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La nueva ruta de la seda

China, la apuesta por alcanzar el infinito

Xi’an: el corazón silencioso del ferrocarril que une Asia con Europa

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▲ En 1981, Xi’an fue declarada por la Unesco “ciudad histórica del mundo”.Foto Luis Hernández Navarro
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▲ En 1981, Xi’an fue declarada por la Unesco “ciudad histórica del mundo”.Foto Luis Hernández Navarro
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Periódico La Jornada
Sábado 15 de noviembre de 2025, p. 19

Xi’an, Provincia De Shaanxi., La maqueta de una enorme estación ferroviaria en las oficinas de China-Europe Railway Express Hub, en la ciudad de Xi’an, supera la más exagerada fantasía de un coleccionista de trenes a escala. Miniaturas de bodegas, vagones y locomotoras habitan una gigantesca ciudad de trenes a escala, que asemeja una escultura futurista.

No hay que ir muy lejos para que parte de ese prototipo adquiera su verdadera dimensión. Sólo hay que salir a la terraza contigua para divisar subestaciones eléctricas, grúas, contenedores, vías férreas y operarios con chalecos amarillos moviendo toneladas de mercancías rumbo al continente vecino.

Punto de partida de la antigua Ruta de la Seda, Xi’an es hoy uno de los centros neurálgicos del transporte de trenes entre China, Asia y Europa. Un moderno pizarrón colgado en la pared donde se encuentra la maqueta, detalla datos claves de la empresa y muestra hasta dónde la telaraña extiende sus hilos: el Ferrocarril Exprés China-Europa opera 18 rutas de transporte internacionales. Al oeste, llegan hasta Hamburgo y Róterdam; al norte se dirigen a Moscú y Minsk, y, al sur arriban, a través del Nuevo Corredor Terrestre-Marítimo Occidental, hasta el Sudeste Asiático.

Desde 2013, según el Diario del Pueblo, el Ferrocarril Exprés China-Europa (Xi’an) ha operado más de 30 mil viajes. Un récord nacional. Realiza estos trayectos en menos de los dos meses que toma hacerlo por vía marítima. De ida, en sus vagones, se transportan módulos fotovoltaicos, equipos industriales, maquinaria y productos electrónicos. Regresa con alimentos, vinos, medicinas y automóviles.

Un funcionario de la compañía explica al grupo de visitantes del Mecanismo de Socios de Medios del Sur Global, que el proyecto no pertenece solamente a una compañía de propiedad estatal, la realidad es mucho más compleja.

La gestión de un medio como este, que atraviesa tantas y tan distintas ciudades y fronteras, con sistemas políticos y modelos económicos tan diferentes, es un reto. No hay un único dueño, es administrado por un consorcio. El principal operador ferroviario en territorio del gigante asiático es China State Railway Group Company, Limited.

Contra lo que pudiera esperarse, a pesar de esa enorme red de transporte de trenes, y de tener una población de alrededor de 12 millones de habitantes, la ciudad de Xi’an es sorprendentemente silenciosa. Su enorme parque automotor, en su mayoría integrado por modelos recientes, eléctricos o híbridos, se desplaza por las anchas avenidas sin hacer ruido. Lo mismo sucede con motocicletas y autobuses. Los triciclos motorizados que transportan personas y entregan mercancías lo hacen con sigilo. Incluso las interminables filas de camiones que transportan mercancías, revolvedoras de concreto y tráilers con materiales de construcción, ruedan sin provocar escándalo. Sólo una incomprensible (para los extranjeros) compulsión de los choferes de tocar el claxon rompe, de tanto en tanto, esa armonía.

En algo deben de facilitar este pacto de silencio los abundantes parques, jardines, proyectos botánicos y zonas ecológicas que se despliegan en distintos puntos de la urbe. En no pocos de ellos, hay plácidos lagos y legiones de estatuas y esculturas en metal o concreto, que podrían perfectamente formar parte de calendarios o tarjetas postales (de las de antes de los memes). Por momentos, lo único que parece romper esta calma es el desbocado canto de los pájaros. La antigua capital de China es tan verde como una macrópolis puede serlo.

En los parques pueden verse involuntarias puestas en escena parecidas a un ballet a cargo de quienes practican artes marciales, especialmente Tai Chi. Muchos de ellos son personas de edad, que se mueven lenta y fluidamente, en grupos o individualmente. Conviven allí con niños a los que los adultos, lo mismo familiares que extraños, sonríen desenfadadamente.

Como todo hoy en el coloso asiático, Xi’an es una mezcla de pasado y futuro, de reivindicación de su historia y de orgullo por estar en la vanguardia tecnológica. Es el caso de su muralla, espléndidamente conservada. Afortunadamente, no tuvieron allá –como nosotros acá– gobernadores como Rafael de Laviada y Manuel de Laphan que, en nombre de la modernidad, mandaron destruir partes importantes de la fortificación de Campeche.

Rodeando el centro histórico, la Muralla de Xi’an tiene una altura de 12 metros y un grosor de entre 15 y 18 metros en la base, aunque se adelgaza en la parte superior. Tiene una longitud de 14 kilómetros. Fue edificada entre 1374 y 1378, para protegerse de los bárbaros. Recuerdos del porvenir, al caminar por ciertos tramos de la fortificación, puede verse de un lado construcciones en estilo tradicional, y del otro, enormes rascacielos.

En Xi’an es muy relevante el patrimonio histórico y cultural. Su industria cultural genera más del 7.5 por ciento del PIB local. Capital de 13 dinastías, para quien no habita en la ciudad, sus calles están llenas de sorpresas. Se “aparecen” en monumentos y avenidas, damas vestidas con indumentarias típicas, músicos callejeros, escenografías. Puestos de comida típica y olores de especies florecen por los más distintos rincones. Al caer la noche, como si fueran un festival de modernos fuegos artificiales, algunos de los monumentos históricos se llenan de luces y linternas, en celebraciones con música y danza.

En un impresionante anfiteatro, que se asemeja más a un estadio deportivo que a un salón, se representa la Leyenda de la campana del camello. La obra, está lejos de ser un espectáculo teatral tradicional. Es, más bien, una gran puesta en escena en la que se representa la historia de la antigua Ruta de la Seda. Allí, los camellos ocupan el escenario junto a perros que representan lobos, actores, malabaristas y danzantes, acompañados por un despliegue alucinante de recursos tecnológicos. Una pantalla electrónica traduce los diálogos al inglés.

La cultura es cosa seria. En China hay 7 mil museos registrados. En 2024, tuvieron cerca de mil millones y medio de visitas. Cerca de 71 por ciento son de admisión gratuita. Xi’an cuenta con cientos de sitios de protección de reliquias culturales en diversos niveles. De los Guerreros de Terracota a la sobrecogedora Gran pagoda del ganso salvaje, del barrio musulmán al fascinante Museo del Bosque de las Estelas, donde se aloja la colección de tablillas y grabados de piedra más importante. Los recintos culturales de la ciudad combinan un formidable trabajo de jardinería, con una museografía sobria y elegante que exhibe las piezas sin distracciones innecesarias, y recurre, cuando es necesario, a sofisticados recursos tecnológicos.

Entre muchas otras más señas de identidad, un invitado inesperado aparece en los más diversos puntos de la ciudad: cintas de Moebius, en sus más variadas representaciones. Sus significados son múltiples: símbolo de reciclaje y reutilización ininterrumpida de materiales. También, expresión de unidad, continuidad y movilidad. Y, destacadamente, representación del infinito. Muestras de ellas de todos tamaños y materiales pueden encontrarse en parques, hoteles y edificios públicos.

Sin embargo, entre todas, destaca una. Como si fuera un moderno ídolo, en uno de los espacios centrales del espectacular e imponente Museo de Ciencia y Tecnología de Xi’an se levanta una enorme cinta de Moebius, que cambia de color, de azul y gris a rojo o púrpura. Tiene 28 metros de alto y 18 de ancho. En su única y luminosa cara aparecen alternadamente todo tipo de signos e imágenes, incluida la de Albert Einstein.

Innovación científica y tecnológica son uno de los pilares centrales para la modernización y desarrollo de la nueva China. Ingenieros, científicos y técnicos son artífices fundamentales de esta nueva etapa. Quizás, la proliferación de bandas de Moebius en los más insospechados lugares de Xi’an, ejemplifican su aspiración de, por medio de la ciencia y la tecnología, alcanzar el infinito.