Opinión
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Aprender a morir

Laicos arcaicos

I

ba a aprovechar la columna de hoy para referir la conmovedora historia de una protectora de animales que al ver en el borde de una puerta de su casa una pequeña araña amarilla, en vez de removerla le tomó una fotografía para mostrarla a su veterinario. Sin embargo, a la mañana siguiente su gato consentido amaneció muerto. La autopsia reveló muerte por sustancia ponzoñosa.

También pensé recomendar la interesante serie en Netflix – sorryNaturaleza de pesadilla, de sólo tres temporadas y tres episodios cada una, que además de su extraordinaria fotografía y originales textos constituye un ro-tundo desmentido al buenismo de la Organización Mundial de Sanidad Animal, que sostiene “cinco libertades” para los animales: 1. Li-bres de hambre, sed y desnutrición. 2. De temor y angustia. 3. De molestias físicas y térmicas. 4. De dolor, de lesión y de enfermedad. 5. De manifestar un comportamiento natural. Así que, ¡mejor véala!

Pero en cuanto me enteré de la decidida lucha de Samara Martínez (Chihuahua, 1995) por hacer valer sus derechos como enferma incurable más que terminal y su propósito de modificar la timorata legislación sobre el derecho de los mexicanos a la muerte digna, eutanasia y suicidio medicamente asistido, de inmediato recordé nuestro Estado laico… fallido, como si las luchas del pueblo por la libertad sólo hubieran servido para engordar libros de historia y a sucesivos legisladores “escoja partido”, buenos para cobrar, condicionados para pensar.

Desde 1857, con las Leyes de Reforma y la separación del Estado y de la Iglesia, la Constitución de 1917 y sus mil derogaciones y adiciones, incluida la del artículo 40, que en 2012 por fin reconoció a la República como “laica”, hasta el día de hoy, han transcurrido 168 años en los que un prolongado y policromo desfile de ideologías nomás no consigue hacer que el laicismo, en la práctica, evite adoptar actitudes no confesionales que verdaderamente borren añejas posturas religiosas, más que éticas.

La Ley Trasciende, promovida por Samara Martínez, busca reformar el artículo 166 bis 21 de la farragosa Ley General de Salud que, en plena beatitud calderoniana, con anuencia de diputados y senadores de entonces, ordenó: “Queda prohibida la práctica de la eutanasia, entendida como homicidio por piedad, así como el suicidio asistido”… Urge pues más congruencia de la 4T, ¿o con quiénes seguimos topando?