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Política

2023-07-06 06:00

Fue cronista de luchas y defensor de los pueblos

El historiador Adolfo Gilly durante la presentación de los libros Cada quien morirá por su lado y Miradas sobre la historia, el 9 de septiembre de 2013.
El historiador Adolfo Gilly durante la presentación de los libros Cada quien morirá por su lado y Miradas sobre la historia, el 9 de septiembre de 2013. La Jornada
Periódico La Jornada
jueves 06 de julio de 2023 , p. 5

El historiador Adolfo Gilly, quien falleció el martes, siempre acompañó los casos más representativos de grave violación a los derechos humanos, desde la guerra sucia hasta la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa. Fue “cronista de las luchas que se han gestado en nuestro país y defensor de los pueblos”, expresó Abel Barrera, su amigo y director del Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan.

En entrevista, Barrera compartió que Gilly, quien fue colaborador de La Jornada, fue un sabio de la Montaña, “que tenía muchas luces que nos ayudaban a ver el horizonte para no perdernos en estas luchas cotidianas”. Recordó su interés por el movimiento de resistencia de campesinos contra la presa hidroeléctrica La Parota, en Cacahuatepec, Acapulco, que comenzó en 2003.

También, dijo, le preocupaba mucho el tema de la militarización, “cómo en las regiones indígenas, en lugar de resolver los problemas ancestrales de pobreza, discriminación y marginación, se apostaba más a militarizar los territorios, sobre todo por lo que pasó en la masacre de El Charco (1998), donde asesinaron a 11 indígenas, y posteriormente las violaciones sexuales de Inés Fernández y Valentina Rosendo en 2002, que se dan en un contexto de la lucha de contrainsurgencia”.

Para Gilly, la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa significó “un gran desafío para el Estado, pero sobre todo para los organismos de derechos humanos sobre cómo acompañar a papás y mamás”, comentó Barrera. Asimismo, manifestaba la importancia de que se investigara al Ejército y sobre todo se escucharan los planteamientos de las familias.

Al recordar que Gilly pasó seis años en la prisión de Lecumberri y siguió minuciosamente el movimiento estudiantil de 1968, Barrera expuso que el historiador consideraba que el trabajo de la Comisión para la Verdad sobre la guerra sucia de 1965 a 1990 era una oportunidad para escuchar las voces de las víctimas.

En breves comentarios aparte, Carlos González García, de la coordinación del Congreso Nacional Indígena, expuso que el profesor emérito de la UNAM fue “un hombre íntegro como ser humano, político e intelectual”, entregado a las causas políticas y sociales en las que creyó, como el Ejército Zapatista de Liberación Nacional. En este movimiento, apuntó, su participación “fue como político e intelectual, dando cobertura y participando en los foros y eventos, dando su palabra y contribución a este proceso”.

Destacó que la contribución de Gilly es notable para explicar de manera crítica el proceso de la Revolución Mexicana y su impacto en el México posterior y actual. Fue profundo y acucioso en la investigación histórica.

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