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San Jerónimo Doctor
E

xplico a mis amables lectores (y a mí mismo) el porqué del tema y del título de esta colaboración a La Jornada. Recordando las clases de sociología que nos impartía el maestro Alberto F. Senior en la Facultad de Derecho, recién inaugurada la CU, hace ya muchos años, aprendí la definición del ser humano como un zoon politikon, “animal político”, y de ese aprendizaje se derivan hoy las observaciones y reflexiones que nos legó Aristóteles en su imprescindible obra La política.

Es obvio que vivimos en sociedad, que no podría ser de otra manera, somos sociables. No se puede concebir a un ser humano fuera de la vida en comunidad y sabemos que hasta los anacoretas, a pesar de su animadversión a las grandes urbes, se reunían en el desierto en pequeños grupos. Nos explicaba entonces nuestro maestro que cada uno de nosotros, seres humanos, participamos en cinco o seis tipos diferentes de agrupaciones; por supuesto, la familia, célula de la sociedad, y otros con distintas estructuras y dimensiones, como grupos de trabajo, comunidades educativas, religiosas, políticas, recreativas, y quizá alguna otra que de momento se me escapa.

La conclusión aristotélica es clara: además de ser racionales y libres, somos también “sociales”. Explico el porqué hoy, esta reflexión sobre nuestra calidad de “animales políticos” nos lleva a justificar el porqué del título de esta colaboración.

Sucede que cada año, una organización de amigos y conocidos, algunos, los de la idea inicial, nacidos en Ixtepec, Oaxaca, población del Istmo de Tehuantepec, celebran puntualmente, a mediados de octubre, una misa en honor de San Jerónimo Doctor y también una fiesta anual que en esta ocasión tuvo lugar el 18 de octubre en el Casino Militar Campo Marte; empiezo por decir que tal fiesta tradicionalmente es rumbosa, muy alegre y emotiva; sus organizadores la denominan Vela de San Jerónimo, que es el Santo Patrono de la típica ciudad de Ixtepec, Oaxaca, no sólo santo del santoral católico, sino también doctor.

En esa reunión, los hombres llevan guayaberas y paliacates rojos al cuello, pero quienes se distinguen especialmente son las tehuanas, de todas las edades, lo mismo niñas que jóvenes, adultas y hasta alguna que otra abuelita. En esa fiesta tan sana y tan alegre, a la que he sido invitado en varias ocasiones, vivimos, somos integrantes, en un mismo lugar y al mismo tiempo, de relaciones de paisanaje y gremiales, “sociedades” de la clasificación a que me referí, pero también es religiosa, familiar y comunitaria.

Se trata, en primer lugar, de una celebración religiosa, como dije, La Vela, en honor de un santo católico del siglo IV, pero también está formada por varias reuniones familiares y, así mismo, por algunos grupos de amigos que provenimos del Poder Judicial tanto local como federal.

En esa reunión convivimos, comemos, bebemos (con moderación), bailamos los que aún podemos hacerlo y hablamos de temas diversos; rara vez o quizá nunca nos hemos referido al santo católico que le da nombre a la celebración, por ello decidí compartir con mis lectores y con quienes organizan y alegran la fiesta, algunos datos que averigüé, a la carrera, de San Jerónimo Doctor.

Nació en el año 342 de Cristo, en Stridón, región dálmata de Panonia, cerca de Aquilea en Italia; tuvo desde muy joven muchas inquietudes intelectuales que lo llevaron a educarse en Roma, con su maestro Donato; después viajó por varias partes y finalmente llegó a Tréveris, en donde encontró una fe profunda, conoció a San Valeriano y a otros cristianos que ayudaron a que su inquietud intelectual lo condujera al estudio de las escrituras, evangelios y epístolas, que se podían leer generalmente en hebreo y eran motivo de reflexiones y comentarios.

Se sabe que en el año 382 corrigió la versión latina del Nuevo Testamento y posteriormente empezó a traducir los libros del Antiguo directamente del mismo idioma hebreo, su lengua materna, pero su aportación más importante fue la traducción completa al latín de los dos llamados testamentos, el antiguo de tradición judía y el nuevo integrado por los cuatros evangelios, los hechos de los apóstoles y las cartas de algunos de ellos.

San Jerónimo, quien inspiró la alegre fiesta en que participé, fue un personaje fundamental para que la religión católica se extendiera por toda la cuenca del Mediterráneo y llegara al centro de Europa, las Islas Británicas y hasta muy al norte, zonas en las que el latín o era entendido o cuando menos, dentro de los círculos de estudiosos y religiosos, servía de lazo de unión.

Así se forma nuestra historia y nuestra cultura; es digno de reflexionar cómo una fiesta alegre, los bailes y los trajes llenos de flores de las tehuanas, tienen una línea a través de la historia con una época y unos personajes que, a pesar de no ser muy conocidos, siguen siendo recordados. San Jerónimo, la Vela de San Jerónimo y una fiesta en la larga caminata de historia.