmó el arqueólogo Leonardo López Luján.

Al término de la presentación del libro Escultura monumental mexica (Fundación Conmemoraciones 2010) la noche del jueves en el Museo Nacional de Antropología, el investigador explicó a La Jornada que “diversas piezas en oro halladas en torno a ese monolito se encuentran en exhibición en la exposición Moctezuma, la cual regresará al país en enero”.

La búsqueda de la tumba del emperador mexica Ahuizótl o bien de un complejo colectivo funerario, son las vertientes de investigación del equipo de López Luján, el cual, en su cometido, ha ingresado a 9.50 metros de profundidad del predio Las Ajaracas, al pie del Templo Mayor.

Durante las excavaciones han sido descubiertas seis ofrendas mortuorias ricamente integradas, señaló.

El especialista del Instituto Nacional de Antropología e Historia explicó que tras conocer la policromía de Tlaltecuhtli (cinco colores), también se sabe que la piedra de basalto y andesita provino de Tenayo y que representa a la diosa de la Tierra.

Durante la presentación del libro que habla sobre el monolito de Las Ajaracas y otras cinco esculturas monumentales mexicas, López Luján y Eduardo Matos Moctezuma dijeron que se trata de “dar a conocer los más excelsos monumentos escultóricos mexicas que sobrevivieron a aquellos tiempos de turbulencia. A partir de seis de ellos nos adentramos en un universo plástico de excepción. Tres son monolitos solares vinculados con el sacrificio gladiatorio (el llamado Calendario Azteca, la Piedra de Tizoc y el del Antiguo Arzobispado), en tanto que los tres restantes son representaciones de diosas (Coatlicue, Coyolxauhqui y Tlaltecuhtli).

“Estos seis monolitos –prosiguió– fueron descubiertos de forma accidental, todos en el Centro Histórico de la ciudad de México. Tres aparecieron en tiempos del virrey Revillagigedo, en 1790 y 1791, mientras se remozaba la entonces espaciosa Plaza de Armas; los otros tres, en cambio, se exhumaron en nuestra época, en 1978, 1988 y 2006, respectivamente, como consecuencia inesperada de la instalación de un transformador eléctrico, de la cimentación de un edificio colonial y de la construcción de un museo etnográfico.”

Todos ellos, subrayó el especialista, son muy felices hallazgos que han incrementado nuestro ya de por sí rico patrimonio arqueológico; pero, sobre todo, han servido para reconstruir nuestro pasado remoto y para edificar nuestra identidad actual.

Asimismo, López Luján comentó que, de manera paradójica, las seis obras maestras son anónimas.

“Parece que para este pueblo eran irrelevantes la gloria en vida y la celebridad póstuma de quienes crearon tallas excelsas, como la Piedra del Sol o la Coatlicue, antítesis de la fama superlativa de que gozaron los gobernantes, los militares de alto rango, algunos sacerdotes e, incluso, un historiador.

“Sorprende que los escultores mexicas se valieran de instrumentos y técnicas relativamente limitados, los cuales no correspondían con los impresionantes avances que su propia civilización había alcanzado en otros campos del conocimiento y la organización social.

Aun así, tallando piedra contra piedra, los artífices de Tenochtitlán lograron un nivel de excelencia plástica que maravilló a los españoles del siglo XVI, y que sigue sorprendiéndonos en la actualidad.

El volumen Escultura monumental mexica, dijo López Luján, consta de ocho apartados: el primero es una visión general de la sociedad mexica, el segundo es un acercamiento al arte escultórico de esa civilización y el resto de los apartados describen las colosales piedras.

El propóstio del volumen “es dar a conocer aspectos como el valor estético de cada obra, su contenido histórico, qué significan y cuál era la utilidad de las piezas.

López Luján aclaró que el libro no se limita a explorar los valores estéticos, el contenido histórico y las funciones litúrgicas de los seis monolitos en cuestión, sino que aborda las miradas que estas obras maestras han suscitado a lo largo del tiempo entre conocedores y profanos, mexicanos y extranjeros, hispanistas e indigenistas, y un largo etcétera.