Economía
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Un gran dilema
S

e prevé que en las economías más grandes del mundo haya una creciente falta de trabajadores en los próximos decenios, necesarios para potenciar el crecimiento económico. El asunto se vincula de modo directo con el complejo fenómeno de la inmigración y su condición cada vez más conflictiva en diversas regiones del mundo.

El gobernador del Banco de Japón señaló recientemente que en su país la sociedad envejece rápidamente, provocando una creciente escasez de trabajadores y convirtiendo tal cuestión en uno de los asuntos económicos más relevantes. Ilustró la situación diciendo que, aunque los trabajadores extranjeros representan sólo 3 por ciento de la fuerza de trabajo, dan cuenta de la mitad del aumento reciente de ésta. En el caso de Europa, la cifra de trabajadores extranjeros es del orden de 9 por ciento e, igualmente, dan cuenta de la mitad del crecimiento de la fuerza laboral en los pasados tres años. Su contribución al crecimiento del producto es, pues, relevante.

En las economías más ricas se registran sensibles caídas en las tasas de nacimientos, lo que ocurre en conjunto con la creciente longevidad. De tal manera, se estima que se requerirá de un crecimiento de la productividad de al menos el doble del estado actual para mantener la mejoría de los niveles de vida registradas entre fines de la década de 1990 y principios de la actual. Esta es la situación que se observa en varios países de Europa, expresamente en Alemania, Francia, España o Italia, así como en Japón y Estados Unidos.

La población joven se enfrentará, pues, a un escenario de bajo crecimiento del producto y, además, tendrá que soportar el costo más elevado de las pensiones. Esta relación es parte relevante del problema del flujo de riqueza que se da entre las distintas generaciones. La cuestión se agrava de modo significativo, por ejemplo, con las profundas repercusiones de la crisis financiera de 2008 y sus largas secuelas, y con la escasez y los altos precios de la vivienda.

Un elemento adicional de la dinámica demográfica y económica tiene que ver con la notoria reducción de las tasas de nacimientos por mujer y que están por debajo de la tasa de remplazo poblacional, con lo que ésta tiende a contraerse. Se estima que para el año 2050 en una mayoría de países las tasas de fertilidad no serán suficientes para sostener el tamaño de la población.

En diversos países de la Unión Europea hay crecientes presiones para reducir los flujos de migrantes, cuestión que forma parte central de las políticas de gobierno y de los programas de los partidos nacionalistas. El fenómeno, como se sabe, se aprecia también en Estados Unidos. Estas tendencias exhiben los cambios en la relación que históricamente se da en cuanto a la movilidad humana. Se considera que las corrientes migratorias representan un impulso a la actividad económica y la resiliencia demográfica.

Se ha planteado que la inmigración está reconformando el proceso de crecimiento, lo que entraña un dilema en cuanto a la manera en que de modo efectivo se integra socialmente a dicha población. En un estudio de la escuela de negocios Esade se destaca el caso de España, donde entre 2019 y 2024 se crearon cerca de 1.9 millones de empleos, de los cuales 70 por ciento los ocuparon trabajadores no nacidos en ese país. Los inmigrantes representan más de la quinta parte del empleo total, frente a 16 por ciento en 2019. Por supuesto que hay un sustrato destacable en este proceso. Los trabajadores nativos tienden a ocupar los puestos más calificados en el mercado, en tanto que los inmigrantes se concentran en empleos como la construcción, los servicios, la alimentación y el transporte.

En el caso de Estados Unidos, se estima que había más de 31 millones de inmigrantes en el mercado laboral en 2023, lo que significaba casi una quinta parte del total. La población en edad de trabajar que está activa en el mercado (la tasa de participación) fue de 67 por ciento, mientras para la población nacida en ese país fue de 62 por ciento.

Los inmigrantes no tienen los mismos tipos de trabajo, sino que cubren plazas físicamente más demandantes, o bien las que no quieren cubrir los nativos. Esta situación apunta a que los inmigrantes no necesariamente compiten con dichos nativos, sino que complementan las posiciones de trabajo. Algo semejante ocurre en la Unión Europea, ya que entre 2019 y 2023 dos terceras partes de los nuevos empleos los cubrieron migrantes de fuera de la zona, llenando las vacantes denominadas estructurales.

El conflicto en torno a la inmigración inserto en el contexto político que prevalece hoy ha abierto un espacio para considerar de modo diferenciado a los migrantes económicos, a los expatriados y a los refugiados. Estos últimos son los que enfrentan condiciones más difíciles para la inclusión, si no es que de plano un rechazo decisivo que se aprecia en las restrictivas condiciones legales y extralegales para su estancia.

La cuestión laboral no es sólo de tipo económico. Cuando se refuerzan las tensiones y se señala y excluye a los migrantes tiende a debilitarse la capacidad de adaptación en materia laboral. Los estudios apuntan a que la situación se asocia con pérdidas de tipo económico, inestabilidad y hasta debilidad geopolítica ya que el problema migratorio debilita la capacidad competitiva.