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En Santiago, capital de Chile, manifestantes soportaron gases lacrimógenos y cañones de agua de la policía, durante los enfrentamientos en la marcha que conmemora el 50 aniversario del golpe militar de 1973 contra Salvador Allende.
En Santiago, capital de Chile, manifestantes soportaron gases lacrimógenos y cañones de agua de la policía, durante los enfrentamientos en la marcha que conmemora el 50 aniversario del golpe militar de 1973 contra Salvador Allende. Ap
Periódico La Jornada
lunes 11 de septiembre de 2023 , p. 22

Tanto presumieron los chilenos de contar con fuerzas armadas “leales a la Constitución y a la democracia”, que al final de cuentas resultaron traidoras, asesinas de su pueblo, violadoras de los derechos humanos, salvajes, que instauraron una feroz dictadura y protagonizaron la etapa más oscura de la historia de esa nación sudamericana, tétrica herencia que a 50 años de distancia del golpe de Estado en contra de Salvador Allende la sociedad bien a bien no puede sacudirse, temerosa de abrir “las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor”.

Medio siglo ha transcurrido de uno de los capítulos más tenebrosos de la historia reciente de América Latina, en el que hasta el fondo metieron la mano aquellos que aseguraban “defender la democracia”: el gobierno estadunidense y su aparato de inteligencia, las trasnacionales, la oligarquía chilena, el poder judicial, los medios de comunicación (con El Mercurio a la cabeza) y, desde luego, las fuerzas armadas, con el traidor y asesino Augusto Pinochet como cara visible, quien, en nombre de sus promotores, institucionalizó el terror.

No sólo eso: Pinochet y su aparato represor –con la Dirección de Inteligencia Nacional, Dina, como brazo ejecutor– no únicamente asesinó, torturó, “desapareció”, exilió y condenó a la miseria a miles y miles de chilenos, sino que utilizó al país como “laboratorio” de lo que años después se conocería como neoliberalismo (“doctrina” que años más adelante fielmente aplicarían gobiernos como los de México) y convirtió una República en un negocio de unos cuantos, siempre bañado en sangre. Como muestra, un botón: a estas alturas, las fortunas de apenas siete chilenos concentran en sus manos alrededor de 15 por ciento del producto interno bruto de aquella nación (sin considerar los fraudulentos cuan abultados haberes de la familia Pinochet-Hiriart y su camarilla), y se han dado el lujo de, gerencialmente y sin embozo, imponer a uno de los suyos en la presidencia (Sebastián Piñera, en dos ocasiones, con una fortuna estimada en tres mil millones de dólares).

Apenas 19 días antes del golpe de Estado, Salvador Allende designó a Pinochet comandante en jefe del ejército chileno. Todo estaba preparado para el operativo final: sólo faltaba mover la última pieza y esa fue el milico traidor. No es gratuito subrayar, como ayer lo hizo el presidente López Obrador durante su gira por Chile, que “la traición de Augusto Pinochet fue abominable, es una mancha que no se borra ni con toda el agua de los océanos; Allende, que todavía gobierna con su ejemplo, es el dirigente extranjero que más admiro, quien más sentimientos me genera. Fue un humanista, un hombre bueno, víctima de canallas; él era un pacifista, por eso aquello fue un crimen horrendo; fue un apóstol de la democracia de la República de Chile y ejemplo de dignidad en el mundo”.

Frustradas varias tentativas desestabilizadoras puestas en marcha desde el mismo proceso electoral de 1970, con la pretensión de evitar a toda costa la llegada de Salvador Allende a la Presidencia de la República, los golpistas, dirigidos, financiados y “asesorados” por el gobierno de Richard Nixon y Henry Kissinger, boicotearon todas las iniciativas del mandatario, reventaron la economía, desestabilizaron a la nación, fraguaron el golpe de Estado y hundieron a Chile en un mar de sangre, represión y fascismo, que se propagó por América del Sur por medio de la Operación Cóndor.

Cincuenta años han transcurrido, y para conmemorar a Salvador Allende paradójicamente quienes “resguardarán” todas las actividades relativas serán 5 mil carabineros, es decir, una de las fuerzas golpistas de 1973 al servicio de Pinochet. Se trata de los mismos que masacraron a los chilenos tras el golpe y salvajemente reprimieron (decenas de muertos, más de 3 mil heridos y alrededor de 10 mil arrestados) al movimiento cívico de 2019-2020 (con Sebastián Piñera en el gobierno, que declaró el estado de excepción).

Las rebanadas del pastel

Para nunca olvidar: “Tengo la certeza de que la semilla que entregáramos a la conciencia digna de miles y miles de chilenos no podrá ser segada definitivamente… Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos …Trabajadores de mi patria: tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo, donde la traición pretende imponerse” (Salvador Allende, 11 de septiembre de 1973)

Twitter: @cafevega

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