Con el asiento vacío del secretario ejecutivo, Lorenzo Córdova abrió la sesión extraordinaria del consejo general del Instituto Nacional Electoral (INE) convocada para nombrar a Roberto Cardiel encargado de despacho de esa posición ocupada hasta el miércoles pasado por su amigo Edmundo Jacobo Molina, cesado ipso facto con la publicación del plan B.
Apenas transcurrían los trámites de verificación del quorum y la presentación de primero de los dos puntos agendados, el rostro de Córdova se fue enrojeciendo, preludio de la lluvia de acusaciones que vendrían en las tres horas siguientes en contra de los dos representantes de Morena en la mesa, Eurípides Flores y Hamlet García… y viceversa.
La mañana de ayer el consejero presidente no sólo afiló la navaja para afeitarse, después de algunos meses de andar con la barba crecida, sino para enfocar otro ariete hacia la reforma, sólo que para este viernes ya estaba vigente, cuyos transitorios ordenan al consejo general formar un comité técnico para adecuar, a más tardar en agosto, toda la estructura a las nuevas normas.
Córdova adjudicó al plan B el poder de “dinamitar” y “desmembrar” al INE y dañar “severamente las condiciones básicas para celebrar elecciones libres y auténticas”.
Y con el punto de defensa de Jacobo Molina, operador del INE por 14 años, advirtió que la entrada en vigor de la reforma les da el banderazo para iniciar la batalla jurídica en contra de la “flagrante violación constitucional”.
Ufano, dijo que tiene la certeza de que “la constelación de inconstitucionalidades de esa reforma no quedará impune” y que los tribunales restablecerán el estado de derecho.
Malhumorado al término de su primer mensaje, aventó a la mesa las hojas de su discurso.
Comenzaron las rondas de intervenciones de otros consejeros y representantes partidistas, todos con la misma intención, espetando navajas afiladas hacia el plan B.
Y aunque el consejero Uuc-kib Espadas declaró que este día era “gris y amargo para la República”, más que amargura, en el consejo general del INE fue de furia y diatribas.
Cuando llegaron los turnos de los morenistas, Flores acusó a los consejeros de formar parte “de la mafia electoral” y de salir ante la opinión pública a presentar un rostro de defensores de la democracia, cuando su única intención, les dijo, es seguir con los privilegios de burocracia dorada, con sus altos sueldos en este “INE gastalón”.
En otra parte de la sesión, ni Córdova ni Ciro Murayama respondieron a la pregunta de cuánto recibirán de finiquito, aunque el presidente señaló que no coman ansias, que lo sabrán apenas reciba su cheque el 3 de abril.
Sin ningún recato, a sabiendas que había prensa en la sala, Córdova clavaba la mirada a Flores, cruzaba los brazos y tensaba el rostro. También se levantaba de su lugar, caminaba entre los asesores y murmuraba presumibles burlas hacia los abogados de Morena. Y cada vez que pudo, se ufanó en el micrófono de que Jacobo pronto volvería a su sitio.
Flores, sentado en uno de los extremos de la llamada herradura de la democracia, revisaba papeles y ensayaba su oratoria.
Les dijo que la reforma es legal y legítima, y su objetivo es conseguir “una verdadera democracia en la que el actor principal sea el pueblo, no el INE, no Córdova, no Murayama y, por supuesto, la democracia no es Edmundo Jacobo, porque esa es la confusión más grande de la mafia electoral que está aquí en el INE y en algunos espacios del Tribunal Electoral.
“Es momento de ubicarse, consejeras, consejeros, mafia electoral, y es momento de cumplir la ley, aunque no les guste.”
El consejero presidente lo interrumpió: “Entiendo el ánimo de vulgaridad que inspira su intervención. Usted acaba de ofender a los consejeros y mientras yo ocupe esta presidencia no lo voy a permitir”.
“No he ofendido a nadie”, respondió Flores, “porque hablar de la mafia electoral es algo que hemos hecho y lo sostengo, hay una mafia electoral incrustada en el INE”.