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México D.F. Domingo 4 de abril de 2004

Rolando Cordera Campos

La inseguridad: lo único seguro

Es una lástima que el sindicato del Seguro Social y sus aliados hayan desaprovechado la oportunidad que les daba su conflicto con el instituto para plantear el tema de la seguridad social como un asunto de Estado. Dejan a los patrones y a sus más agresivos voceros el campo libre para encabezar la reflexión nacional indispensable para abordar esta cuestión crucial en el presente y el porvenir mexicano.

Por su parte, asolados por sus escándalos y disputas internas, los tres grandes partidos de la democracia mexicana se mal preparan para el obligado receso santo. No aciertan a desarrollar rutas de salida de sus laberintos internos mientras los crecientes nudos del (des)orden democrático nacional les exigen acción urgente en materias como la referida. De no hacerlo, agravarán su de por sí dañada relación con el resto de la sociedad y erosionarán todavía más el tejido estatal del que forman parte y al que deben su existencia.

La crisis abierta por el sindicato del IMSS es una angustiosa llamada de atención a los partidos. No sabemos por dónde va a caminar esta crisis, pero sí podemos advertir desde ahora que lo único cierto es que el futuro de la seguridad social mexicana, siempre tan limitada y precaria, se encamina hacia un panorama negro.

Peligro real e inminente claman los patrones en busca de una "acción ejecutiva" del Presidente, sin asumir en todo lo que implica la erosión progresiva y acelerada del sistema público de aseguramiento. No sobra recordar que los dos mayores organismos de este sistema, el IMSS y el ISSSTE, también prestan servicios de salud a sus asociados. Si el hoyo de las pensiones va o no a afectar las capacidades de ambos para prestar esos servicios es algo de lo que, aquí sí de inmediato, deberían informar sus órganos de gobierno.

El Consejo Técnico del IMSS y en particular los representantes empresariales hablan de una "crisis de Estado" y parecen dispuestos a dar ya la gran batalla en torno -Ƒen contra?- de la seguridad social mexicana. Los sindicatos del Congreso del Trabajo firman con ellos, pero no parecen tener parque para formar filas con la empresa y al mismo tiempo poner en orden al sindicato rejego. El gobierno no dice esta boca es mía, pero es claro que no tiene buenas y rápidas respuestas para el desafío planteado por los sindicalistas, mucho menos para el enorme reto que se acumula a diario en la pobreza de los servicios de salud, la insuficiencia de las pensiones y jubilaciones actuales y el panorama de inseguridad mayoritaria que afecta a la fuerza de trabajo del país; en especial a los jóvenes adultos que se han encaramado en la mayoría demográfica nacional.

En estas condiciones, resulta indispensable reconocer que lo planteado por el fracaso de la negociación entre el IMSS y su sindicato rebasa el marco de sus relaciones laborales y se inscribe en el terreno de la discusión política y económica más general y de fondo, es decir, la que corresponde al Estado. Lo que los vocingleros y belicosos empresarios no parecen asumir a plenitud es que el Estado ha cambiado con rapidez, para bien y para mal, en los recientes años, y que lo primero que hay que hacer al respecto es reconocer dichos cambios y tratar de actuar en consecuencia.

Y es aquí que deberían entrar los partidos y las constelaciones de grupos de interés, así como los aspirantes a incorporarse a esa galaxia en perpetuo estado de explosión que es la política formal del México democrático. Sin su concurso, no hay Estado que pueda encarar crisis mayúsculas, como la que se ha abierto en el IMSS, porque lo primero que debe admitirse es que aquella vieja identificación entre el Estado y el Presidente en turno ya hizo mutis y no volverá, no al menos en los términos y bajo el formato conocido.

Urge, así, que los partidos registrados y los grupos que aspiran a serlo trabajen horas extras y se manifiesten al respecto. No es asunto sectorial ni algo que la CTM y el CCE nos puedan resolver con la bendición del señor Presidente. Si se va de las manos de los responsables directos en el IMSS, de su Consejo Técnico y del propio gobierno federal, lo que México puede experimentar de inmediato es una catástrofe en sus propios, de por sí menguados, sistemas de salud.

Esto sí que nos pondría a todos al borde de un estado de nervios, y al Estado inconcluso y medio sonámbulo que nos legó la alternancia, a la orilla de un abismo. A pesar del descanso que viene, hay que prepararnos para vivir horas de urgencia... y de angustia.

La solidaridad de los partidos con la democracia gracias a la cual viven, tiene que extenderse ahora a su lealtad institucional con el Estado. Y tienen que hablar claro y no ceder a la tentación de la ganancia de galería.

A sus respectivas crisis internas, los partidos tienen que añadir un estado general de inseguridad colectiva. A ellos corresponde producir su contrario: un nuevo régimen de seguridad que nos cubra a todos. Así de grande es el continente perdido que nos ha desvelado el desencuentro en el IMSS.

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