En México, 70 por ciento de los jóvenes cursan estudios educativos en el nivel correspondiente a su edad, mientras el 30 por ciento restante no lo hace, ya sea por rezago, repetición o interrupción de su trayectoria educativa, advierte la Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación (Mejoredu).
Además, señala que entre los indicadores que marcan las desigualdades del sistema educativo nacional se encuentra que la oferta de nivel medio superior se concentra en las zonas urbanas, donde más de 90 por ciento de sus estudiantes se matriculó en planteles de sostenimiento federal, autónomo y privado durante el ciclo escolar 2018-2019.
En su documento de análisis sobre los recientes resultados de la prueba PISA 2020, la comisión advierte que para cerrar las desigualdades es necesario brindar atenciones diferenciadas a los estudiantes de acuerdo con sus necesidades y características propias.
En la práctica, esta política significa destinar mayores recursos a los grupos más vulnerables, a fin de lograr que la importante expansión de la oferta educativa de los últimos años se traduzca también en el cierre de brechas –motivadas por la condición socioeconómica– entre estudiantes, impulsando mayores y mejores oportunidades de desarrollar aprendizaje significativo y no sólo su certificación.
Diversos indicadores revelan que los resultados en el aprendizaje continúan fuertemente condicionados por el estatus socioeconómico y cultural. Así, los estudiantes ubicados en el primer decil –que poseen las mayores desventajas– promedian 391 puntos en Lectura, mientras que los del decil más alto obtienen 499 puntos en promedio en la prueba PISA, lo cual significa una brecha superior a una desviación estándar e implica más de un año de escolarización.
De los alumnos que se ubican en el nivel 2 o superior, tanto en Lectura como en Matemáticas, hay apenas cuatro en desventaja económica por cada 10 con ventaja. En este sentido, se observó que estudiantes tanto de bajo como de alto rendimiento tienden a agruparse en ciertas escuelas, de tal manera que un alumno desfavorecido apenas posee una probabilidad de 0.17 de asistir a un centro escolar con otros de alto rendimiento, lo que se refleja en que menos de uno de cada 10 estudiantes en desventaja sea de alto rendimiento.
