n mi reciente visita a Brasil tuve el honor de vivir encuentros que reafirman la enorme convicción de que las y los trabajadores latinoamericanos debemos caminar unidos para enfrentarnos a los grandes desafíos de nuestro tiempo. Un diferenciador de nuestra época es que las problemáticas han escalado a niveles mundiales; por tanto, las amenazas a la lucha obrera tienen un carácter global. Sin embargo, aquí hay una oportunidad inigualable: las condiciones históricas permiten, más que nunca, fortalecer un frente sindical regional que resista y avance con paso firme para garantizar que nuestros derechos se cumplan y se extiendan, sin importar el tamaño de los obstáculos. Así, la colaboración y solidaridad internacional se vuelven protagonistas en la modernización de las organizaciones obreras.
Uno de los primeros momentos significativos fue mi visita al Sindicato dos Metalúrgicos do ABC, gremio histórico que se convirtió en símbolo de lucha durante la presidencia sindical de Luiz Inácio Lula da Silva, el actual mandatario de Brasil, además de ser una organización afiliada a la Central Única de los Trabajadores (CUT) una de las más grandes de América Latina. Aquí me reuní con el presidente de este importante sindicato, Moisés Selerges, quien ha sido un dirigente cercano al presidente Lula, acompañándolo en diversas giras internacionales y participando activamente en la lucha que ha marcado la historia de este país. Nuestra reunión fue cálida, fraterna y profundamente política: coincidimos en que los sindicatos mexicanos y brasileños tenemos una historia compartida de resistencia y hemos desarrollado una visión común de cara al futuro. Conversamos sobre la necesidad de fortalecer la unidad obre-ra entre nuestros pueblos; en un contexto global donde los intereses comerciales, los tratados de libre comercio y las guerras arancelarias impactan, en primer lugar, a la clase trabajadora, es indispensable construir un bloque unido y consciente. La realidad es que somos las y los obreros quienes sentimos con mayor crudeza las presiones del mercado global y, precisamente, lo que nos permite resistir y transformar esta realidad es nuestra organización colectiva.
La visita al ABC Metalúrgico fue apenas el inicio de una intensa agenda. Mi viaje a Brasil coincidió con la Reunión Regional de IndustriALL Global Union, en la cual soy miembro del Comité Ejecutivo Mundial desde su fundación. Este espacio congrega a los principales sindicatos de América Latina y el Caribe. Ahí discutimos las implicaciones de la política económica global, el papel de Estados Unidos en las tensiones laborales y comerciales, y los efectos que esas decisiones tienen sobre los trabajadores del mundo.
México no es ajeno a esos debates. Durante los años recientes, nuestra nación emprendió una transformación histórica en materia laboral bajo el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador. Reformas como la libertad sindical, la democracia en la vida interna de los sindicatos y la ratificación de convenios internacionales de la OIT abrieron camino hacia una nueva etapa en la defensa de los derechos de los trabajadores. Me enorgullece decir que el Sindicato Minero ha sido protagonista de esa transformación y que la comunidad internacional reconoce en nuestra lucha una aportación fundamental al movimiento obrero global.
Muchos compañeros y compañeras recordaron, en esa reunión, los difíciles años en que fui objeto de persecución política y mediática por parte de grupos de poder en México. En retrospectiva, prefiero llamarlo de otro modo: si bien el exilio forzado trajo más dificultades en mi lucha por los derechos obreros, definitivamente fue una etapa de resistencia, en la que se demostró mi férreo compromiso con la defensa de los trabajadores. Nunca ha sido opción renunciar a mis principios de lucha y hoy, a siete años de mi regreso a México, la historia nos da la razón. El sindicalismo democrático florece y la voz obrera tiene más fuerza en el Congreso, promoviendo reformas laborales que han marcado un precedente que inspira a sindicatos de todo el mundo. Y considerando las circunstancias actuales, es claro que necesitamos más presencia obrera en las Cámaras para sostener nuestra lucha.
En esta Reunión Regional de IndustriALL se tomaron decisiones trascendentes. Actualmente, soy parte de su Comité Ejecutivo Mundial, que es la máxima instancia de dirección de este organismo internacional. En diversos momentos, compañeras y compañeros de todo el mundo me solicitaron continuar en esa responsabilidad. Sin embargo, decidí dar un paso crucial: cedí mi lugar a una mujer minera, Imelda Jiménez Méndez, quien funge como Secretaria de Asuntos Políticos del Sindicato Minero, que tengo el honor de presidir.
Imelda es una compañera que ha construido su trayectoria desde la base. Es una mujer que representa la lucha y la dignidad de las trabajadoras de la minería y simboliza una nueva etapa de participación de las mujeres en la vida sindical. Me llena de orgullo haber impulsado, junto con otros compañeros, una mayor participación de las mujeres en los espacios de decisión, no sólo en nuestro país, sino también en el ámbito internacional. Su elección será ratificada en el Congreso Mundial de IndustriALL que se celebrará durante noviembre en Sídney, Australia. Estoy convencido de que esta decisión va más allá de un relevo: es un mensaje político contundente, un acto de justicia y un compromiso con la igualdad de género en el sindicalismo. Las mujeres están más presentes que nunca en nuestra lucha y tenemos con ellas una deuda histórica que hay que saldar.
El Sindicato Minero, junto con nuestros aliados internacionales, tiene claro que nuestros esfuerzos deben redoblarse. Los retos que enfrenta la clase trabajadora no conocen fronteras: desde la precarización laboral y las nuevas formas de explotación digital, hasta las transiciones energéticas y los impactos de la crisis climática en nuestras comunidades. La unidad internacional de los trabajadores es más urgente que nunca, pues los problemas son transversales a las naciones y sólo en el trabajo colaborativo encontraremos las estrategias más eficaces para salir victoriosos.
Brasil y México, dos países con profundas raíces en la lucha obrera, tenemos la responsabilidad de encabezar este esfuerzo regional. La fraternidad que vivimos en São Paulo con el Sindicato dos Metalúrgicos do ABC, con IndustriALL y con decenas de sindi-catos latinoamericanos, nos muestra que el camino está en la solidaridad y en la construcción de un bloque obrero que defienda los derechos, conquiste nuevos espacios y garantice que las decisiones económicas siempre tengan como centro al ser humano y no al capital.
Mi experiencia en Brasil me da la certeza de que nuestra lucha no es aislada: es parte de un movimiento obrero global que escribe todos los días una historia de dignidad, justicia y esperanza. Ningún país debe luchar en soledad; debemos privilegiar la coordinación y la solidaridad para superar los embates actuales. Desde México, y desde el Sindicato Minero, seguiremos aportando nuestra voz, nuestras experiencias y nuestras convicciones para que las y los trabajadores del mundo vivan con más libertad, igualdad y respeto.