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Cultura

2022-08-21 06:00

Los salvajes de la bandera roja repasa la historia del anarcosindicalismo en la frontera norte del país

Ficha policiaca de Ricardo Flores Magón, fechada el 7 de julio de 1912 en Los Ángeles, California.
Ficha policiaca de Ricardo Flores Magón, fechada el 7 de julio de 1912 en Los Ángeles, California. Foto tomada de la página web del Gobierno de México
Periódico La Jornada
domingo 21 de agosto de 2022 , p. 4a

El libro más reciente del historiador bajacaliforniano Gabriel Trujillo Muñoz (Mexicali, 1958), Los salvajes de la bandera roja: La revolución floresmagonista de 1911 en Baja California y sus consecuencias, aborda, explicó el autor, “la historia de una Revolución Mexicana más radical y muy poco mencionada en los libros: la historia del anarcosindicalismo en la región fronteriza del país, y la de la contrarrevolución conservadora que por varias décadas mantuvieron militares e intelectuales porfiristas”.

Publicado por el Fondo de Cultura Económica (FCE), Los salvajes de la bandera roja... “propone demostrar que el floresmagonismo, como movimiento armado e ideológico, es parte importante de la Revolución Mexicana, y que también se extendió por varias partes del país”.

En la historia oficial a Ricardo Flores Magón, apuntó el investigador, “siempre se le considera únicamente precursor de la Revolución Mexicana, pero fue mucho más que eso. Decirle precursor es olvidar que los revolucionarios floresmagonistas estuvieron activos entre 1910 y 1916. Hubo levantamientos armados que siguieron sus doctrinas anarcosindicalistas en Sonora, Sinaloa, Chihuahua, Veracruz, Jalisco, Colima, Oaxaca, Guerrero, Coahuila, Morelos, Yucatán, Zacatecas y Baja California.

“El libro se centra en una de las etapas más controvertidas del trabajo revolucionario floresmagonistas que se desarrolló en la zona fronteriza entre México y Estados Unidos, en el distrito norte de Baja California, en entidades como Mexicali, Calexico, Ensenada, Tijuana y San Diego, donde se tocaron distintos intereses, tanto políticos, económicos y sociales del porfirismo, como los intereses económicos de algunas compañías extranjeras.”

Repercusiones

Los salvajes de la bandera roja… “al tiempo que aborda la campaña militar revolucionaria de los floresmagonistas en Baja California, da cuenta también de la contrarrevolución conservadora que por varias décadas, a partir de 1911, mantuvieron militares del Ejército federal, como Celso Vega y Esteban Cantú, intelectuales porfiristas como Rómulo Velasco Ceballos y Enrique Aldrete, además de empresarios y comerciantes de ambas nacionalidades”.

Se habla asimismo “sobre las enormes repercusiones y consecuencias del movimiento armando floresmagonista en la franja fronteriza, que no se pudo mantener por mucho tiempo, ya que al final triunfó el movimiento maderista, y fue al que casi todo el país se sujetó”, explicó el especialista.

“Ante el movimiento floresmagonista hubo una virulenta reacción de sectores clericales, militares, políticos, empresariales, de la embajada estadunidense, de compañías extranjeras y sus intereses económicos creados, y de los porfiristas que querían regresar al poder.”

Los porfiristas, explicó Trujillo, “se convirtieron en maderistas mientras buscaban la forma de regresar, lo cual lograron con la llegada al poder del usurpador Victoriano Huerta. La figura que se estableció como cacique en Baja California fue el coronel porfirista-huertista Esteban Cantú. Creó una especie de estado autónomo, hasta 1920, mientras en el resto del país se encontraban villistas, carrancistas, obregonistas; es decir, el estatus quo porfirista en la zona fronteriza se mantuvo hasta 1920.

“Y ese régimen, el del coronel porfirista-huertista Esteban Cantú, fue el que creó toda la leyenda negra sobre el movimiento floresmagonista”, explicó Trujillo Muñoz.

Hay que recordar, destacó el historiador mexicalense, qué implicaba el anarcosindicalismo a partir del Partido Liberal Mexicano.

“El movimiento, encabezado por Ricardo Flores Magón no sólo estaba formado por exiliados mexicanos en Estados Unidos; había también un vínculo muy importante con los trabajadores miembros de la Industrial Workers of the World, principal sindicato de obreros de su tiempo. No importaba que fueran italianos, irlandeses, chinos, alemanes o mexicanos.

“El partido anarcosindicalista mexicano no pretendía una revolución reformista al estilo Madero, sino una revolución verdaderamente radical, que derrocara a Díaz, sí, pero que también cambiara de raíz toda la estructura del Estado.”

El Partido Liberal Mexicano, que tenía una sede en Los Ángeles, California, “abrió una convocatoria para ir a luchar contra la opresión y la dictadura porfirista. Movimiento al que se suman afroamericanos, asiáticos, europeos, mexicanos y estadunidenses, que, como revolucionarios, ven la oportunidad de demostrar que puede haber un cambio, no sólo en la teoría, sino en la práctica. Un movimiento para al que igual se hace un llamado a los indígenas nativos oprimidos de la Baja California.

“Toda esa humanidad es la que toma para sí el movimiento floresmagonista en la zona fronteriza, lo que para los porfiristas y los poderes políticos y económicos nacionales y extranjeros fue toda una pesadilla”, expuso el investigador. 

Las características de ese movimiento revolucionario floresmagonista “es muy contemporáneo”, consideró Trujillo. “Hoy se parecen a movimientos como Amnistía Internacional o Greenpeace, al ser movimientos internacionalistas”.

En la actualidad, comentó el historiador, “estudiosos méxico-estadunidenses o chicanos, están investigando y revalorando el movimiento floresmagonista como un movimiento que amalgamó a distintos movimientos revolucionarios de su tiempo, que no sólo plantea una discusión teórica, sino que ponía en práctica una verdadera revolución ante la globalización y el capitalismo salvaje que vivimos ahora.

“Muchos aspectos de la teoría anarcosindicalista –concluyó Trujillo Muñoz– siguen funcionando perfectamente para ciertos problemas que vivimos los mexicanos en la actualidad, para una sociedad que sigue siendo clasista y racista, incapaz, por ejemplo, de ver al migrante como un ser humano más.”

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