Estamos presenciando una confrontación militar, pero con una nueva regla: no hay reglas. Sun Tsu dijo que el primer factor de la guerra es el engaño. También, que la mejor guerra es aquella sin batallas en la que la infraestructura, tanto material como humana, queda intacta pero disponible para la fuerza que hostiliza. Desde 2003 se instalaron laboratorios de guerra biológica en distintos lugares del mundo, financiados por el Pentágono, pero los más, fuera de su territorio. Según el secretario de defensa ruso, encontraron evidencia de 32 en Ucrania, y según el ministro de relaciones exteriores de China, hay al menos 332 distribuidos en el mundo, principalmente rodeando a Rusia y a China.
En este contexto, volvió a salir a la luz el escándalo de la laptop de Hunter Biden que el NY Times hizo público, el cual retoma ahora el senador Ron Johnson, quien acaba de declarar que los Biden están comprometidos con respecto al dinero que Hunter ha recibido, tanto de la empresa ucrania Burisma, como del gobierno ucranio y aun del gobierno chino, al menos 13 millones de dólares, “por nada”. (1) El ministro de relaciones exteriores chino ha solicitado que el gobierno de Estados Unidos permita acceso internacional a los laboratorios porque hacer armas biológicas infringe los acuerdos de no desarrollo de este tipo de instrumentos.
La principal acusación del ministro ruso es que el SARS-Cov-2 fue cultivado en algunos de estos laboratorios y que es una bioarma (esto fue clasificado así por Darpa desde 2004) tal que, junto con las empresas de Internet y el control de la información que se ejerce en 95 por ciento de los medios televisivos, de Internet y de periódicos, constituye la pinza para avanzar en la agenda del “nuevo orden mundial”, de suerte que ya celebraron los ricos del mundo la reunión con el título El nuevo gobierno mundial 2022 (2).
Así las cosas, tanto la comisión de Salud, como de Seguridad Nacional; la Secretaría de Marina y otras entidades nacionales habrán de tomar cartas en el asunto, pues no podemos ser víctimas impasibles de una nueva forma de guerra, que sin declaración de por medio avanza agendas contrarias a toda democracia en el mundo. Junto a esto, retirar los cubrebocas y todos los productos milagro (sin ciencia) que nos impusieron, es peccata minuta.
