.. | México D.F. Domingo 4 de abril de 2004
NO MAS TERROR NI DEPREDACION
Madrid
fue ayer, de nuevo, escenario de terror y desasosiego: al menos tres presuntos
extremistas islámicos -posiblemente vinculados a los atentados del
pasado 11 de marzo- se inmolaron con explosivos tras enfrentarse a balazos
con la policía en un conjunto habitacional de los suburbios de la
capital española. La detonación cobró también
la vida de un agente policial y dejó heridos a otros 11. El edificio
en el que se registraron los hechos, ubicado en el barrio de Leganés,
al sur de Madrid, quedó prácticamente destruido.
Que estos terribles sucesos hayan tenido lugar en el contexto
de un operativo policiaco para capturar a presuntos implicados en
los atentados de hace tres semanas dice mucho del estado de exaltación
irracional en el que se encuentran sumidos quienes han optado por la vía
desesperada, aunque criminal e inaceptable del terrorismo. En este sentido
se inscriben también las perturbadoras amenazas emitidas recientemente
por Al Qaeda: todo el mundo "infiel" es un blanco para el extremismo islámico
y todas las ciudades de Occidente -Roma fue mencionada de forma explícita-
pueden ser atacadas.
Pero, más allá de las amenazas directas
o indirectas, ese ominoso comunicado es un indicador de las gravísimas
circunstancias a las que ha sido conducido el mundo por quienes en su momento,
desde Washington, Londres y el propio Madrid, no dudaron en llevar la muerte
y la destrucción a Irak, abatiendo con ello la vida y el destino
de miles de inocentes. Al Qaeda amenaza con aplicar una "diplomacia militar
escrita con sangre y decorada de miembros humanos" pero, debe reconocerse,
eso es justamente lo que Estados Unidos y Gran Bretaña han hecho
en Irak y lo que Israel realiza en territorios palestinos. Al Qaeda, grupo
terrorista repudiable y criminal, promete "transformar las naciones de
los infieles en un infierno y en zonas de guerra", pero eso es equivalente
a lo que Bush y Blair han perpetrado ya en Bagdad y lo que Sharon realiza
cotidianamente en Palestina. Por ello, ha de reiterarse, el primer paso
para desactivar el terrorismo es eliminar sus causas directas: los ejércitos
invasores deben salir inmediatamente de Irak y Afganistán; Cisjordania
y Gaza deben convertirse en un Estado palestino libre e independiente,
y debe cesar el hostigamiento de Occidente en contra del mundo árabe
y musulmán.
Los civiles muertos el 11 de marzo de 2004 en Madrid,
el 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington y los que han caído
en tierras afganas, iraquíes y palestinas a manos de fuerzas invasoras.
son el trágico saldo de la política depredadora, injusta
y bárbara que los actuales gobernantes de las potencias occidentales
-con algunas honrosas excepciones- han legado a la humanidad. El terror,
así, ha alcanzado por igual a una lujosa oficina corporativa en
las Torres Gemelas de Nueva York, a un suburbio de gente trabajadora en
Madrid o a un barrio árabe en Nablus o Bagdad. Sin embargo, los
responsables últimos de tales ataques -sean estos dirigentes islámicos
radicalizados ocultos en remotos parajes o mandatarios resguardados por
su aparato militar- permanecen impunes y siguen causando estragos a escala
global. El terror es la cruel e intolerable herencia de su política
y de su brutalidad, y son seres humanos común y corrientes -los
cuales, por añadidura, se han manifestado reiterada y masivamente
en favor de la paz y en contra de la guerra y la violencia- los que lo
padecen en carne viva.
¿Qué sigue ahora? ¿Una nueva matanza
en alguna población palestina o israelí? ¿Un nuevo
atentado contra civiles en Europa o Estados Unidos? ¿Una nueva invasión
devastadora e imperialista disfrazada de acción "preventiva" y llena
de "bajas colaterales"?
La humanidad no debe tolerar más la preservación
de este círculo perverso y bárbaro, y debe poner un alto
a quienes lo impulsan. Sobre todo, en el caso de las naciones democráticas,
es un imperativo que los ciudadanos hagan oír nuevamente su voz
y obliguen a sus gobiernos a poner fin a la presente escalada de barbarie.
Los ejércitos invasores deben salir inmediatamente de Irak, nación
que debe ser devuelta, junto con su patrimonio natural, a los iraquíes.
Debe ser creado, con todo el respaldo internacional, un Estado palestino
libre e independiente. Las potencias -léase Estados Unidos, Gran
Bretaña o Israel- deben abandonar sus actos injerencistas e imperialistas
y concentrarse en la atención de sus asuntos internos y en el bienestar
de su propia población. Las instituciones internacionales, sobre
todo la ONU, deben restituir el multilateralismo y revalidar la negociación
y el diálogo como la vía para la solución de los conflictos.
Y, en general, los habitantes del orbe deben exigir el fin de la guerra,
del terrorismo, de la depredación y de la muerte, e impulsar democráticamente
los valores de la vida, la civilización y la paz.
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