El baterista presentó su nueva banda,
más fuerte y contundente que la de los 70
Carl Palmer prendió sin dificultad a un público
maduro y fiel
MARIANA NORANDI
Son
muchos los músicos que, tras haber formado parte de grupos muy exitosos,
deciden crear su propia banda. Entre tantos ejemplos encontramos a Gustavo
Cerati, de Soda Stéreo; Roger Walters, de Pink Floyd; Mark Knofer,
de Dire Straits; o Sting, de The Police. La iniciativa es difícil
porque, por lo general, el público espera ver al músico que
fue en otra época y no tanto al que es en la actualidad. Pese al
riesgo, muchos aceptan el reto y logran hacerse de un espacio en la música.
Ese desafío lo asume ahora el baterista Carl Palmer, ex integrante
de Emerson, Lake & Palmer, quien actuó este fin de semana en
el Teatro Lírico del Centro Histórico. El baterista ofreció
dos conciertos en los que presentó su nueva banda compuesta por
Dave Marks, en el bajo, y Shaun Braxton, en la guitarra.
Se había anunciado que el grupo mexicano Cabezas
de Cera abriría el espec-táculo pero, debido a causas no
explicadas, los ingleses salieron sin teloneros. Hoe down fue el
primer tema que tocaron, con el que prendieron sin dificultad a un público
maduro y poco numeroso, pero que demostró haber mantenido su fidelidad
a Palmer durante todos estos años de ausencia.
Barbarian, Sythean suite, L.A nights, Canairo y Bull
flogg, fueron algunas de las rolas que pudimos escuchar como parte
de un repertorio en el que predominaron temas del LP, pero en el
que tampoco faltaron canciones nuevas como Strike up the band, compuesta
por Braxton.
El sonido que ahora tiene esta nueva formación
es muy diferente al del LP; la Carl Palmer Band es mucho más fuerte
y contundente que la agrupación de los años setenta. El teclado
de Emerson ha sido sustituido por la guitarra de Braxton, músico
que tiene un estilo muy académico, seguro y con poco espacio a la
improvisación. El bajo de Lake ha sido remplazado por el de seis
cuerdas de Marks, quien posee un sonido fresco y muy variado. Pero si hay
un showman en el escenario ese es Carl Palmer. Difícilmente
vemos a un baterista con tanto liderazgo y protagonismo en escena, pues
además de ser su instrumento el eje central del grupo, él
es quien aparece al frente de la banda y se comunica con el público.
Como consecuencia de sus años vividos en España, Palmer habla
un castellano bastante fluido que, añadido a su simpatía,
consigue establecer una conexión muy cercana entre el grupo y su
auditorio.
Los dos músicos que acompañan a Palmer tuvieron
oportunidad de demostrar sus habilidades de manera individual. Primero
fue Shaun Braxton, quien tuvo una interesante intervención de guitarra.
Tocó Prince in rags, donde, con gran armonía, el músico
explora la diversidad de sonidos que es capaz de sacar a sus seis cuerdas.
Dave Marks aprovechó su oportunidad para interpretar un popurrí
de canciones conocidas como C'est la vie del LP, Every breath
you take de Police o La bamba logrando hacer bailar a la gente
en sus butacas. Ambos demostraron ser unos grandes músicos.
Finalizado el concierto, la banda regresó dos veces
a petición del público. En el primer encore Palmer
escogió Fanfare, el cual interpretó solo en el escenario.
Este tema, que tiene una duración de 15 minutos, sirvió para
probar la habilidad instrumental del músico. En él, el baterista
se desplaza vertiginosamente por todo su instrumento e incluye solos de
platillos, timbales y doble bombo, convirtiendo su intervención
en una muestra de dominio instrumental donde roza en ocasiones el más
enrevesado malabarismo. El segundo encore fue interpretado por la
banda completa y consistió en una buena versión rock del
clásico Carmina Burana.
Este apoteósico final levantó al público
de sus asientos para aplaudir con gran entusiasmo. Carl Palmer demostró
con esta actuación que todavía tiene mucho que aportar a
la música y que, aquellos críticos que hace algún
tiempo lo consideraron uno de los mejores bateristas del mundo, no se equivocaron
y su clasificación continúa vigente