Ciudad de México. Eduardo Verástegui hizo una pausa dramática en su discurso pronunciado en español e inglés, y soltó: “A esos yo los llamo lobos con piel de ovejas”. Las pantallas que hacían de escenario brillaron más fuerte. Las dos filas de monjas y el resto de los asistentes batieron palmas, aunque el ex galán de telenovelas no se refería a los malvados gobiernos “socialistas” de América Latina, sino a la derecha partidista.
“Por demasiado tiempo, los conservadores de la región hemos estado desamparados”, afirmó, como si Donald Trump o Jair Bolsonaro hubiesen sido sólo un mal sueño.
Pocos minutos después, subieron al escenario los dueños de la franquicia: el matrimonio formado por Matt y Mercedes Schlapp (presentada oficialmente como Mercy). “Mi esposo gringo”, dijo ella, con su acento cubano de Miami. La pareja, cabeza de la Conferencia Política de Acción Conservadora (CPAC), se hizo cargo de asuntos de comunicación en el gobierno y en la última campaña de Donald Trump.
“Déjame decirte, Eduardo, es como un discurso presidencial”, expresó Mercy, emocionada, y arrancó aplausos y gritos de “¡presidente, presidente!”, dirigidos a Verástegui.
En el cierre de la jornada, Eduardo Bolsonaro, diputado e hijo del todavía presidente de Brasil, habló de los inicios de la lucha de su padre que, aseguró, comenzó “cuando rompimos el monopolio que la izquierda tenía en las calles”.
De ahí, se sumó al destape del ex cantante Verástegui: “Imagina tener un presidente que encima de inteligente es guapo, como él”.
La CPAC reúne durante dos días a personajes de la ultraderecha latinoamericana y de otras partes del mundo. Entre los platos fuertes se anunció la presencia del ex asesor de Trump Steve Bannon; del ex embajador de EU en México Christopher Landau; de Santiago Abascal, líder de Vox en España, y del inefable argentino Javier Milei.
El evento comenzó tarde y hubo muchos huecos en el programa, entre una presentación y otra. Afuera del auditorio se colocaron estands para los medios de comunicación y organizaciones de abogados cristianos y del Frente Nacional por la Familia.
Ascenso político
En 2019, Verástegui fue recibido por Donald Trump. El pretexto fue que abogó por los dreamers (los jóvenes indocumentados con estudios universitarios que el pelirrojo quería deportar). Gracias a la visita, Trump dijo que trataría el asunto “con el corazón”.
La llegada de Verástegui a esas alturas se explica, entre otras razones, señala el experto Fred Álvarez, por el respaldo que le ha ofrecido Raymond Leo Burke, un cardenal estadunidense ultraconservador muy influyente en El Vaticano hasta antes de hacerse enemigo de las reformas del papa Francisco.
Burke se opuso también a la vacunación contra el covid-19 y afirmaba que con la inoculación se implantaba un chip. En agosto del año pasado, contagiado, fue conectado a un respirador, y sobrevivió.
Los anfitriones dieron paso a una figura otrora mítica: Lech Walesa, fundador de Solidaridad, Premio Nobel, y olvidable presidente de Polonia que ahora vive de dar conferencias.
El año pasado, Walesa puso un anuncio solicitando empleo, porque la fundación que lleva su nombre estaba quebrando debido a la pandemia.
Walesa hizo un discurso de chistoretes y también advirtió que diría cosas que no gustarían: “Soy de derecha y soy partidario del globalismo”.
A la largo del día, la inmensa mayoría de los oradores hablarían contra las maldades del “globalismo progresista”.
Verástegui, además, recitó la agenda opositora mexicana y la salpicó de (más) conservadurismo: de la defensa del INE fue al “derecho a la vida”, pasando por las críticas al presidente Andrés Manuel López Obrador: “Le responderé mañana (hoy) a las seis”, subrayó, con tono de salvador de almas cuya palabra anhela la sociedad entera.
Para que venga la victoria ha de existir martirio. Verástegui lamentó: “Por demasiado tiempo, los conservadores de la región hemos estado desamparados”, sostuvo.
Pero ya. De la CPAC se espera que salgan las herramientas para poner las cosas en orden y, en una de esas, hasta se cocina la paternidad del nuevo movimiento que haría ver tibio a Salvador Abascal: “La verdadera derecha está huérfana; no la derechita cobarde”, enfatizó Verástegui.
Contra libertades
Poco antes de las 11 de la mañana, varias decenas de activistas, la mayor parte jóvenes, llegaron a la puerta del hotel donde se celebra el cónclave: “¡Arriba, abajo, fascistas al carajo!” Había mexicanos de Morena, brasileños del MST, grupos de solidaridad con Cuba y Venezuela.
Nunca bloquearon la entrada, cantaron Venceremos y Bella Ciao y, tras un rato, se retiraron del lugar, dejando a los reunidos la oportunidad de decir: “Allá afuera están los que nos niegan la libertad de expresión”.
“Prácticamente toda América Latina está pintada de rojo”, confirmó a media tarde Carlos A. Ramírez, politólogo que se presenta como “Pro Life Army”. Y los manifestantes afuera, acusó, son la prueba de que buscan “limitar nuestras libertades fundamentales (entre ellas), la libertad religiosa y de culto”.
¿Un ejemplo? “El ataque vigente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación contra la cristiandad… un ataque frontal contra la Iglesia” por la posible resolución que prohibiría instalar nacimientos en oficinas públicas. “Amigos, es apenas el principio”.
Ramírez participó en una mesa de “jóvenes conservadores”, en la que también estuvo la ecuatoriana Memela Fiallo, quien proyectó la foto del fusilamiento de un sacerdote en 1927 y se llevó una ovación cuando declaró: “Somos los nietos de los cristeros que no pudieron fusilar”.