Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Viernes 3 de mayo de 2002
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Contra

Huelga de hambre en el aire

Sui generis lucha de 7 okupas en Barcelona para evitar su desalojo de finca abandonada

ARMANDO G. TEJEDA CORRESPONSAL

Barcelona, 2 de mayo. En una vieja casona de Barcelona -una masía- se fragua desde hace tres días un enfrentamiento cara a cara entre el movimiento anarquista Okupa y la ''ley'', esta última en la figura de las fuerzas de seguridad del Estado que representan al arzobispado católico y al gobierno autonómico catalán, propietarios de la finca abandonada desde hace más de 40 años y que es origen de la disputa.

La lucha es, al parecer, una cuestión de resistencia; por un lado, siete de las 11 personas que decidieron ocupar esa casa abandonada permanecen colgadas en la vieja fachada del edificio desde el pasado martes -pendientes de una cuerda sujeta a un techo endeble-, sin alimentos ni bebidas, rodeadas por un cordón policial que emula, según un periódico regional, al asedio sobre Yasser Arafat en Ramallah.

Al frente, con el habitual parapeto de los agentes antidisturbios, un hermético cordón policial mantiene cerradas todas las entradas a la casona a la espera de un descuido, un desmayo -que podría ser trágico- que permita reocupar el inmueble abandonado.

spain_squatters_cn2Can Masdeu es el nombre de la vieja casona del barrio barcelonés de Canyelles, inmueble que desde 1960 ha permanecido abandonado sin que nadie se hiciera cargo de su cuidado, ni siquiera sus propietarios: el arzobispado y la Generalitat de Cataluña. Nadie, hasta que el movimiento Okupa, colectivo anarquista que tiene entre sus fundamentos dar una utilidad básica a tantos edificios abandonados, ya sea para centros culturales o para lugares de reposo para la gente sin techo, decidió hacer del inmueble un sitio de encuentro social y cultural.

Una vez que el movimiento anarquista ocupó el inmueble, la policía y las instituciones públicas decidieron mirar hacia Can Masdeu y desalojar cuanto antes la casona. Sin embargo, la misión se ha encontrado con una resistencia inédita e inteligente, que ha dejado en vilo a los agentes, cada vez más desesperados por la impotencia y las protestas pacíficas que se despliegan a sus espaldas.

Una vez activado el dispositivo de "desalojo", alrededor de 400 personas se desplegaron alrededor de Can Masdeu para cobijar y dar ánimos a los siete okupas que permanecen en huelga de hambre y líquidos por el asedio policial a la casona.

La operación se inició el pasado martes por la noche, en el horario habitual utilizado por la policía española para desocupar edificios, pero el dispositivo de resistencia diseñado por los militantes funcionó y tres días después la casa barcelonesa permanece todavía ocupada y, sobre todo, ha propiciado un debate crucial para el movimiento: "Si se va a dar un uso social a un inmueble abandonado, nos vamos; si no, nos quedamos.

''ƑEs lícito y moralmente aceptable que, ante la falta de espacios públicos para los jóvenes o la falta de techo para los miles de indigentes que viven en nuestras ciudades, haya casas abandonadas, cerradas y carcomidas por el polvo?'' Esta es la pregunta y fundamento ideológico del movimiento Okupa, que se consolida en Barcelona y tiene una tradición que se remonta a los últimos años de la dictadura.

Esa misma interrogante los ha hecho ocupar otros inmuebles emblemáticos de la ciudad, hoy convertidos en edificios habitacionales o, en el peor caso, en lugares polvorientos sin uso ni beneficio.

"Estar allí arriba ha sido una mierda; no estábamos preparados y se pasa muy mal, calor por el día y frío por la noche. Pedí ayuda porque me deshidrataba y al final tuve que bajar, pero el movimiento no claudicará hasta que los propietarios nos garanticen que van a mantener el edificio y van a darle un uso social. Entonces sí nos va-mos", relató Xavi, uno de los militantes del movimiento que permaneció al menos 24 horas colgado del segundo piso de la masía.

Entre tanto la policía, que reprime con contundencia cualquier amago de sublevación de las 400 personas que les rodean y que apoyan a los okupas colgados como "crucificados en el Calvario", mantienen sus convicciones: que esos jóvenes violan la ley y que por tanto no tienen derecho ni a recibir mantas, ni agua ni alimentos.

Pero también la policía utiliza técnicas ajenas a la ley, como alumbrar durante la noche, con potentes linternas, a los militantes anarquistas para que no puedan dormir, y buscar que se rindan, ya sea por hambre, por sueño o por sed. Una situación, salvando las distancias, casi idéntica a la desplegada en Ramallah contra Yasser Arafat.

Ante las potenciales consecuencias de la operación, a última hora de la noche un juez ordenó que se retiren las fuerzas policiales de la Can Masdeu, pues estaba en riesgo la integridad física de las personas que permanecieron colgadas de la fachada. La policía tuvo entonces que desactivar el cordón policial y retirarse a sus vehículos.

Mientras, aquellos que permanecían afuera del cordón apoyando la causa entraron al inmueble para atender a los siete okupas, que permanecían suspendidos en el aire a la espera de que se escuche su reivindicación, su pregunta.

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