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Opinión

2023-09-10 10:44

Los fusilados de Tesopaco, septiembre de 1968

El 23 de septiembre de 1965, 13 jóvenes guerrilleros asaltaron el cuartel militar de ciudad Madera, ocho murieron combatiendo: Arturo Gámiz, Salomón Gaytán, Pablo Gómez, Miguel Quiñonez, Emilio Gámiz, Óscar Sandoval y Rafael Martínez Valdivia. Tres meses después, en la ciudad de México se reunieron cuatro sobrevivientes: Ramón Mendoza, Guadalupe Scobell, Francisco Ornelas, Matías Fernández y 10 compañeros que no habían participado en el asalto pero formaban parte del Grupo Popular Guerrillero. Sin acuerdo general, algunos decidieron regresar a la sierra de Madera para continuar la lucha: Óscar González Eguiarte; Juan Antonio Gaytán, Salvador Gaytán, Guadalupe Scobell Gaytán y Ramón Mendoza.

Viajaron a Chihuahua en diferentes horarios. Ramón Mendoza y Óscar González llegaron el 9 de marzo a medianoche. Caminaban por la calle cuando fueron detenidos; Ramón opuso resistencia matando al jefe policiaco y huyó hacia el domicilio de la familia de Óscar, donde minutos después fueron aprehendidos. Óscar estuvo en la penitenciaría del estado cerca de un año y a Ramón lo trasladaron a las Islas Marías.

En marzo de 1967, después de ser liberado, Óscar se reunió con sus compañeros en México. Decidieron retomar la lucha en la sierra de Madera, donde ejecutaron al cacique Ramón Molina el 7 de agosto. En diciembre bajaron a Chihuahua para reforzar el grupo. En abril de 1968 se subieron a la región de Tomóchic donde contaban con el apoyo de varios profesores rurales. La guerrilla quedó integrada por Óscar González, Juan Antonio Gaytán, Guadalupe Scobell, José Luis Guzmán, Arturo Borboa, Carlos Armendáriz, José Jesús Casavantes, Joel de la Paz, Juan Güereca y José Jesús Valdivia López.

En julio informaron por medio de un manifiesto que el día 18, en un acto de justicia, habían incendiado las instalaciones del aserradero Maderas de Tutuaca por explotación contra los campesinos dueños del bosque. Así se dio a conocer el Grupo Popular Guerrillero Arturo Gámiz, con la consigna “Vencer o Morir”. Sólo participaron seis guerrilleros porque en las semanas anteriores se habían retirado cuatro de los integrantes originales.

Al día siguiente Óscar González Eguiarte escribió una carta a la señora Elodia García de Gámiz, madre de Arturo y Emilio. “Apreciable señora: con el debido respeto y consideración, le escribo impulsado por un deber elemental de la moral revolucionaria, ya que desde que perdimos a Arturo y los compañeros, he deseado verla o escribirle, y si no lo hice antes fue por precauciones, por las múltiples tareas en el movimiento, por mi encarcelamiento durante más de un año y por una cuestión de vergüenza revolucionaria, porque consideré que comunicarme con usted sin antes estar en la sierra empuñando el fusil para continuar la lucha de Arturo hasta vencer o dar la vida, carecía de dignidad.

“Hoy, que recorro los lugares que Arturo recorrió en la sierra, siento la necesidad de manifestarle que la lucha sigue con mayor firmeza en los corazones de quienes no vacilamos ni un instante en nuestra lealtad y decisión revolucionaria, y que nos hemos dispuesto a organizar nuevamente nuestras fuerzas, a seguir el ejemplo de Arturo y sus hermanos de lucha que cayeron honrosamente defendiendo con su espíritu justiciero y con su sangre generosa la causa de un pueblo irredento, de una Patria y de una humanidad ansiosa de libertad y de felicidad.

“Arturo, su hijo, nuestro compañero y hermano de lucha, tuvo la virtud que pocos hombres suelen tener, de entregarse con limpieza y abnegación a labrar la senda que debe seguir todo un pueblo, su juventud y sus mujeres, sus obreros y campesinos, sus intelectuales y artistas. Arturo y sus compañeros caídos vivirán eternamente en la gloria y en la historia; en la mente y los corazones de innumerables generaciones que los recordarán con orgullo, para afirmar que México ha tenido verdaderos hijos, verdaderos patriotas, verdaderos hombres que han elevado el heroísmo, la dignidad y los principios revolucionarios a cumbres muy altas. Tengan usted y su familia por seguro, que antes regaré mi sangre, que olvidar el gran compromiso que contraje con sus hijos.

“Respetuosamente, Óscar González Eguiarte.”

El 3 de agosto el grupo se dirigió a Sonora. El incendio del aserradero y el manifiesto habían movilizado al ejército. El 9 de agosto, cerca de Yoquivo lograron bajar un helicóptero que los seguía, desarmaron al oficial, lo interrogaron y lo dejaron en libertad.

El 23 de agosto fueron emboscados por militares. Carlos Armendáriz fue el primero en reaccionar, cubrió la retirada de sus compañeros, resistió el ataque varios minutos hasta que fue aniquilado. Óscar González resultó herido en la espalda.

El 4 de septiembre, después de recorrer casi 500 kilómetros por la sierra en plena temporada de lluvias, pasando hambre y cansancio, llegaron a Tesopaco, pero no encontraron a ninguno de los contactos. El día 8 en la noche José Luis Guzmán buscó ayuda; hizo señas a una camioneta que se aproximaba por el camino, ignorando que se trataba de soldados. Uno le disparó al pecho, enseguida, los otros accionaron sus metralletas y le destrozaron el cuerpo a balazos.

Óscar y Arturo Borboa avanzaron con muchas dificultades a causa de la herida gangrenada de Óscar. El día 9 fueron aprehendidos después de ser delatados cerca de un rancho y los encerraron en la cárcel de Tesopaco. En la noche los llevaron a un descampado y los fusilaron. Juan Antonio y Guadalupe Scobell habían logrado romper el primer cerco, alejándose varios kilómetros de Tesopaco; sin embargo, escogieron la salida que los condujo al lugar donde había un destacamento militar. Fueron capturados y a cada uno se les introdujo en un saco de arpilla; en una avioneta los llevaron de nuevo a Tesopaco, donde los fusilaron el 11 de septiembre. Las órdenes que habían recibido los jefes de la operación fueron muy precisas: eliminarlos a todos sin hacer indagaciones.

El gobierno de Díaz Ordaz dispuso que se ocultara la muerte de los guerrilleros. Pasaron casi tres semanas para que los chihuahuenses se enteraran de la suerte que habían tenido sus hijos. No fueron los periódicos de la cadena García Valseca los que informaron. Fue Marco Toño Delgado, luchador social defensor de los trabajadores, quien publicó el 29 de septiembre en el periódico independiente La Jeringa el funesto encabezado: “Y FUSILARON A LOS GUERRILLEROS”, que concluyó con las siguientes líneas: “No hubo juicio… ni defensa… Sólo furia animal pisoteando incluso las leyes universales de la guerra. Las muertes se llevaron a efecto violando las normas humanas más elementales…”

Mañana se cumplen 55 años de estos acontecimientos: ¿es tarde para reclamar que se conozca la verdad? Entre los familiares y amigos de Óscar, Carlos, Juan Antonio, Arturo, José Luis y Guadalupe quedó la certeza de que la orden de fusilarlos había salido directamente de la presidencia. En Tesopaco se registró que los militares se referían a los guerrilleros como estudiantes de la ciudad de México que estaban en huelga. ¿Esa fue la causa de que Díaz Ordaz actuara con tanta saña contra ellos? Son muchas preguntas para la Comisión de la Verdad y para todos los interesados en estudiar el sistema judicial en México en los años de la llamada guerra sucia.

* Historiador. Autor de Madera rebelde: Movimiento agrario y guerrilla (1959-1965)

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