Hace unos años era difícil encontrar a alguien que pronunciara una palabra amable sobre el britpop. “Condescendiente, patriotero y grosero”, afirmaba Brett Anderson, de Suede. “Simplemente horrible”, aseguraba Graham Coxon, de Blur.
El britpop, subgénero del rock alternativo nacido a principios de los años 90, y liderado por bandas como Oasis, Blur, Suede y Elástica, cumplió 30 años. La pregunta es: ¿cómo se sentirá Coxon hoy, cuando Blur sigue a un empapado de nostalgia a dos manos en Wembley a principios de julio al reclamar su séptimo número uno con su nuevo álbum The Ballad of Darren? Este triunfo coincidió con el aclamado regreso de Pulp, dirigido por el excéntrico profesor del britpop, Jarvis Cocker. En agosto, mientras tanto, Liam Gallagher lanzará un disco en vivo seleccionado de las dos noches que tocó en Knebworth el año pasado, un acto que hizo referencia conscientemente al momento pico del britpop de Oasis asaltando el mismo lugar en 1996.
Para un capítulo de la historia cultural británica largamente rechazado como desagradable y retrógrado y arruinado por una racha de turismo de clase “burlón”, el britpop ha mostrado recientemente sorprendentes signos de vida.
Su resurgimiento es una hazaña de rehabilitación musical sin precedente. Hasta hace poco, era visto por muchos como algo que allanó el camino para el Brexit. Hoy, sin embargo, incluso los también corridos del britpop disfrutan de un resurgimiento. La banda Shed Seven, aparecida en 1990 ha vendido casi la totalidad de su gira de octubre. Los Boo Radleys tienen un nuevo álbum (Eight), y en septiembre lanzarán una edición de lujo de tres discos de su obra de 1993 Giant Steps.
En sus memorias de 2022, Verse, Chorus, Monster!, Graham Coxon recuerda “chocar fuertemente con el tema britpop” cuando se le pidió que participara en un video de la canción Country House, de Blur, de 1995. “Me enojó porque aquí estaba, finalmente en una banda, y la experiencia parecía estar siendo abaratada por las imágenes tipo de un renacimiento del sexismo y el vandalismo del futbol”, precisa.
“¿Sería poco caritativo afirmar que el Britpop es en parte causante del espectáculo de mierda de corrupción, incompetencia y mentiras que es el Brexit?”, pregunta el escritor musical Jon Savage en su reseña del álbum Merrie Land, del proyecto The Good, the Bad & the Queen, de Damon Albarn (Blur). Fue la respuesta horrorizada de éste al Brexit.
Savage se preguntó si el músico apreciaba bastante el papel que desempeñó en el gran acto nacional de inmolación económica. Escribió sobre “todos esos niños blancos egoístas que forman bandas y tratan de reinventar a The Kinks” y sugirió que habían “sentado las bases emocionales y culturales para todas esas apelaciones emocionales a una idea de Inglaterra que nunca existió”.
Igualmente considerado como un punto bajo fue la notoria reunión de junio de 1997 en Downing Street (sede del gobierno inglés) entre Tony Blair y Noel Gallagher (Oasis). Una “castración efectiva” fue una descripción de la reunión, en un lamento de 1999 para el britpop publicado en The Independent bajo el título “Se acabó (definitivamente tal vez)”. “Si las estrellas de rock fueran ahora amigas del gobierno”, decía el artículo, “¿cómo podrían seguir siendo realmente emocionantes?”
El más vicioso de todos en su diagnóstico de britpop fue Brett Anderson. Se había horrorizado al encontrarse con el momento en que esta música se excedió. En su entrevista con Suede, una revista anunció al grupo como “encabezando un floreciente movimiento británico que... menea su trasero hacia el Tío Sam”.
“Nunca me atrajo hablar de pana y papas fritas...”
Anderson no lo estaba teniendo. “Históricamente se puede ver el primer álbum de Suede como también el primero de britpop”, señala. “Imagínate, ¿hablar de pantalones de pana y pescado y papas fritas y cosas así? Eso nunca me atrajo”. Nunca ha vacilado en su hostilidad hacia el britpop.
Lo que es extraordinario es “cómo el regreso de Blur y Pulp y sus compañeros sobrevivientes de la década de 1990 ha visto desaparecer la antipatía más amplia a través de la lente de la nostalgia”, sostiene Mark Mulligan, director gerente de una compañía de análisis de la industria del entretenimiento. “La gente siempre recuerda las cosas buenas y olvida las malas”, pero otros factores también están en juego. La generación britpop está ahora en la edad que tenían sus padres en la década de 1990 (tal vez incluso un poco mayores).
También hay, dice Mulligan, un sentido del britpop y la música de la década de 1990, en general, que representa una era dorada antes del streaming. “Hay cierta cantidad de personas que miran hacia la década de 1990 y piensan: ‘bueno, esto se siente como un tiempo musical más libre’”, puntualiza. “Aunque, en ese momento, mucha gente vio que el britpop era un intento muy fabricado y de un gran sello discográfico de aprovechar lo que anteriormente había sido la escena musical indie. Se sentía menos impulsado por los negocios, pero más por la música”.
Una de las razones por las que la gente se enojó con este movimiento fue por la exageración de la rivalidad entre Blur y Oasis, que descendió a insultos y tribalismo, agrega Daniel Rachel, autor de Don’t Look Back in Anger: The Rise and Fall of Cool Britannia y Oasis: Knebworth. Treinta años después, esa aura de maldad se olvida. Lo que perdura es la música. “La reacción surgió de la batalla individual de Blur y Oasis en el otoño de 1995. Eso tuvo más que ver con la disputa entre los Gallagher y los miembros de Blur”, destaca. “Eso fue asumido por los fanáticos opositores de esos grupos. Se volvió tonto. No hay sustancia en eso”.
También está el hecho de que, a diferencia de muchas escenas, el britpop era optimista y festivo. “El punk era un movimiento nihilista. El britpop era más como la discoteca, algo en lo que puedes encontrar placer y quieres celebrar”, resaltó Rachel.
En comparación con el pop moderno, el britpop tenía un sorprendente grado de confianza en sí mismo, agrega la profesora Gwen Bouvier, de la Universidad de Estudios Internacionales de Shanghái, que ha escrito sobre el género. Se involucró con ideas sobre identidad y clase con confianza e inteligencia. “La música era positiva y optimista, y arraigada en la autenticidad, en un lugar. Eran personas reales, algunas con un gran interés y experiencia en las artes, como Pulp y Blur. Entonces, las canciones serían irónicas e inteligentes. “Parklife o Common People tienen una mirada divertida a lo patético de la vida de la gente común”.
Después del Brexit, la obsesión del britpop con lo británico también puede haberle dado una nueva relevancia porque estaba impregnado de nostalgia. Oasis versionó a Los Beatles; Blur canalizó a The Kinks. Como fenómeno cultural, tenía un pie en la década de 1990, el otro en la de 1960. Esa puede ser la razón por la que la nostalgia del britpop es tan potente. “En sí mismo era en gran medida un género reflexivo y retrospectivo”. “Se podría argumentar que de lo que estamos hablando aquí es de una línea cultural que conecta la década de 1960 con la actualidad”, concluye Mulligan.
© The Independent
Traducción: Juan José Olivares