De política de Estado antineoliberal
i verdaderamente la 4T se autositúa en un antineoliberalismo real, capaz de sacar del hoyo a un México que lo ha padecido en orden creciente desde los años 70, no hay duda de que cada paso va encaminado a corregir los efectos más dramáticos en nuestro pueblo, empezando por la base más afectada: “primero los pobres, por el bien de todos”.
Sólo que en la base del pueblo los más pobres de los pobres son los campesinos, en el sentido estricto de “los que viven en y del campo”, y, aunque se ha visto un gran esfuerzo gubernamental y se comprueba que capas sociales han salido de la extrema pobreza, no se ha podido tocar la esencia de la pobreza campesina, y si las políticas gubernamentales que se acercan a este fundamental sector de la economía y la población, lo tratan como “menor de edad”, como si no tuvieran una historia milenaria y ejemplar, apoyando sólo su producción artística (con valor para el mercado), pero imponiendo otra lógica que la que hizo brillar y liderar a los pueblos campesinos que justamente brillaron por su cultura, a raíz de haber solucionado su supervivencia corporal con inteligencia para crecer desmesuradamente antes de la invasión europea. Crecimiento demográfico, cultural y científico que hoy se ningunea al insistir –como en la Colonia– en que son pueblos atrasados y les conviene aprender y ejecutar reglas de tratamiento de la tierra y sus productos según los avances científicos unilaterales del sistema agrícola europeo. Situación que desconcierta a todos y todas quienes pensamos que si sus sistemas agrícolas y sociales vivieron al menos 8 mil años, produciendo además radiantes y avanzadas culturas materiales y filosóficas, hoy deben recibir la última estocada de sus propios descendientes, quienes someten y someterán a los campesinos mexicanos a sistemas de producción extranjeros a nuestras tierras, clima y tradiciones que sustentan el sentido de pertenencia a una tradición: es decir, a una sociedad respetable y muy antigua, a la de ellos y sus ancestros.
Confieso que la ayuda al campo mexicano proveniente de equipos “científicos” irrebatibles me parece abusiva y errada en cuanto a sus alcances productivos y argamasa de la construcción social. Deseo intensamente que las autoridades del ramo y la cúpula del Estado tengan la humildad de aceptar que puede haber respuestas más eficaces que las impuestas por la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, al mundo entero, contribuyendo de este modo a reafirmar la idea de la superioridad de unas culturas sobre otras… Y esto, aunque, por otro lado, se levanten las banderas del orgullo nacional apoyado en nuestra historia prehispánica.
Seamos coherentes y humildes: hagamos consultas entre expertos del campo prehispánico y de los ejecutores de las milpas hasta principios o mediados del siglo XX. Tengamos el valor de contradecir a los egresados de universidades donde aprendieron a cultivar los campos al estilo mesopotámico y de ahí, europeo, importado por el mundo entero. Como si la inteligencia humana, su adaptabilidad y respuestas a los fenómenos naturales se hubieran paralizado en el encuentro de dos mundos con una retórica sobrevaluada ante la humildad de los cultivadores que los precedieron y que los llevó a aceptar la revolución de las siembras centenarias para introducir herramientas, sistemas de riego y cultivo dependientes de mecanización y animales, lo que, si bien es apto para los monocultivos mesopotámicos y europeos, en América y África sólo empobrecieron y esclavizaron a los pueblos sabios sometidos.
Ojalá, este gobierno del presente, justamente por su formación cultural y científica, tenga a bien reflexionar un rato y rechace las presiones de las empresas relativas a la agricultura, tanto como a los propietarios acaparadores de tierras, y dé un golpe de timón realmente revolucionario para la autosuficiencia y salud alimentaria del pueblo mexicano en esta generación y todas las siguientes. Porque, si su sistema de milpas les permitió vivir y desarrollar magníficas culturas, sobre dicha base material, no hay razón para cambiarlas por otras que serán positivas donde fueron inventadas, pero no necesariamente en nuestro territorio, cuyo suelo se ha envilecido y empobrecido bajo una colonia de más de 500 años.











